Predator: La Presa consiguió lo impensable: brindar interés a una franquicia con entregas de cada vez menos calidad. La película de Dan Trachtenberg, ya disponible en Disney+, es una propuesta interesante y ágil que supo comprender el sentido de una premisa basada en el poder. La criatura, esta vez enfrentada a enemigos que le plantarán cara y contra los que deberá luchar en condiciones de igualdad, se reinventa. El resultado es una visión novedosa de un argumento cliché que sorprende por el buen hacer de su tono narrativo. 

La película es un añadido bienvenido. La saga Predator es una de las más exitosas del género de acción. También una de las que sufrió mayores traspiés en su calidad y propuesta durante las últimas décadas. La serie atravesó casi todos los registros posibles y se convirtió en una mezcla variopinta de miradas sobre una criatura poderosa de habilidades temibles. Pero en varias ocasiones, las producciones abandonaron su interesante punto de vista por otros más ligeros, espectaculares o efectistas. 

Predator: La Presa vuelve al origen para dotar a la criatura de un sentido del poder deslumbrante. Ambientada trescientos años atrás en el territorio Comanche, atraviesa varios de los puntos más importantes de la franquicia. Al otro extremo, se permite la libertad de experimentar con soltura. El resultado es un segundo aire para la saga y, a la vez, una reinterpretación de sus principales símbolos.

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Con el éxito de la última entrega, solo podemos preguntarnos cuál es la peor película de la franquicia Predator. ¿Y la mejor? Te dejamos el orden definitivo según su calidad de la serie de films, de peor a mejor.

Predator (2018)

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Después de varios intentos fallidos por recuperar la calidad de la saga, Predator llegó al cine con la promesa de revitalizar la historia. Se trató de un experimento fallido que combinó humor y acción a partes iguales con resultados cuestionables. Dirigida por Shane Black, el argumento prescinde por completo de la idea del guerrero espacial para apuntar a un monstruo genérico. 

De hecho, es una de vergonzosa oportunidad perdida que convierte al Depredador en una mezcla de alienígena imparable y figura salvadora. En lugar de profundizar en alguno de los extremos, el guion opta por mezclar ambos con un resultado confuso y a menudo, débil. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, también hay líneas narrativas que no llegan a ningún lugar, chistes fuera de lugar y escenas incompletas. A eso habría que añadir un sentido de lo espectacular casi infantil que, la mayoría de las veces, rompe la tensión interna del film. 

Al final, Predator es un mecanismo defectuoso que intenta reconstruir al rasgo que definió a la saga con una incómoda torpeza. Una irrisoria perspectiva al género que deja mucho que desear y que, en el mejor de los casos, aclara que era lo que no necesitaba la saga.

Predators (2010)

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La franquicia atravesaba uno de sus peores momentos y la respuesta fue crear un híbrido entre cine de acción, suspense y algo de gore. El director, Nimród Antal, intentó combinar la fórmula de un grupo de desconocidos sometidos a un riesgo extremo con la premisa de Predator. A eso añadió, y sin el menor pudor, la percepción de un peligro que sobrepasaba a cualquiera de las víctimas en riesgo. Y por último, como si el guion ya no estuviera sobrecargado, añadió un estudio apresurado acerca de la sociedad alienígena de la cual procede la criatura. 

La mezcla sin sentido terminó en una de las producciones más flojas de la saga. Que, a pesar de tener un elenco de estrellas que incluía a Adrien Brody y a un desaprovechado Laurence Fishburne, carece de toda lógica interna. La película va de un lado a otro, en medio de asesinatos sangrientos, persecuciones sin el menor interés y al final, una revelación ridícula. Eso, mientras los personajes intentan sobrevivir sin armas, conocimientos o, mucho menos, la más ligera oportunidad de hacerlo.

La saga Predator siempre celebró el poder. Pero esta vez dejó el sentido de la fortaleza, en una dimensión confusa de reflexiones contrapuestas. Una decisión argumental que convirtió a la película en un despropósito de principio a fin. 

Alien vs. Predator (2004)

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La franqucia Aliens vs. Predator nunca las tuvo todas consigo. Sin embargo, es este esperpéntico intento de tono épico su momento más vergonzoso. La versión de Paul W. S. Anderson, que muestra el enfrentamiento entre la criatura alienígena imaginada por Giger y Predator fue un desatino desde la primera escena. En un intento de unir todas las historias, la película comienza por establecer que hay un punto central en que confluyen las tramas de ambas sagas.

Craso error. No solo porque la intención queda a medias — jamás queda claro el vínculo misterioso entre cazador y su peligrosa presa — sino por su torpeza. La ejecución no profundiza en cómo la especie Predator decidió que una lucha a mano limpia con una criatura virtualmente incontrolable era viable. Y a pesar de que el argumento explora como puede la salvedad que se trata de un ritual de paso, el punto se desvanece en imprecisiones. ¿Por qué no hacerlo en su planeta? ¿Por qué aguardar cientos de años para un entrenamiento que con toda seguridad terminará con la muerte del nuevo cazador? 

Si el guion tiene blancos apreciables y blanduras injustificables, el apartado cinematográfico es aún peor. En medio de una exploración subterránea a lugares inexplicables con un doloroso aspecto de cartón piedra, la película pierde su poca solidez. Al final, el tan esperado encuentro entre las dos especies más poderosas y letales terminó en escenas sin mayor trascendencia. Quizás, el mayor problema en medio de una narración sin alicientes que se derrumba bajo su propio peso. 

