En la película El Amante de Lady Chatterley, de Netflix, el amor es un acto de fe. Connie Reid (Emma Corrin) es bohemia, burguesa y moderna. Un auténtico símbolo de los alegres años 20 en Europa. Para esta mujer llena de apetitos — e interrogantes — sobre la vida, el amor es una incógnita. Pero más que eso, también es un territorio de matices. La enésima adaptación de El Amante de Lady Chatterley, de D.H. Lawrence, dedica un especial interés a esa premisa y basa su efectividad en esa cualidad de grises.

La Connie de la directora Laure de Clermont-Tonnerre es mucho más que un vehículo para profundizar acerca del deseo como impulso profundo de la libertad. Es, a la vez, un recorrido a través de las motivaciones secretas que crean escenarios emocionales desconocidos.

Por otra parte, el baronet Clifford Chatterley (Matthew Duckett) se convierte en su obsesión y no solamente por los sentimientos que despierta en ella. Su amante, y después marido, es un hombre capaz de intrigar a esta mujer inquieta, abrumada por las preguntas pero con la inquietud del descubrimiento.

Uno de los grandes aportes del guion de David Magee es concentrar la necesaria atención en cómo se contempla la pareja entre sí. Cuál es el hilo de tensión erótica, sexual e intelectual que los sostiene.

El Amante de Lady Chatterley

Durante los primeros diez minutos de la película El Amante de Lady Chatterley, el tono del argumento queda claro. Esta no es una historia erótica o, al menos, no exclusivamente basada en la lujuria o el deseo irrefrenable. Más bien se trata de un recorrido hacia el sexo a través de la intimidad, que se construye mediante ideas elaboradas relacionadas con la identidad. Puede parecer trillado hasta que la directora Laure de Clermont-Tonnerre  analiza la sexualidad a través de la soledad. Todos los personajes en la película están profundamente solos, aislados, marginados. Pero, aun así, no se trata de un territorio desolado, sino de la incomprensión pura, vinculada a la idea del individuo y la intimidad.

Puntuación: 4.5 de 5.

El Amante de Lady Chatterley es una tormentosa historia de amor

De hecho, la directora construye una visión acerca de la necesidad y la búsqueda de significado que sobrepasa la mera idea de lo físico. Es entonces cuando el accidente que deja a Cliff convertido en un discapacitado fragmenta la historia en especulaciones.

Connie se hace preguntas sobre el futuro de ambos, en especial, sobre cómo comprenderse ahora que no pueden analizarse gracias al deseo. “Podría serlo, podría encontrarlo, podría necesitarlo”, se dice Connie, embriagada de ira, sin saber cómo afrontar al Cliff herido. “Pero no quiero hacerlo”.

Pero cuando conoce al guardabosques Oliver Mellors (Jack O’Connell), la pregunta sobre la necesidad erótica se plantea de manera nueva. El Amante de Lady Chatterley hace una transición elocuente y bien construida entre espacios de dolor, duelo y, después, renacimiento. Todo a través de una percepción de lo sexual que asombra por su sutileza y, a la vez, su inteligente cualidad como elemento sensorial.

Los dolores del amor, el consuelo del deseo

Durante los primeros diez minutos de la película El Amante de Lady Chatterley, el tono del argumento queda claro. Esta no es una historia erótica o, al menos, no exclusivamente basada en la lujuria o el deseo irrefrenable. Más bien se trata de un recorrido hacia el sexo a través de la intimidad, que se construye mediante ideas elaboradas relacionadas con la identidad. 

Puede parecer trillado hasta que la directora — conocida por su ópera prima Mustang del 2019 — analiza la sexualidad a través de la soledad. Todos los personajes en El Amante de Lady Chatterley están profundamente solos, aislados, marginados. Pero, aun así, no se trata de un territorio desolado, sino de la incomprensión pura, vinculada a la idea del individuo y la intimidad.

El Amante de Lady Chatterley

Claro está, es un paso arriesgado para la adaptación de una historia conocida por sus escenas subidas de tono o juzgada de pornográfica. Por supuesto, en la nueva versión de la obra de D.H. Lawrence hay escenas sexuales, también el componente erótico inevitable. Pero la directora construye la historia a través de las preguntas que la necesidad carnal no responde de inmediato. ¿Quiénes somos, al experimentar el amor? ¿Qué nos arrebata la necesidad, el anhelo, la búsqueda de una voraz necesidad del otro? 

El guion de Magee se toma el tiempo para una exploración de esa premisa con cuidado. De hecho, lo más interesante de El Amante de Lady Chatterley es este nuevo enfoque, la forma en que la narración se hace preguntas concretas sobre la carnalidad. La ansiedad sexual — un término curioso para lo que impulsa a sus personajes — está en todas partes. Es esencial para comprender la película. Pero también para brindar un especial peso y significado a la percepción del bien y lo moral. Particularmente en una historia en la que la frontera entre ambas cosas es difusa. 

El Amante de Lady Chatterley es también un cuento de hadas erótico

Esta reinvención de la necesidad del amor insatisfecho, convertido en recorrido intelectual esencial, tiene brillo propio. A pesar de que el guion subraya en varias ocasiones ideas obvias o, en cualquier caso, su trascendencia. Para su segunda mitad, El Amante de Lady Chatterley pierde un poco la vitalidad primaveral de su primer tramo, pero aún así resulta asombrosa en su inocencia.

El Amante de Lady Chatterley

Connie y Oliver son amantes desdichados y sin futuro. Cliff es un observador cruel a la distancia de la forma en que su esposa rompe espacios y construye otros nuevos. A mitad de esta dinámica rápida, abrumadora y precisa, El Amante de Lady Chatterley se hace cada vez más elegante, dolorosa, una herida abierta que medita sobre el amor. 

Pero no el romántico o el emocional, sino el poderoso, profundo y demandante. Para su gran escena final (quizás, una de las mejores de todas las adaptaciones de la novela), la película demuestra su verdadero impulso. También su crecimiento y su versión sobre la belleza en una nueva dimensión. Quizás su punto más alto y poderoso en medio de una narración que, inevitablemente, acabará en tragedia.

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