Los humanos somos bastante propensos a mirar solo hacia nuestro ombligo. Si la crisis climática no nos afecta directamente, creemos que estamos libres de todo mal. Sin embargo, con eso nos olvidamos de dos cosas. Por un lado, que el planeta no es solo nuestro. Lo compartimos con otras especies animales, que tienen el mismo derecho a estar aquí, y sí que están viendo sus poblaciones mermadas. Y, por otro, que ese declive, supuestamente ajeno, nos terminará afectando también a nosotros. Esto es algo en lo que están intentando incidir desde el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) tras la publicación de su último Informe Planeta Vivo.
En él, se muestra que, desde 1970, las poblaciones mundiales de vida silvestre se han desplomado en un 69%. Es una cifra brutal que pone de manifiesto la seriedad de los problemas medioambientales a los que nos enfrentamos. Dado que, como ya hemos visto, los seres humanos tendemos a movernos por egoísmo, WWF ha incidido en que, después de todos esos animales, podremos ir también nosotros. Al fin y al cabo, los humanos también formamos parte de un intrincado juego de piezas de dominó en el que, aun siendo los que empujamos la primera, podemos estar entre las últimas en caer.
Este es un problema que ya ha empezado, como bien muestran las cifras, pero aún hay tiempo de ralentizar su avance. No obstante, según ha explicado en una entrevista para IFLScience el Director Ejecutivo de Ciencia y Conservación de WWF-UK, Mike Barrett, no podemos esperar que la población tome medidas si sus gobiernos no hacen nada al respecto. Nosotros podemos poner de nuestra parte, pero se necesita una regulación desde arriba y no hay tiempo de sobra. Se deben tomar medidas ya.
Las especies animales más afectadas
El Informe Planeta Vivo de 2022 es el más extenso realizado hasta la fecha. En él se analiza la evolución desde 1970 de 32.000 poblaciones de especies de mamíferos, peces, anfibios, aves y reptiles. Se ha visto que las poblaciones más deterioradas son las que viven en ecosistemas de agua dulce, con un descenso promedio del 83%. En cuanto a las regiones, las más afectadas son el Amazonas y el Caribe, con un descenso del 94%, que se sitúa muy lejos del 18% de Europa y Asia Central.
Teniendo en cuenta la importancia que tiene el Amazonas para la supervivencia de todo el planeta, el deterioro de las especies que viven en él y que mantienen el equilibrio de sus ecosistemas es algo bastante preocupante.
¿A qué se ha debido este descenso tan grande?
Hay muchas causas. Sin embargo, según el informe de WWF, estas se pueden agrupar en tres grupos. Por un lado, el cambio climático. Los fenómenos meteorológicos extremos, así como el aumento global de la temperatura, está llevando a que muchas especies animales no den abasto para adaptarse. Se citan como ejemplo los arrecifes de coral, que sucumben al drástico aumento de las temperaturas oceánicas, y los frailecillos de Reino Unido o los pingüinos de la Antártida, para los que el calentamiento global se vuelve insoportable.
En el segundo grupo nos encontramos con la destrucción de los hábitats, con la deforestación a la cabeza. Es importante tener en cuenta que los bosques albergan más de la mitad de la biodiversidad del mundo. Ayudan a fijar el exceso de dióxido de carbono de la atmósfera, disminuyendo las temperaturas y ayudando a combatir el calentamiento global. Además, nos aportan agua potable, alimentos y protección contra las inundaciones. Si ellos caen, nosotros caemos con ellos. De momento, multitud de especies que viven entre sus ramas ya han empezado su declive, pero es cuestión de tiempo que nos llegue nuestro turno.
Finalmente, el último grupo de causas de la caída de las especies animales es la alimentación. Lógicamente, los seres humanos tenemos que alimentarnos. No obstante, mantenemos un modelo de obtención de alimentos intensivo e insostenible que está mermando las poblaciones a pasos de gigante. Según cita el informe, “la producción de alimentos ha causado el 70% de la pérdida de biodiversidad en la tierra y el 50% en el agua dulce”. Además, “es responsable de alrededor del 30% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero”.
¿Qué podemos hacer?
Para WWF, primer paso para solucionar este gran problema es asumir que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad no son dos cuestiones separadas. El peso de cada una de ellas recae sobre la otra, por lo que deben tenerse en cuenta en su conjunto.
Por eso, si bien es importante reforzar las tareas de conservación de especies animales implantadas en todo el mundo, también es necesario modificar la forma en que producimos y consumimos, especialmente en lo referente a alimentos y energía. Se deben buscar las opciones con el menor impacto posible en los ecosistemas y, para ello, como bien recuerda Barrett, son los gobiernos los que tienen la última palabra.
Sin embargo, también hace un llamamiento a la población. No solo para que llevemos a cabo esos pocos pequeños gestos que pueden ayudar a frenar parte del problema. También para que salgamos a la calle y pidamos a nuestros gobernantes que lideren ese cambio tan necesario para resolver todo aquello a lo que no alcanzarían nuestros pequeños gestos.
No debería ser necesario hacer un llamamiento al egoísmo del ser humano. Pero no olvidemos que estamos en esa hilera de piezas de dominó. Que nosotros caigamos es cuestión de tiempo. Aunque solo sea por eso, las cifras de este informe nos muestran que ya es hora de tomar medidas.