La casa del Dragón de HBO se asegura, desde sus primeras escenas, en dejar claro que proviene de la célebre Juego de Tronos. De hecho, inicia aclarando que los sucesos que narrará ocurren 172 años antes del nacimiento de Daenerys Targaryen. Es evidente, que la trágica reina, cuya historia atravesó a Poniente (Westeros) con el último rastro del fuego de la violencia, es un referente enorme.

Tanto como para que la precuela de la saga de George R.R Martin apuntale su recuerdo de inmediato. En una sobria explicación, la serie comienza su andadura por la televisión dejando claro de dónde proviene. Y probablemente, la importancia que tendrán las comparaciones en su trama en adelante. 

No se trata de una precisión menor o casual. El éxito de Juego de Tronos marcó una década entera y convirtió a sus personajes en hitos de la cultura popular. De modo que La Casa del Dragón no ignora el fenómeno. Lo lleva a otro nivel y lo pondera desde una perspectiva distinta desde lo esencial.

Si el Poniente de Robert Baratheon era oscuro, tétrico y con cierto aire decadente, el reino gobernado por los Targaryen tiene una vitalidad evidente. Y al menos, en sus primeros cinco capítulos, intenta distanciarse como puede — no siempre de manera efectiva — de la narración que le precedió. 

La casa del Dragón

Si Juego de Tronos apelaba a una atmósfera oscura, contenida y cruel, su precuela tiene problemas para definir la suya. Y aunque la producción dobla la apuesta en violencia, sexo explícito e intrigas palaciegas, el resultado se queda corto en comparación con su célebre predecesora. Un peso que intenta sobrellevar sin lograrlo y que la convierte, en algunos de sus momentos más bajos, en una peculiar imitación lujosa de una producción mucho más compleja y elegante.

Puntuación: 4 de 5.

La casa del Dragón, un tablero gigantesco de piezas singulares

Desde la estética a la forma de narrar su argumento. La producción de HBO Max, enlaza su esencia con un recorrido hacia un contexto familiar complicado. Las voces que mostrarán la genealogía violenta y enloquecida de los hombres capaces de montar a la grupa de un dragón, comienza por una escena doméstica.

Una voz que cuenta el asombro de la sangre poderosa que les hace reinar, por la fuerza de la espada y la autoridad, en un territorio hostil. Y será esa mirada a las instancias de las intrigas del reino, desde los misterios que le rodean, la tónica dominante a medida que la premisa avance. 

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El nombre de los Targaryen se invocaba con horror en Juego de Tronos, una leyenda negra, sangrienta y temible. En La casa del Dragón, son superpresencias más cercanas a lo mítico que a lo humano. Y la serie lo deja claro con su secuencia de inicio. El cabello rubio y el salón del trono formidable son elementos que resaltan de inmediato. Y por supuesto, el trayecto al trono de hierro, es el escenario de un recorrido hacia los orígenes de todos los enigmas. ¿Cómo llegó semejante esplendor a caer en las cenizas? 

Un mito de larga data

La producción también es consciente del peso del mito que rodea a sus personajes. Y mientras un dragón más grande y formidable de lo que jamás fue el joven Drogon, cruza el cielo, el programa aclara un punto vital. Esta es la narración de una época rica, sofisticada y en la que la influencia de sus monarcas, era pesada y difícil de ignorar.

Durante los primeros diez minutos, el guion admira espacios novedosos y logra, causar un impacto inmediato. Desembarco del Rey es una ciudad pujante, a la que una bestia alada de espléndida estampa sobrevuela con soltura. No son enigmas, mitos o rumores. Son parte de la vida cotidiana. Y la serie se encarga de dejarlo claro de inmediato. 

La casa del Dragón

Antes y después, los Targaryen en primer plano

El dúo de showrunners Ryan J. Condal y Miguel Sapochnik, muestran los territorios de la casa más poderosa de Poniente desde el asombro. Todo es más grande, exhuberante y formidable. Como si la producción debiera encarnar las ambiciones que terminaron por derrumbar un Imperio de fuego, La casa Del Dragón despliega todo su peso en imágenes. Pero a diferencia de Juego de Tronos, el escenario es mucho más limpio, pulcro. Y con menos alicientes de lo que cabría suponer, en un argumento que desea contar una batalla a las sombras del poder.

