Buena parte de Venus, de Jaime Balagueró, transcurre en espacios claustrofóbicos. Largos pasillos que se deforman según el punto de vista desde el cual se miren, habitaciones que parecen hacerse más grandes o pequeñas según la iluminación. Pero, en particular, la película entera tiene un aire de sofocante tensión física, como si el edificio que le da nombre fuera un monstruo voraz.
De hecho, lo es en ciertos aspectos y a partir de ese punto de vista, elaborado y siniestro, Venus establece su premisa. Todo lo que ocurre dentro del ámbito misterioso de un edificio centro del horror tiene el poder de ser una puerta hacia un lugar desconocido. Tan espeluznante y único como para crear sus propias reglas, percepciones y recorridos a través de la oscuridad.
Balagueró, que se une a la antología The Fear Collection, de Sony Pictures y Pokeepsie Films, ensaya con lo terrorífico a través de lo tangible. Algo ocurre en la vieja construcción escenario de la historia. De tenor tan espantoso e inexplicable como para que Venus, en toda su peculiar vitalidad, se sostenga sobre la imagen de puertas y ventanas cerradas.
Por supuesto, los parajes malditos y los espacios terroríficos forman parte de una larga tradición en el cine de terror. El edificio Venus en la película de Jaume Balagueró rinde tributo a los códigos más recurrentes del tropo. Pero también hace algo más. Lo extrapola hasta convertirlo en algo más elaborado, consciente de su peso argumental y sostenido sobre la oscuridad de sus personajes. La mezcla dota a Venus de una personalidad consistente, que además le permite recorrer espacios nuevos sobre el tema. Uno de los puntos de mayor interés de su historia.
Venus
Jaume Balagueró, que se une a la antología The Fear Collection de Sony Pictures y Pokeepsie Films, ensaya con lo terrorífico a través de lo tangible. Algo ocurre en la vieja construcción escenario de la historia. De tenor tan espantoso e inexplicable como para que Venus, en toda su peculiar vitalidad, se sostenga sobre la imagen de puertas y ventanas cerradas. Por supuesto, los parajes malditos y los espacios terroríficos, forman parte de una larga tradición en el cine de terror. El edificio Venus en la película rinde tributo a los códigos más recurrentes del tropo. Pero también hace algo más. Lo extrapola hasta convertirlo en algo más elaborado, consciente de su peso argumental y sostenido sobre la oscuridad de sus personajes.
Los horrores que yacen en pasillos y escaleras olvidadas de Venus
Esta reinvención del relato “Los sueños en la casa de la bruja”, de H.P. Lovecraft, es de una inteligencia intuitiva y siniestra. De la misma manera que el cuento homónimo, Balagueró se toma el tiempo para mostrar los alcances de la oscuridad que rodea a los personajes. De modo que dedica atención cuidadosa a sus personajes.
Lucía (Ester Expósito) es una bailarina exótica que acaba de cometer el peor error de su vida. No solamente se atrevió a robar a los jefes del crimen que dirigen el local en el que trabaja. También a escapar con un botín cuantioso con el que espera huir de la vida que hasta entonces tuvo y del peligro. El guion, del propio Balagueró y Fernando Navarro (Verónica), analiza la amenaza desde lo cotidiano. Los problemas de Lucía son de índole mundana, urgente, y requieren soluciones prácticas.
Pero, más retorcido aún, abren la puerta a lo sobrenatural. La noción sobre todo lo que el personaje podría hacer — y hará — para salvar su vida se establece con inteligencia. Y mucho más, con una urgencia de motivos que termina por ser elegante en el sentido más ambicioso de su alcance. ¿Lo sobrenatural es el límite de todas las cosas? Lucía es capaz de robar, sin duda, de matar y hará lo que sea para evitar ser descubierta.
Esa solución a sus dilemas es ocultarse con sus únicos parientes vivos. El director elabora así el carácter de marginada y excluida de su personaje, que le permitirá, después, enfrentarse al horror descarnado. Su hermana Rocío (Ángela Cremonte) y su sobrina Alba (Inés Fernández) son el último sitio al que Lucía acudiría.
Por lo que esconderse a su lado convierte los primeros minutos de Venus en algo más elaborado, consistente y relacionado con su personalidad. El guion avanza deprisa para mostrar a Lucía recluida entre los conflictos domésticos, la tensión familiar y algo más. Porque el edificio Venus no solamente es un lugar. Es también algo inexplicable que está a punto de devorarla con lentitud.
Una carrera contra el tiempo y la oscuridad
Venus se toma su tiempo para mostrar sus secretos. Mientras lo hace, el director se afana para crear una atmósfera irrespirable. Los pisos tienen un aspecto húmedo y repugnante. Las paredes rezuman humedad. El realizador sabe que el mayor impacto de su película reside en mostrar poco a poco la oscuridad que vive al fondo de las situaciones comunes.
Y lo hace cuando finalmente Rocío huye y deja a la pequeña Alba al cuidado de Lucía. ¿Qué ocurre? ¿Por qué lo ha hecho? La pregunta se hace más inquietante, temible y retorcida a media que el edificio se convierte en una frontera con el horror.
Desde las pesadillas de Lucía hasta, finalmente, la sensación de que todo en el edificio Venus está rodeado de secretos temibles apenas sugeridos. Venus es una colección brillante de miradas acerca de lo sobrenatural. También de la forma en que el bien, el mal y lo simplemente humano se mezclan entre sí.
Para su impactante y bien construido tramo final, Venus termina por revelar sus enigmas. Pero, incluso a la luz de lo terrorífico, hay un elemento de profunda belleza en este terror sinuoso, elegante y sostenido por su poder latente. El punto más alto de una película elegante y provocadora que sorprende por su efectividad.