La fotografía de una mánager de Twitter durmiendo en el suelo de las oficinas de la compañía, metida en un saco de dormir y con sus ojos tapados por un antifaz, refleja la nueva dinámica de trabajo impuesta por Elon Musk: adiós al trabajo remoto y flexible; es hora de trabajar contrarreloj.

«Cuando tu equipo se esfuerza al máximo para cumplir los plazos, a veces tienes que dormir donde trabajas», respondió Esther Crawford, responsable de novedades en producto y protagonista de la foto.

No tardaron en llegar las críticas. Estas interpretaron la nueva situación como una imposición del nuevo faraón que pretende construir sus pirámides digitales en plazos récord a costa de la salud de sus empleados. Sin embargo, Crawford señaló que era una decisión voluntaria para «adaptarse a las necesidades de su equipo, que trabajan desde todo el mundo para dar vida a algo nuevo». Recalcó también la excepcionalidad de la situación que vive la compañía, que lleva menos de una semana bajo el mandato del millonario. Es un cambio radical tanto en la cultura de negocio como de trabajo. «Todos los equipos están dando todo lo que pueden: desde diseño y producto a marketing», concluyó.

Twitter es una más en el historial de Elon Musk

Pese a que cientos de usuarios se hayan llevado las manos a la cabeza, estas prácticas no son inéditas ni novedosas bajo la dirección de Musk. En 2018, él mismo estuvo durmiendo dentro de la fábrica durante semanas para que la producción del Model 3 se retrasase lo mínimo posible, ya que consideraba que perdería tiempo viajando hasta llegar a casa y ducharse. Para el millonario es de vital importancia que se trabaje al máximo posible, y siempre ha sido muy duro con sus empleados: hay que sacrificarse para lanzar cohetes y producir coches eléctricos en masa.

Es también un firme defensor del trabajo en oficina, y desestima el trabajo en remoto salvo en contadas ocasiones. Es un gran contraste con la cultura que hasta ahora reinaba en Twitter: trabaja cómo, cuánto y desde dónde quieras. A Musk no le interesa esta flexibilidad; prefiere el trabajo duro, rápido y bajo presión. Algunos empleados disfrutan de la lucha contra el reloj y saber que están dentro una compañía única al mando del empresario más prolífico del momento, pero otros muchos prefieren tener un puesto normal donde su oficio no sea incompatible con sus relaciones personales y su vida familiar.

The Information asegura que Crawford está ascendiendo en relevancia y responsabilidad dentro de Twitter tras la llegada de Musk. Lo mismo ha ocurrido con Yoel Roth, responsable de seguridad e integridad, que ha sido mencionado públicamente ya en varias ocasiones pese a sus tuits politizados del pasado, alegando que durante la legislatura de Trump había «nazis en la Casa Blanca».

Pese a todo, más productivos que nunca

El staff de Twitter nunca ha estado trabajando tanto y tan rápido. Le ha sido asignado complejas tareas en plazos récord, y muchos de los empleados de alto nivel ven en estos encargos un examen porque sus puestos pueden estar peligrando. Musk solo quiere estar rodeado de personas que trabajen mucho y trabajen bien, y piensa recortar 3.700 puestos de trabajo este mismo viernes para hacer la plantilla más eficiente y reducir los costes.

Hemos de recordar que Musk ha invertido 44.000 millones para comprar una red social que apenas da dinero. Tiene a los bancos encima, necesita aumentar ingresos, reducir costes y ofrecer los cambios necesarios para atraer centenas de millones de usuarios nuevos para que todo esto funcione. Ahora mismo está contra la espada y la pared, pese a que desde su cuenta de Twitter se dedique a hacer encuestas o solicitar a activista y política Alexandria Ocasio-Cortez que deje de quejarse y pague los $8 dólares que a partir de ahora costará su marca azul de usuario verificado.

Jack Dorsey, el fundador de Twitter, siempre consideró que la compañía estuvo asfixiada por una directiva que solo estaba interesada en mantener su puesto y cobrar y era reticente a innovar o convertir la red social en un protocolo. Con Musk al frente, habrá numerosos cambios y en plazos récord, ya que ya no es una empresa pública que deba rendir cuentas a los accionistas. Sí que tendrá que rendir cuentas a los bancos que le han prestado dinero y, sobre todo, con los usuarios de la red social. No le basta con que le den likes, necesita que le paguen para usar las funciones prémium que quiere presentar en las próximas semanas.

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