En al menos dos escenas de Halloween: El final, que se puede ver en cines a partir del 14 de octubre, el guion hace un decidido intento por explicar el origen de lo maligno. Algo que ya exploró en el extenso y confuso epílogo de la película que la precedió. Pero, en este caso, la premisa va más allá. El argumento explica, con todos los recursos a su alcance, que la oscuridad — el impulso de matar — es mucho más que un crimen. Es una entidad con corporeidad propia, que se alimenta, sostiene y continúa a pesar de los esfuerzos para detenerla.
Por supuesto, una mirada semejante al universo de Halloween hace que las capas de dimensiones de su historia se hagan más profundas. Al menos, es la intención de la narración, que de inmediato deja claro que el escenario que mostrará será distinto. Han pasado varios años desde los acontecimientos de Haddonfield, los cuales se recuerdan entre el pánico vago de una pesadilla.
Halloween: El final
Michael Myers regresa en toda su potencia en Halloween: El final, pero la película falla al homenajear a un símbolo del terror. Tampoco logra rendir el prometido tributo a Laurie y el enfrentamiento entre ambos es corto, insatisfactorio y esquemático. El argumento avanza con rapidez hacia el punto en que la premisa sobre el mal que se extiende como un contagio tenebroso lo es todo. Pero, mientras intenta sostener una percepción semejante sobre lo intangible, descuida por completo el hecho básico de Halloween como saga. Myers es un asesino y Laurie el objeto de su necesidad insatisfecha, cualquiera que esta sea.
El rostro del horror en Halloween: El final
La muerte de un grupo de sus habitantes se convirtió en emblema de los horrores. Pero en Halloween: El final, Michael Myers, de nuevo, es un espectro, un fantasma que ronda el miedo colectivo. Gordon Green utiliza el recurso para elaborar, con cuidado, la idea de un pasado retorcido que roza lo interpretativo. A la vez, intenta brindar a la película la sensación de continuidad. El tiempo pasa, transcurre, el temor se desdibuja.
Entonces, el guion divaga y se derrumba en una narración inconexa y en varios momentos, contradictoria. ¿Esta es la historia del regreso de Michael Myers o una mirada a cómo podría el mal que representa extenderse más allá de su figura? No hay respuestas a la pregunta y, de hecho, en varios puntos, la trama no logra construir una idea concreta sobre su diálogo con el miedo. En particular, cuando todo el peso narrativo recae — otra vez — sobre Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) y su conciencia sobre lo que Michael Myers puede ser.
La superviviente definitiva es, también, el punto clave de una conclusión sobre un vínculo brutal y monstruoso que une al asesino y a su víctima. Sucede desde hace más de cuarenta años. También, en Halloween: El final como escenario de un enfrentamiento definitivo que llevará a la muerte o, incluso, a algo peor.
El miedo regresa al acecho
Halloween: El final tiene verdaderos problemas para afrontar la posibilidad de Myers como elemento del terror irracional. Una vez establecido que el asesino emparenta con lo inexplicable, la película necesita, ahora sí, completar la idea que esbozó su predecesora. Pero no lo consigue. Y quizás se deba a su apresurada necesidad de plantear que el escenario que muestra cambió, aunque no la amenaza que simboliza. Los horrores cometidos por Myers son espacios para la leyenda urbana. Un escenario que se desdibuja con el correr del tiempo.
Incluso para Laurie, que se recupera, como puede — en especial, de la muerte de su hija Karen —, e incluso comienza a escribir. Un recurso que Halloween: El final emplea para organizar el paso del tiempo en una saga desordenada en el ámbito de sucesos y eventos. El personaje, que Gordon Green convirtió en el centro medular de toda su trilogía, esta vez es, además, la memoria. El emblema de los supervivientes y, también, de la espera — agónica y silenciosa — del regreso del mal.
Pero lo que podría ser una idea ingeniosa y bien planteada se desvirtúa de inmediato. Ya sea porque el director maneja excesivos elementos para narrar un punto en particular o por su incapacidad para profundizar en cualquiera de ellos.