Aliens vs. Predator 2 (2007)

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Al parecer, algún ejecutivo pensó que era buena idea dar continuidad a la fallida historia de Aliens vs. Predator. Pero esta vez, en lugar de una batalla milenaria en terrenos de lo mítico, la producción decidió dar un tono menos grandilocuente a la historia. Y añadir un poco de gore para dejar claro que sus criaturas eran peligrosas. Sin embargo, al parecer, nadie creyó que la combinación de la fórmula del pueblo pequeño con un hecho terrorífico a cuestas necesitaba un buen guion para sostenerse. Aun así, es más sólida y mejor construida — en lo básico — que su predecesora. 

Uno de los principales problemas de Aliens vs. Predator 2 es la falta de ambición. El dúo de directores Greg y Colin Strause replantean la idea del enfrentamiento entre dos especies antagónicas desde lo pequeño. Y el cambio de registro habría funcionado de no ser por incluir todo tipo de clichés sobre desastres en lugares diminutos. Cazadores furtivos que confunden la huella de una criatura con un alienígena, apagones, matones callejeros. No hay nada que el argumento no incluya en mitad de una premisa que debería enfocar su entusiasmo exclusivamente en el enfrentamiento en sus criaturas.

Y cuando finalmente llega (y tarda lo suyo), es frío pero bien coreografiado. ¿Lo mejor? Que el Predator demuestra su astucia sobre el campo de batalla y su poder en más de un sentido. ¿Lo peor? Los espantosos efectos digitales que rodean a Alien, convertido en una serie de movimientos erráticos que buscan generar misterio. 

Predator 2 (1990)

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En medio de un enfrentamiento territorial entre narcotraficantes y el verano más duro de la década, Predator encuentra su coto de caza perfecto. Más interesante aún, con la ciudad de Los Ángeles convertida en un terreno temible para la exploración. La secuela inmediata de la película original es inteligente, con escenas de acción brillantes y un sentido de la acción sofisticado.

Pero lo mejor es que el director Stephen Hopkins supo enaltecer la naturaleza específica del extraterrestre como cazador. Además, añade los primeros elementos antropológicos de la criatura y deja claro que no se trata solo de un alienígena. Se trata, también, de una criatura poderosa, miembro de una raza en la que cazar es una forma de estilizado arte. 

Uno de los puntos más intrigantes de la película es su atmósfera. Los Ángeles es una ciudad descarnada y violenta. Además, es un escenario cada vez más complicado. Y mientras la policía y agentes federales tratan de descubrir la identidad de un cruel asesino misterioso, el argumento juega con la idea de la amenaza. A diferencia de las siguientes entregas de la franquicia, en esta ocasión el Predator es una presencia ominosa que se mueve entre las sombras. Y que cuando finalmente revela su identidad, se sustrae de la habitual mirada aparatosa sobre su naturaleza inexplicable. 

Hay algo de escenario casi distópico en las secuencias que permiten al extraterrestre mostrar su potencial como asesino. La ciudad, radiante, arrasada por la temperatura y tensa, es un personaje por derecho propio. Pero en especial, la historia gana peso en la medida que se asume como una reconstrucción de un peligro inimaginable. Su punto más alto.

Predator: La Presa (2022)

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La más reciente adición a la franquicia es también la que tiene la ejecución más brillante, mejor guion y un acentuado sentido del misterio. El director Dan Trachtenberg logró trasladar el escenario del mítico enfrentamiento con un depredador mayor y superior al ser humano a nuevos espacios. Y hacerlo, desde la connotación del género del horror. El resultado es una audaz premisa que supera por mucho a cualquiera de las más recientes de la saga. También una bocanada de aire fresco que sorprende por su habilidad narrativa. 

Cuando la criatura se enfrente a guerreros de la tribu comanche, deberá medirse por primera vez con cazadores a su altura. Pero lo que es aún más interesante, con una versión sobre la amenaza que le pondrá frente a frente con adversarios complicados de vencer. 

La película, bien ambientada y mejor resuelta a nivel cinematográfico que buena parte de la franquicia, es deudora directa del suspense. Sin embargo, también hay una buena dosis de acción que permite reconstruir la batalla entre dos razas desde la inteligencia. Un añadido inesperado en producciones de esta naturaleza. 

Predator (1987)

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Sin duda la mejor, más completa, mejor ejecutada e ingeniosa de todas las películas de la saga. El director John McTiernan crea un escenario inquietante para su criatura, pero evita que sea evidente. De hecho, durante su primer tramo, la película cumple fielmente con la premisa del cine de acción. Un grupo de rudos militares se enfrentan a la selva, con todos sus peligros y misterios. Claro está, es evidente que algo más les acecha. Aun así, la presencia no es obvia, ni el guion se prodiga de inmediato a su identidad.

Con la estrella Arnold Schwarzeneger en su mejor momento, el guion depende de su fortaleza. El grupo que le acompaña comienza el recorrido en una misión que pronto se convertirá en algo más cruel. El Predator es un monstruo, pero también una amenaza espectral que enlaza con miedos primigenios e incluso con la superstición.

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Eso, porque aunque la producción pertenece al género de acción, tiene la suficiente intuición para no dejar pasar la oportunidad de profundizar en su criatura. En toda su rareza, violencia y sofisticación. Hacerlo con precisión y un sentido del miedo que convierte al film en el mejor de la larga saga y ejemplo para el resto de las películas a las cual dio origen. 

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