Estos días el cielo en muchos lugares en España se está llenando de esas típicas estelas de condensación que dejan los aviones a su paso. Y, como no podía ser de otra manera, los teóricos de la conspiración se han apresurado a advertir que se trata de chemtrails, rastros de productos químicos que delatan una fumigación secreta, ya sea para controlar el clima, para esterilizar a la población o para controlarnos la mente. Los medios los tienen claros, el objetivo depende del conspirador. Sin embargo, no hay absolutamente ninguna prueba de que lo que digan sea cierto. De hecho, si últimamente se ven tantas de estas estelas, es simple y llanamente porque las condiciones atmosféricas son propicias para que se formen.

Y es que para verlas no basta con el vuelo de un avión. La atmósfera debe encontrarse a una temperatura y una humedad adecuadas para que se generen esos pequeños cristales de hielo que dan lugar a las estelas. Además, si a eso le sumamos algo de viento, estas pueden extenderse, dibujando bandas más anchas y llamativas en el cielo.

Por lo tanto, si aumenta la frecuencia de líneas blancas algodonosas sobre nuestras cabezas, lo lógico es pensar que se está dando un cambio en las condiciones atmosféricas que propicia tanto que se formen como que se mantengan durante más tiempo. Se llama anticiclón (entre otras posibles situaciones), no chemtrails.

Primeras estelas en el cielo

Las estelas son nubes de cristales de hielo que se forman cuando el vapor de agua liberado por los aviones se condensa. Para que esto ocurra, la temperatura debe ser suficientemente baja y la humedad del aire suficientemente alta. Además, entran en juegos otros factores, como la presión atmosférica. De hecho, en la punta de las alas de los aviones se forman unos fenómenos parecidos, justamente porque a su paso se da una bajada abrupta de presión y temperatura que provoca que el vapor se condense.

Por lo tanto, las primeras estelas en el cielo no se observaron con los primeros aviones, sino con los primeros que volaron suficientemente alto para tener esas condiciones de presión y temperatura. Esto fue, en consecuencia, a principios del siglo XX. Sin embargo, en un principio no se vieron más que como algo curioso.

El problema llegó inicialmente con la Primera Guerra Mundial y después con la Segunda, ya que su aparición delataba el paso de los aviones de combate. Por ese motivo, los científicos militares comenzaron a buscar una explicación. Y no solo eso. También alguna forma de prevenir las condiciones bajo las que era más probable que se produjesen. 

Así, en 1953, un científico estadounidense llamado H. Appleman desarrolló una gráfica en la que se establecían a qué condiciones de presión y temperatura se formarían las estelas. Se describen tres estados: que se forme estela segura, que sea posible o que no pueda formarse. Esto se conseguiría, por ejemplo, variando la altura a la que vuela el avión. 

Gráfica de Appleman

Por aquel entonces, por lo tanto, las estelas de condensación, conocidas también como contrails, se consideraron un problema de estrategia bélica. Pero no un peligro químico. Eso llegó con la conspiración de los chemtrails mucho después. 

Chemtrails: el nacimiento de una conspiración

No se comenzó a hablar de chemtrails hasta los años 90, cuando se publicaron dos documentos que alentaron la conspiración. Por un lado, según explican desde Smithsonian Magazine, en 1991 se publicó la patente de un proceso para sembrar en la atmósfera superior partículas que reflejaran la luz solar, de modo que se evitaran los efectos del calentamiento global. Algo bueno, si fuese posible. Más tarde, en 1996, las fuerzas aéreas de los Estados Unidos publicaron un informe en el que se especulaba cómo los militares podrían desarrollar tecnologías de modificación del clima para 2025.

Ambos documentos en su conjunto sembraron la semilla de los chemtrails. Muchas personas se lanzaron a advertir que, si la tecnología era posible, ya podría haber comenzado. Y, para ellos, la prueba de que estaba sucediendo eran las estelas de condensación. Según estas personas, las estelas de los aviones deberían ser mucho más cortas y menos brillantes. El tema del brillo es algo quizás más subjetivo, pero la duración en el cielo es mucho más medible.

Supuestamente, los chemtrails son las estelas que permanecen largo tiempo en el cielo. Estas son cada vez más comunes. Pero, en realidad, no tienen nada que ver con ninguna fumigación.

