El Boeing 747 no solo fue el avión que revolucionó la historia de los vuelos comerciales, sino que también demostró una versatilidad envidiable. Esto le permitió, por ejemplo, ser adaptado a distintos proyectos que involucraron a la NASA. Desde transportar los orbitadores del transbordador espacial, hasta convertirse en SOFIA, un observatorio aerotransportado equipado con un telescopio infrarrojo. Este último fue una pieza crucial para algunos de los descubrimientos astronómicos más importantes de los últimos años, pero recientemente llegó al final de su vida operativa.
El pasado jueves 29 de septiembre, SOFIA voló por última vez y cerró una etapa de 12 años al servicio de la agencia espacial estadounidense. Lamentablemente, la noticia pasó prácticamente desapercibida fuera del ámbito científico. Algo que, ciertamente, no opaca sus logros, pero que sí deja la sensación de que el público general no pudo apreciar del todo lo espectacular de esta maravilla aeronáutica.
A lo largo de su historial, el Boeing 747 modificado completó con éxito más de 900 vuelos. Esto permitió descubrimientos impactantes, como el hallazgo de agua en la sección de la Luna iluminada por el sol, la detección del primer tipo de molécula que se formó en el universo, así como el estudio de eventos astronómicos fugaces en lugares fuera del alcance de los telescopios terrestres, entre muchos otros.
Por ello, queremos aprovechar estas líneas para recordar algunas de las características que hicieron único a SOFIA.
SOFIA, un Boeing 747 convertido en un observatorio aerotransportado
El caso de SOFIA es muy interesante por muchos motivos. Entre tantos, porque su vida operativa terminó siendo más corta que el tiempo destinado a su desarrollo. Como hemos comentado en el pasado, el proyecto estuvo a cargo de la NASA y el Centro Aeroespacial Alemán, o DLR. La iniciativa se puso en marcha en 1996, pero el Boeing 747 modificado entró en servicio recién en mayo de 2010; aunque fue en 2014 cuando alcanzó su capacidad operativa plena.
Esto quiere decir que los ingenieros tardaron 14 años en poner a SOFIA en el aire y 18 para explotar todo su potencial, pero la aeronave operó apenas durante 12. Vale aclarar, de todos modos, que la cancelación de esta misión no fue por falta de interés o problemas técnicos, sino (mayormente) a cuestiones de presupuesto. En abril pasado, la NASA y el DLR anunciaron que dejarían de volar el observatorio aerotransportado a más tardar el 30 de septiembre. ¿El motivo? Los resultados de la Encuesta Decenal sobre Astronomía y Astrofísica 2020 de las Academias Nacionales, que evaluó el trabajo del Boeing 747.
"El informe, que proporciona a la NASA recomendaciones revisadas por sus pares sobre el futuro de la astrofísica de Estados Unidos, concluyó que la productividad científica de SOFIA no justifica sus costes operativos", explicó la agencia. Además, indicaron que las capacidades de la aeronave y su telescopio integrado no estaban alineadas con las prioridades científicas establecidas para la próxima década y años posteriores.
Una aeronave impresionante
El elemento distintivo de SOFIA era, claramente, el modo en que los ingenieros lograron ubicar su equipamiento. El Boeing 747 contaba con una puerta en el costado izquierdo del fuselaje que se abría para revelar el telescopio reflector de 2,5 metros de diámetro y 17 toneladas de peso.
En su interior, la aeronave también incluía equipos e instrumental que permitían a los astrónomos capturar y analizar la información en pleno vuelo. Sus misiones consistían de tres o cuatro vuelos nocturnos por semana, y las tareas operativas y de mantenimiento estaban a cargo del Centro de Investigaciones de Vuelo Armstrong, en California. Durante sus visitas al hemisferio sur, en tanto, era habitual que SOFIA hiciera base en Nueva Zelanda, aunque también ha operado desde Chile.
Uno de los tantos desafíos que los desarrolladores del observatorio debieron superar fue el efecto que provocaría volar durante horas con la puerta abierta. Sin embargo, los pilotos del Boeing 747 ni siquiera lo sentían. Además, según la NASA, la estabilidad del telescopio era tal que equivalía a "mantener fijo un puntero láser sobre una moneda de un centavo a 16 kilómetros de distancia".
Los beneficios de un observatorio aerotransportado
Montar un telescopio en un Boeing 747 no fue una decisión que se tomó por capricho, ni por simple experimentación. Previo al desarrollo de SOFIA, la NASA ya había utilizado un avión como observatorio aerotransportado: el Kuiper Airborne Observatory, que funcionó entre 1974 y 1995 a bordo de un Lockheed C-141A altamente modificado.
SOFIA operaba a una altura muy superior a la de cualquier telescopio terrestre, incluso aquellos instalados en la cima de una montaña. El Boeing 747 alcanzaba unos 12.000 metros de altura y podía volar por encima del 90% del vapor de agua de la atmósfera terrestre. Esto le permitía sacar provecho de más del 80% del rango infrarrojo completo para realizar observaciones astronómicas.
Según explicó la NASA, toda la información generada por el telescopio de SOFIA se pondrá a disposición en los archivos públicos de la agencia. Esto permitirá que astrónomos de todo el mundo accedan a ella.
En cuanto al destino del Boeing 747 modificado tras su salida del servicio, aún no se ha tomado una determinación. Al tratarse de una aeronave perteneciente al gobierno estadounidense, se deben seguir ciertos parámetros para dar de baja el equipamiento y definir su futuro.
Paul Hertz, asesor principal de la Dirección de Misiones Científicas de la NASA, le manifestó a Simple Flying que, por protocolo, otras agencias gubernamentales tienen prioridad si desean quedarse con el avión. De todas formas, es improbable que se lo readecúe para otros fines. Si no aparece ninguna oferta, se trasladará al sector privado, donde seguramente terminará como pieza de museo.
"La astronomía infrarroja continuará en la NASA, sobre todo con el telescopio espacial James Webb. Pero las múltiples y diversas contribuciones de SOFIA a la ciencia ya han dejado su huella", dijo Hertz.