El tercer episodio de La Casa del Dragón atravesó tres lugares distintos a la vez. A un extremo, la guerra devastadora y en apariencia perdida en Los Peldaños de Piedra, las hostiles islas en el Mar Angosto. Al otro, los debates del poder, en el que los hijos de Viserys I son apenas piezas en un tablero más amplio. En el centro, el dilema de la sucesión con Rhaenyra convertida en un tema crítico, incómodo y problemático.
El regente Targaryen logró asegurar su descendencia gracias a su matrimonio con Alicent Hightower y engendrar a Aegon, un hijo varón. Con inteligencia, el guion de La Casa del Dragón mantiene fuera de pantalla los detalles sobre el compromiso y posterior matrimonio. Dos años han transcurrido desde que el Rey tomó como esposa a la hija de su confiable Mano. El cambio en Los Siete Reinos es evidente. Con un heredero varón y otro en gestación, la sombra de la debilidad parece haber desaparecido del círculo del Trono de Hierro. Al menos, en lo que se refiere a los puntos más concretos que se debaten dentro y fuera de la corte.
Pero no todo es tan sencillo. Las fisuras en el mandato de Viserys son más claras que nunca y el episodio profundiza en ellas con despiadada claridad. Rhaenyra, una joven en edad de desposarse y apenas sostenida por la promesa de su padre para reinar, es un problema en la estabilidad del Reino. La obligación comienza a ser un peso sobre la princesa de La Casa del Dragón, que insiste en no obedecer los mandatos inevitables de su rango.
“Ni yo puedo desafiar a la tradición y a los dioses”, grita Viserys cuando su hija deja claro que no desea contraer matrimonio. Pero la frase abarca mucho más. La heredera al trono debe asegurar su posición como pueda o, en el mejor de los casos, con una habilidad política estratégica. En especial, al estar en un equilibrio tan precario como para que su futuro, dependa de las decisiones de su padre. Un hombre aturdido por la trepidante sucesión de hechos a su alrededor.
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Un reinado turbulento en que el ojo de la tormenta es una amenaza
Dos años han transcurrido desde que Viserys enviudó y tomó la decisión de apartar a Daemon de su posible sucesión. Un cisma en la familia Targaryen que no pasa desapercibido para cortesanos, nobles y los grandes líderes de las distintas Casas. Viserys I se vio en la obligación de nombrar una heredera mujer que tranquilizó las preocupaciones más inmediatas, pero no ofreció respuestas a futuro.
También contrajo matrimonio con la discreta Alicent, algo que solo logró enfurecer a Corlys Velaryon y aumentar las tensiones en Los Siete Reinos. Con la guerra de los Peldaños de Piedra convertida en un riesgo mayor y cada vez más punzante, el regente no tomo decisiones astutas, sino emocionales.
Sin duda, apuntaló su posición y sostuvo como pudo una situación complicada que le permitió tomar un respiro. Pero Los Siete Reinos aguardaron desde la impaciencia y con una presión invisible sobre los hombros del Rey. Una heredera mujer vinculó a los territorios en una figura concreta en una circunstancia complicada. Sin embargo, no era una decisión que pudiera solventar las grietas bajo los pies de Viserys: la sucesión compromete la lealtad al trono y la integridad del reino. Un heredero indiscutible es imprescindible.
Ahora, con dos hijos y uno en camino, la posición de Viserys es aún más complicada en La Casa del Dragón. Las Casas reclaman una decisión según la tradición. “No sé cuál será el trayecto, pero el final es el mismo”, insiste Otto Hightower con una severa convicción: “Aegon será el Rey”. Incluso, La Mano maniobra para que el poder sea una línea que anude los diferentes vínculos del poder en un solo lugar. “Comprometa a su hijo e hija”, sugiere a Viserys. La larga línea de incestos de Targaryen harían la decisión no solamente deseable, sino imprescindible. Mucho más con Daemon convertido en un espectro violento que lucha a la periferia junto a un adversario poderoso.
Un Rey tímido, un reino reacio, una princesa rebelde
Pero Viserys duda. Su lealtad hacia Rhaenyra es un peso emocional que evita que tome la decisión que le apuntalaría el Trono de Hierro y sofocar cualquier rebelión. La princesa heredera es el rostro de todos los problemas que atraviesa el regente, cada vez más confuso, abrumado y torpe. Sus titubeos son el símbolo de los espacios en lo que su nombre se tambalea en puntos distintos y complicados.
La incapacidad de Viserys para sobrellevar las presiones que le rodean se muestran muy claras en el tercer capítulo de La Casa del Dragón. El argumento utiliza un escenario cortesano para detallar hasta qué punto el monarca carece de la habilidad para lidiar con las exigencias. Sentado en un trono de hierro con dragones tallados, Viserys bebe mientras se le agobia con demandas. ¿Cuándo contraerá matrimonio La Princesa, deleite del Reino? ¿Cuándo se tomará la decisión inevitable de brindar a Aegon la posibilidad de gobernar?
