Se cree que todas las galaxias tienen en su centro un agujero negro supermasivo. Es decir, un agujero negro inmenso, cuya masa es del orden de millones a decenas de miles de millones de veces la del Sol. Sin embargo, los agujeros negros de masa estelar, son mucho más pequeños, con una masa de 5 a 100 veces la de nuestra estrella. Esto los hace mucho más comunes. Tanto, que se calcula que solo en nuestra Vía Láctea debe haber unos 100 millones de ellos. Aunque ese es solo el cálculo. La realidad es que apenas se han descubierto unos pocos. Eso sí, ahora acaba de descubrirse el más cercano a la Tierra hasta el momento: Gaia BH1.

Este es un hallazgo interesante porque su corta distancia a nuestro planeta permitirá investigar mejor los agujeros negros. Pero también porque, al contrario que la mayoría de agujeros negros detectados hasta el momento, este ya está apagado. Es decir, no se encuentra activo, engullendo material de una estrella compañera.

Dicha cualidad hace aún más importante su hallazgo, pues estos agujeros negros son más difíciles de detectar. Por suerte, la colaboración entre la nave espacial Gaia, de la Agencia Espacial Europea (ESA), y el instrumento Gemini Multi-Object Spectrograph, del Observatorio Internacional Gemini, hicieron posible algo que hace no tanto tiempo parecería ciencia ficción: detectar lo invisible.

El reto de encontrar agujeros negros inactivos

Los agujeros negros de masa estelar suelen formar parte de un sistema binario formado por ellos mismos y una estrella de la que se alimentan. Es decir, el material de la estrella es atraído continuamente hacia el interior del agujero negro. En ese proceso, el agujero negro se sobrecalienta y emite potentes chorros de material y rayos X. Justo esto último es lo que los hace fácilmente detectables, ya que muchos instrumentos están diseñados para detectar en el espacio anomalías en forma de potentes ráfagas de rayos X.

Ahora bien, cuando el agujero negro se inactiva, puede influir gravitatoriamente sobre su estrella compañera, sí. Pero ya no la atrae poderosamente hacia su interior. Y esto no es tan fácil de ver.

estrellas, lunares, cáncer de piel
Andy Holmes (Unsplash)

Un hallazgo sorprendente en el vecindario

En 2013, la ESA lanzó la sonda espacial Gaia con el objetivo de tomar en el espacio mediciones de tres tipos. Por un lado, medidas astrométricas, que incluyen las posiciones, distancias y movimientos anuales de las estrellas. Por otro, medidas fotométricas. Y, finalmente, medidas de velocidad radial.

Los cambios en algunas de estas medidas pueden indicar la presencia de unos objetos que estén influyendo gravitatoriamente sobre otros. Por eso, inicialmente no fue una sorpresa detectar cambios ligeros en el movimiento de una estrella ubicada en la constelación de Ofiuco, a 1600 años luz de la Tierra. Lo que sí resultó sorprendente fue que el objeto que supuestamente estaba causando esos daños era invisible.

Esto, lógicamente, lanzó la sospecha de que pudiese tratarse de un agujero negro, por lo que los científicos de Gemini se pusieron manos a la obra para confirmarlo. Pero tenían que hacerlo rápido, ya que solo sería posible tomar las medidas adecuadas en el punto de aproximación más cercano de las órbitas de ambos objetos. Para que eso ocurriera faltaba una semana y, si no llegaban a tiempo, tendrían que esperar un año. Pero lo lograron. Pudieron detectar los cambios en la velocidad de la estrella compañera y, a su vez, su periodo orbital. Además, teniendo en cuenta el tamaño de la estrella, también pudieron calcular la masa de ese objeto invisible que, efectivamente, se correspondía con un agujero negro de unas 10 masas solares.

Este ha sido un hallazgo emocionante, porque es la primera vez que se logra detectar uno de estos agujeros negros en las inmediaciones de nuestro planeta. Todos los agujeros negros relativamente cercanos se detectaron por la emisión de chorros de rayos X, lo cual indica que aún estaban activos. Como mucho, se habían detectado algunos sistemas binarios sospechosos de contener un agujero negro. Pero finalmente todos fueron desmentidos.

Este es el primero que se confirma y, por si no fuese suficiente, está tres veces más cerca de nosotros que el que hasta ahora poseía el título de agujero negro más cercano a la Tierra. Por lo tanto, es un doble gran hallazgo.

Eso sí, ahora que estos científicos saben que disponen de las herramientas adecuadas, no descartan encontrar más. Para hablar de inmensidad ni siquiera hay que ampliar hasta todo el universo. Nuestra propia vía Láctea es un pajar en el que aún quedan muchas agujas que encontrar.