La explicación científica

Las estelas duran más o menos en el cielo dependiendo, sobre todo, de la humedad del aire. Cuanto más elevada es esta, más tiempo se mantendrá. De hecho, según la Agencia Estatal de Meteorología, hay tres tipos de estelas de condensación o contrails

Las primeras, llamadas estelas de vida corta, son esas que desaparecen prácticamente a medida que se va el avión. Ocurren cuando la humedad en el aire es demasiado baja para alimentar la formación de cristales de hielo a partir del vapor de agua. El segundo tipo son las estelas persistentes que no se extienden. Se mantienen en el cielo durante mucho más tiempo, a veces durante horas. Sin embargo, tienen un tamaño más o menos fijo, que no se extiende. Estas se dan cuando la humedad en el aire es mucho más alta. Y, finalmente, si esta es aún más elevada, las estelas son tan estables que pueden ensancharse por el efecto de pequeñas turbulencias. Por lo tanto, no solo duran mucho tiempo, sino que pueden extenderse. Ese sería el tercer tipo.

De este modo, se desmiente la teoría de la conspiración de que las estelas duraderas son en realidad chemtrails. Pero esto no es suficiente para quienes creen en ella. También consideran que, desde que empezaron a fumigarnos, la aparición de estas estelas coincide con la detección de niveles elevados de sustancias como el bario, el aluminio, el calcio y el estroncio en la tierra y el agua de zonas bajo su influencia. 

El estudio que marcó la diferencia

Esto es algo que se analizó en un estudio publicado en 2016. En él, se encuestó a un panel de 77 expertos en ciencias atmosféricas y geoquímica sobre el origen de los chemtrails. Por un lado, se les preguntó si habían descubierto en algún momento pruebas de un posible programa de fumigación secreto a base de chemtrails. 76 de ellos contestaron que no. En cuanto al otro, señaló que en un lugar concreto había detectado niveles altos de bario para los que no tenía una explicación. Como no sabía cómo explicarlo, se tomó la posibilidad de chemtrails. No obstante, tampoco podía demostrar que se tratase de ese caso.

Por otro lado, en ese mismo estudio se pusieron a disposición de los expertos muestras de sedimentos de estanques, nieve y aire, supuestamente contaminadas por el efecto de los chemtrails. Sin embargo, estos mostraron que entre el 80% y el 89% de las mismas se podían explicar por fenómenos sencillos y bien conocidos. En cuanto al resto, de nuevo debemos tener en cuenta que el hecho de que no tengan una explicación sencilla no significa necesariamente que procedan de una fumigación.

Pero, además de todo esto, hay algo más que debemos tener en cuenta. Y es que, como bien explicó en The Conversation el profesor de la Universidad de Castilla la Mancha, Enrique Sánchez Sánchez, si se intentasen llevar a cabo estas fumigaciones sería muy complicado, ya que no se podría fumigar con precisión. Esto se debe a los vientos y turbulencias de la atmósfera. Dado que si una hoja cae de un árbol no podemos saber exactamente dónde aterrizará, sería imposible tener ese dato con un avión que vuela a 10 kilómetros de altura. Además, él recuerda que para fumigar a la población sería necesaria una cantidad enorme de aviones. ¡Y todo ello sin que nadie detecte nada más que los supuestos chemtrails!

Unsplash

Si no son chemtrails, ¿qué está pasando?

Está claro que cada vez se ven más de estas líneas en el cielo. Eso puede despertar el temor de muchas personas. No debemos olvidar que, más allá de quiénes disfrutan extendiendo conspiraciones que ni ellos mismos se creen, la mayoría de personas solo tienen miedo y desconocimiento. Y eso nos puede pasar a cualquiera.

Si nos encontramos con estos casos, la mejor forma de tranquilizarles es explicar que, en realidad, hay una explicación para el aumento de estelas que no tiene nada que ver con los chemtrails. Por un lado, en los últimos años se han dado cambios en la tecnología de los motores a reacción que pueden propiciar la formación de estelas. Por otro, cada vez hay más tráfico aéreo, por lo que aumenta la probabilidad de que aparezcan. Y, además, los cambios atmosféricos derivados del cambio climático pueden hacer que se mantengan más tiempo en el cielo.

Finalmente, podría tener cierta relación con la contaminación atmosférica. Para que se formen los cristales de hielo, estos necesitan un núcleo. Ese núcleo puede ser cualquier partícula del aire. No obstante, a más contaminación, más partículas. Si, además, hay mucha humedad, el vapor de agua seguirá sumándose a esos cristales en formación y cada vez estos serán más grandes y más estables. 

Por lo tanto, estamos poniendo la alerta en el lugar equivocado. Las estelas de condensación no son nada preocupante. Pero el cambio climático y la contaminación sí. Y eso no tiene absolutamente nada que ver con un sibilino plan de fumigación. El cambio climático se está gestando delante de nuestras narices y sí que es verdaderamente preocupante. Probemos mejor a poner el foco justo ahí. 

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