Halloween: El final y los confines del mal
La película es una combinación desacertada, débil y por momentos incomprensible sobre la posibilidad de las tinieblas interiores como un hecho tangible. No únicamente a través del asesinato, sino de cómo esa necesidad sangrienta de destrucción puede resultar contagiosa. De hecho, el primer tramo del argumento intenta justificarse a sí mismo, sin lograrlo, incluso en sus puntos más obvios.
¿Puede un criminal ser el centro de una obsesión colectiva? La respuesta, por supuesto, es afirmativa. Pero Gordon Green desea que la premisa sea mucho más que el anuncio de un enigma que se desentraña a fragmentos.
Que sea la posibilidad de que lo maligno se transmita de manera infecciosa y codiciosa. La idea se propone, pero de inmediato contradice lo ocurrido en Halloween: Kills. Si el mal es imparable, ¿por qué Laurie intenta detenerlo? La paradoja se repite una y otra vez, a pesar del intento del argumento por justificar la posibilidad.
Michael Myers convertido en el rostro de todos los horrores
De modo que, el guion no tiene otro recurso que subrayar sus obviedades con tanta frecuencia que cae en un ciclo interminable. Halloween: El final avanza con torpeza en una historia que toca diversos matices en su mirada sobre el horror. Laurie aguarda con la paciencia vigilante del que conoce la amenaza a la que se enfrenta. El tiempo transcurrió, sus temores no parecen sostenerse de otra cosa que sus heridas psicológicas. Pero su paranoia se hace cada vez más complicada de mostrar cuando la trilogía ya dejó claro que el peligro es real, latente y amenazante.
Por otro lado, los sucesos en paralelo son desordenados y apresurados. Su nieta Allyson (Andi Matichak), que perdió a sus padres en medio de una matanza brutal, recupera su vida con una inexplicable facilidad. Logró recobrarse, educarse y, ahora, se labra un futuro con esfuerzo. También, mira el pasado cierta distancia emocional que resulta, al menos, absurda. ¿No se enfrentó el personaje a una máquina imparable de matar? Sin embargo, eso no parece ser del todo importante para la ahora enfermera. Más extraño aún, cuando comienza una relación con Corey Cunningham (Rohan Campbell), cuyas implicaciones son tan claras como para ser obvias.
De hecho, uno de los puntos más complicados de Halloween: El final es su incapacidad para guardar sus secretos con habilidad. Eso, a pesar de guardar varios y que toda la trama dependa de la capacidad de Laurie, y después de Allyson, para descubrirlos. No obstante, la película cae rápidamente en lugares comunes y, cuando Myers hace su aparición, toda la atmósfera se desmorona en favor de su importancia.
El asesino que nunca muere en Halloween: El final
Fiel a su tradición de 44 años como el slasher más conocido del mundo cinematográfico, la película encuentra sus mejores momentos en la matanza. Al contrario que Halloween: Kills (desordenada, absurda y con un argumento que recorre puntos insólitos), su secuela es más precisa. Pero eso no mejora su capacidad para narrar todas las formas que Myers escoge para asesinar. En esta ocasión, la trama del pueblo es periférica, mientras toda la intención del asesinato, como línea central, se hace más clara.
Michael Myers regresa en toda su potencia, pero Halloween: El final falla al homenajear a un símbolo del terror. Tampoco logra rendir el prometido tributo a Laurie y el enfrentamiento entre ambos es corto, insatisfactorio y esquemático. El argumento avanza con rapidez hacia el punto en que la premisa sobre el mal que se extiende como un contagio tenebroso lo es todo. Pero, mientras intenta sostener una percepción semejante sobre lo intangible, descuida por completo el hecho básico de Halloween como saga. Myers es un asesino y Laurie el objeto de su necesidad insatisfecha, cualquiera que esta sea.
En conclusión, Halloween: El final resulta una confusión borrosa de hechos que apenas se vislumbran. Por supuesto, también vuelve al origen. ¿Es la muerte el final para los horrores que el argumento mostró con exaltado detalle? La película no lo afirma, pero deja entrever que la puerta no está cerrada del todo para otra mirada al miedo. Quizás, la peor traición de Halloween: El final a la esencia que sostiene la trilogía entera.