En American Horror Stories: Bloody Mary, el terror de la conocida y siniestra leyenda urbana se convierte en una exploración de la cultura pop. Después de todo, el espectro que aparece para matar si alguien pronuncia su nombre tres veces frente a un espejo es parte de un legado generacional. En la serie de Ryan Murphy también lo es y es evidente que el realizador tomó cierta inspiración en Candyman, de Nia Da Costa, que también maneja el elemento del relato oral folclórico como punto de partida.
Tanto uno como el otro espectro son variaciones y consecuencias de la violencia. También de horrores mayores que construyeron a monstruos a la medida de un tipo de sufrimiento que profanó la inocencia.
Pero, en el argumento de American Horror Stories: Bloody Mary, el fantasma vengativo carece de la sustancia y la complejidad del esclavo asesinado que regresó por retaliación al que Nia Da Costa dotó de un nuevo rostro. De hecho, el guion obliga a su personaje a convertirse en una versión superficial de una tradición de terror mucho más amplia. Y lo que es aún peor, en una percepción menos elaborada, densa y peligrosa de lo que podría haber sido.
American Horror Stories: Bloody Mary
American Horror Stories: Bloody Mary corrió el riesgo de reinterpretar una figura tradicional del género de terror y lo logró en algunas de sus escenas más convincentes. Pero el resto son una combinación desordenada de slasher poco creíble y una historia de fantasmas que carece de misterio y estructura. Para su final, el episodio falla por las mismas razones por las que pudo triunfar. La necesidad de relatar una mirada a lo terrorífico bajo reglas novedosas. El capítulo carece de la audacia para cumplir con su propia premisa. Tal vez, su mayor error.
American Horror Stories: Bloody Mary, un cuento sombrío transformado en terror
Todo a pesar de que el episodio tiene todas las posibilidades de transformar a la tradicional y conocida Bloody Mary en una historia terrorífica. Desde el juego inquietante de la figura sobrenatural que se manifiesta para asesinar, hasta la amenaza que se cierne sobre un trío de adolescentes incrédulos. El escenario podría haber sido tanto el de una historia de terror sobrenatural como el de un slasher de primer nivel.
La trama intenta mezclar ambas cosas. American Horror Stories: Bloody Mary transita, durante sus primeros diez minutos, por la sensación urgente de que el mal está a punto de manifestarse. En el mejor de los casos, de mostrar el extraño contexto que lo rodea y, también, lo que puede suceder una vez que sea algo más que una amenaza.
Pero el argumento pierde tiempo — y sustancia — en largos diálogos explicativos sin sentido ni profundidad. Lo hace a medida que se adentra en esta presencia sobrenatural, a mitad de camino entre horrores colectivos y un elemento diabólico. La Bloody Mary de American Horror Stories: Bloody Mary es una figura tenebrosa que va en busca de víctimas. Pero, a la vez, es también una rehén de un ciclo interminable de percepciones sobre lo terrorífico.
La mirada fallida a una siniestra historia
El guion no logra equilibrar los dos puntos de vista con facilidad y, de hecho, hay momentos en que el relato se detiene en medio de la confusión. ¿El fantasma intenta cobrar venganza o ser reivindicado? ¿Cuál es el mensaje que busca expresar esta criatura a mitad de camino entre una pesadilla y un deseo no resuelto por la justicia? American Horror Stories: Bloody Mary no lo explica y uno de los mayores problemas del episodio es utilizar la metáfora de los espejos como una línea que se desliza hacia lugares oscuros de la mente humana. ¿Podría ser Bloody Mary solo la expresión más profunda sobre el terror? ¿Una forma de histeria colectiva?
Una premisa tan sugerente pudo convertir al episodio en una búsqueda de significado sobre la oscuridad. Pero no lo logra y, de hecho, buena parte de la narración se vincula a la idea de un juego del gato y el ratón a gran escala. Una vez invocada, Bloody Mary no puede ser detenida. Al contrario, solo se hace más fuerte a medida que asesina. Pero el guion, que ignora con demasiada frecuencia sus propias reglas, pierde una considerable efectividad al tratar de brindar trasfondo a su criatura.
Desde su origen en la esclavitud — quizás, uno de los momentos mejor relatados del episodio —, hasta la primera aparición del espectro. American Horror Stories: Bloody Mary toma el empuje del cuento folclórico para hacerse preguntas sobre la naturaleza del mal, lo temible y lo invisible. No obstante, poco a poco, el personaje se desdibuja hasta convertirse en una rara mezcla de amenaza anticlimática y presencia artificiosa. Tanto que provoca que el relato pierda efectividad, sentido y, finalmente, toda su cualidad como pieza de horror.
La noche de los espejos tenebrosos en American Horror Stories: Bloody Mary
American Horror Stories: Bloody Mary corrió el riesgo de reinterpretar una figura tradicional del género de terror y lo logró solo en algunas de sus escenas más convincentes. No obstante, el resto son una combinación desordenada de slasher poco creíble y una historia de fantasmas que carece de misterio y estructura.
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Para sus últimas secuencias, la profusión de espejos que reflejan el rostro del mal resulta tediosa. Y peor: destruyen la atmósfera que el capítulo creó con cuidado y buen gusto. Para su final, American Horror Stories: Bloody Mary falla por las mismas razones por las que pudo triunfar. La necesidad de relatar una mirada a lo terrorífico bajo reglas novedosas. Pero el episodio carece de la audacia para cumplir con su propia premisa. Tal vez, su mayor error.