La muerte de Isabel II y la sucesión en el trono de su hijo, Carlos III, están desenterrando algunas de las tradiciones más pintorescas de la Corona de Inglaterra. Una de ellas es la de darle al monarca recién coronado un pastel de lamprea, un antiquísimo pez alargado, sin mandíbula ni escamas, cuya principal afición es parasitar a otros peces y succionarles la sangre. Así descrito no parece muy apetecible, pero la tradición es la tradición.

Isabel II también comió pastel de lamprea en su coronación e incluso se le sirvió durante su jubileo de diamante. Antes de ella, decenas de reyes de Inglaterra hicieron lo propio. Incluso hubo uno, Enrique I, que murió supuestamente por comer demasiado pastel de lamprea.

Eso es lo que cuenta un historiador de la época, pero a día de hoy no podemos saber si fue esa la causa de su muerte. Lo que está claro es que aquel fallecimiento no frenó la tradición; que, aun sufriendo algunos cambios, ha llegado hasta hoy. Ahora le toca a Carlos III comer el pastel de lamprea y a nosotros recordar un poquito de su historia.

Cuando la lamprea se consideraba un manjar para ricos

La lamprea es un animal muy antiguo. Se han encontrado fósiles con 360 millones de años de antigüedad y, si bien algunas especies están extintas, las que permanecen hoy en día no distan mucho de sus antecesoras.

Quizás sea ese el motivo por el que, junto a su preciada carne, durante siglos la lamprea se convirtió en un manjar que solo podían degustar las personas ricas y poderosas. Desde los antiguos romanos hasta los vikingos, todos disfrutaban de su carne, que podía comerse sola o cocinada en forma de pastel.

Además, en la Europa medieval se permitía comer lamprea en los días de ayuno, por lo que pasó a convertirse en un alimento típico de la Navidad. El día antes de esta jornada festiva se consideraba de ayuno, por lo que aquellos que se lo podían permitir aprovechaban para disfrutar de la carne de lamprea. Siguiendo esta costumbre, la ciudad de Gloucester inició la tradición de regalar un pastel de lamprea al rey de Inglaterra cada año, con motivo de la Navidad.

Cabe destacar que muchas especies de lamprea viven en agua dulce. Puesto que la ciudad está construida al margen del río Severn, tenían un buen acceso para pescarla. No obstante, regalarla suponía un esfuerzo económico, por lo bien valorada que estaba su carne. Por eso, llegó un momento en el que no se siguió la tradición. Fue en el año 1200, bajo el reinado de Juan I, quien optó por sancionar a toda la ciudad con una multa de 40 marcos, por negarse a ofrecer el típico pastel de lamprea.

De Enrique I a Carlos III

Poco antes del enfado de Juan I, otro rey, Enrique I, había muerto supuestamente por el consumo de pastel de lamprea. 

Su médico le había encomendado no tomar la carne de este animal, pues enfermaba siempre que lo hacía. Podría ser por alguna intolerancia personal o simplemente porque los altos niveles de grasa de su carne podrían empeorar algunas de las enfermedades que padecía. Pero el monarca hacía oídos sordos, seguía comiendo y, finalmente, tras uno de sus atrevimientos con el pastel de lamprea, acabó enfermando y muriendo.

Aun así, y a pesar de la multa de 1200, la tradición de regalar pastel de lamprea a los monarcas en Navidad siguió manteniéndose hasta el siglo XIX. Entonces, terminó desechándose por el alto precio de su carne. No obstante, en algunas situaciones especiales, como coronaciones o jubileos, Gloucester ha seguido ofreciendo el regalo.

Isabel II recibió un pastel de lamprea en su coronación, en 1953. Los peces para prepararlo los suministró una empresa con sede en Gloucester, pero fueron pescados en Grimsby. 

Más tarde, en 2012, con motivo del jubileo de diamante, se le volvió a regalar un pastel. No obstante, en esta ocasión hubo que pedirlas a Estados Unidos.

Tiit Hunt (Wikimedia Commons)

¿Especie invasora o en peligro?

La contaminación de los ríos de Inglaterra ha llevado a que las poblaciones de lamprea caigan notablemente. Por eso, para evitar su extinción, su pesca está prohibida sin la más mínima excepción. Este es el motivo por el que la ciudad de Gloucester no tuvo opción de pescar una lamprea para Isabel II en su jubileo de diamante.

Pero tenían una opción B. Tras investigar la situación del pez en otros lugares del mundo, supieron que en los Grandes Lagos de América del Norte las lampreas se habían convertido en una especie invasora, que estaba haciendo peligrar a otras especies de peces autóctonos. No olvidemos que es un pez que parasita y mata otros peces, succionándoles su sangre, por lo que era todo un quebradero de cabeza.

Al conocer esta noticia, desde Inglaterra se pusieron en contacto con la Comisión de Pesca de los Grandes Lagos, cuyo portavoz, Marc Gaden, se mostró encantado de poder mandarles algunos ejemplares. Ambos países llegaron a un acuerdo, que finalizó con el envío de un kilo de carne de lamprea congelada hasta Reino Unido.

Allí, se preparó el pastel que se sirvió a la reina en su jubileo. Pero, curiosamente, después de todo aquel periplo, ella no lo comió. Supuestamente, y según se declaró desde la Casa Real, todo fue por razones de seguridad. Quizás no querían que le pasase como a Enrique II.

¿Hará ahora Carlos III traer un kilo de carne de lamprea desde Estados Unidos para no llegar a probarlo? Tendremos que esperar para saber si esta vez también prima la seguridad.