“Todos suponíamos sería inevitable”, dice Jason Lannister, el primer miembro de La Casa del león en aparecer. También en dejar claro que ahora Rhaenyra necesita ser comprendida como un mal menor que debe ser apartada con discreción. “En Casterly Rock podría soportar lo que vendrá”, dice el pretendiente a la mano de la Princesa sin disimular las intenciones de su familia. Viserys, agobiado, aplastado, se resiste. Muestra de nuevo su necesidad de proteger a su hija. Pero en cada ocasión en que Rhaenyra es un tema a debatir, el poder de Viserys se tambalea, se hace más duro de sobrellevar. Más complicado de sostener.
El dolor, el miedo y la búsqueda de respuestas en La Casa del Dragón
Rhaenyra, que conoce su frágil posición, reacciona con rebeldía. La herida del matrimonio con su otrora confidente le resulta insoportable. Pero más allá de eso, también debe enfrentar que solo es un elemento que estorba en un escenario mayor. La heredera sabe que Aegon es el candidato ideal para el Trono de Hierro. A pesar de tener dos años, es un hombre y con eso supera todas las posibles virtudes de su hermana mayor. La injusticia convierte a la Princesa en víctima de una osadía fatídica, desgarrada y pesarosa.
¿Puede Viserys tomar la determinación que se muestra como necesaria de apartar a Rhaenyra del Trono de Hierro? El episodio de La Casa del Dragón se concentra en que el amor hacia su hija mayor hace que el Rey deba plantearse preguntas incómodas. Para ninguna tiene respuesta, tampoco tiene una forma de asumir la confrontación que vendrá o contra la que deberá luchar. Rhaenyra, que mató un jabalí con sus propias manos y tropezó con el mítico Ciervo Blanco, está rodeada de la fortaleza de la cólera. Su padre, que apenas pudo matar a una presa mayor y que no puede evitar el miedo por el futuro, es en contraste un regente frágil.
Mucho más cuando Otto Hightower presiona desde las sombras para que la sucesión ocurra. Lo más rápido posible. De la forma más ventajosa. Quizás, La Mano del Rey es el único que sabe con claridad lo que se avecina, de manos, como no, de Daemon Targaryen. Entre las Casas, que debaten en voz alta y sin tapujos que el dilema de la sucesión quedó resuelto con el nacimiento de Aegon. En medio del seno de la familia real, en el que un heredero varón y posiblemente la llegada de segundo, resuelve las preocupaciones del monarca. Pero todavía más duro de sobrellevar, es el hecho que Viserys es un Rey débil. Uno que tiene un hermano fuerte, violento y sanguinario, decidido a vencer.
Una guerra de fuego sobre un mar violento
En Los Peldaños de Piedra la situación no puede ser peor. Daemon pierde la guerra contra el sanguinario Craghas Drahar, el llamado “alimentador de cangrejos”. Corlys Velaryon lucha junto a su hijo y hermano, además de los recursos Targaryen, pero la batalla parece perdida. Un punto de ruptura que podría poner en una situación —aún más— débil al reinado de Viserys.
De modo que el Rey toma una decisión que postergó por dos años. Apoyar a su hermano en una lucha sin cuartel contra un enemigo sagaz, que superó en astucia a un ejército preparado. El guion muestra con habilidad como lo que parece una serie de escaramuzas lejos del denso poder de Desembarco del Rey, es un peligro. Tan complicado como para que pueda poner en riesgo la red de suministros del Reino. El regente toma una decisión que asume magnánima cuando en realidad es una muestra de compasión que Daemon no aceptará.
Enviar ayuda a una guerra que ignoró por años es un gesto de buena voluntad, agrio y cruel. De hecho, la condescendiente actitud de Viserys con Daemon es lo que se convierte al conflicto en el escenario más urgente a futuro. La llegada de una misiva real, casi indulgente, empuja al heredero despojado a enfrentar con todas sus armas y a costa de su vida, al enemigo.
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Al final, el fuego reinará en La Casa del Dragón
El resultado es un triunfo violento, formidable y que mostró todas las capacidades —y la temeridad de Daemon—, en medio de la presión. Además, del hecho de que Los Peldaños de Piedra pasaron de ser un punto remoto a un espacio necesario. Uno que determinará el poder de Daemon en lo sucesivo y su influencia en Desembarco del Rey.
Tres escenarios se mueven ahora en La Casa del Dragón. El del Rey que debe tomar una decisión sin atreverse a hacerlo. El de la Princesa que necesita encontrar una forma de aferrarse a su derecho. Por último, un enemigo formidable que acaba de forjarse en fuego y sangre. Viserys, Daemon y Rhaenyra lucharán por el Trono de Hierro. Solo uno triunfará. La gran pregunta es qué armas utilizarán para lograrlo.