No obstante, el show tiene reales dificultades para manejar los puntos más elaborados del delicado equilibrio del poder que desea detallar. Las escenas tienen algo de apresurado, de la obviedad, de querer dejar claro, que esta es una historia nueva. Y es ese sentido de urgencia, lo que le resta espectacularidad a su propuesta. La que la hace parecer una copia involuntaria de un punto de vista más denso y elaborado. 

La Casa del Dragón es la nueva serie del universo de Juego de Tronos

El vuelo alto de un Reino peligroso

Juego de Tronos se ubicaba en un estrato de lo fantástico épico y se analizaba bajo la concepción de lo mágico en su variante más tétrica. En contraste, La casa del Dragón tiene un aire marcadamente medieval que, por momentos, la hace parecer poco creíble por su aspecto artificioso. Durante el primer capítulo, todo lo relacionado con la forma en que se desenvuelve el poder alrededor del trono, carece de verdadero peso. No obstante, dejar claro, casi de inmediato, que la violencia gravita en las instancias reales y que estallará a no tardar. 

Rhaenyra Targaryen (Milly Alcock, en su adolescencia, Emma D’Arcy de adulta), nació con un destino predestinado. Y ese es el de reinar en Poniente. Con todo el esplendor de la casa Targaryen a sus espaldas, no solo es la primogénita de un regente poderoso. A la vez, es la demostración del vínculo con el fuego ancestral de la casa en que nació. El personaje tiene un marcado aire de heroína trágica, de rostro que comprenderá la desgracia de su privilegiada posición más bien pronto.  Heredera que pronto entrará en dispuesta, construye su camino con la voluntad de Reinar, a pesar de los horrores que la rodean.

La casa del Dragón

Ya sea porque tiene en excesos similitudes con Daenerys o porque al argumento le lleva esfuerzo brindarle personalidad, Rhaenyra decepciona. O al menos, el retrato que se hace de ella, una adaptación correcta, pero débil de su versión literaria en el libro “Fuego y sangre”. Mucho más acertado resulta Viserys I Targaryen (Paddy Considine), atormentado por el deber, una tragedia reciente y después el amor. Sin embargo, este Rey torpe, incapaz de comprender las intrigas a su alrededor, es una sombra pálida de su hermano Daemon Targaryen (Matt Smith). 

Una guerra a punto de estallar

La fricción entre ambos y el peso de las ambiciones que rodea la frágil paz del Reino, se sostiene con precaria elocuencia. Y lo que es más preocupante, no siempre con toda la cuidadosa percepción de los manejos de los hilos detrás del trono que debería mostrar. La narración no logra ser convincente y en más de una ocasión, los largos diálogos explicativos se quedan a medias. Entre imágenes impactantes y sucesos cada vez más violentos, este Poniente legendario y desconocido, se muestra sin verdadero impacto. 

Por supuesto, Daemon es el centro de interés. El personaje es el retrato vívido de un villano temible y retorcido, destinado a ser el centro de la historia. Smith le retrata desde cierta bravuconería canalla que logra dotar de varias aristas a su violenta insatisfacción. Pero el argumento no las tiene todas consigo para batallar con los clichés en que el actor tropieza con lamentable frecuencia. Mucho más interesante y complejo resulta La Mano del Rey, Ser Otto Hightower (Rhys Ifans) que moverá el mecanismo de la manipulación. 

La casa del Dragón

Alicent Hightower (Emily Carey de adolescente, y Olivia Cooke, de adulta) es un personaje por ahora, rodeado de pequeños baches argumentales. Durante los primeros cinco capítulos, el guion no logra solventar la falla de su ambigüedad. O lograrlo, al menos, con habilidad. Y es esta pieza central en el tablero de la guerra civil que ocurrirá a no tardar, uno de los puntos más flojos de la serie. También, uno de los menos convincentes en un escenario de formidables figuras. O que, al menos, intentan serlo. 

Los dragones vuelan alto

Con todo, La casa del Dragón hace un despliegue cuidadoso de su escenario que anuncia una temporada intensa, brutal y que marcará historia. ¿Será tan formidable como lo fue Juego de Tronos? Es muy pronto para una visión semejante, pero si es evidente, que la producción lo intenta con todas las armas a su disposición. 

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Con una apuesta que dobla la violencia explícita, el sexo, las argucias del poder y la fastuosidad, La casa del Dragón intenta sorprender. Y lo logra, en alguno de sus mejores momentos. No obstante, todavía lucha por su personalidad, sin mucho éxito.

¿Es la narración de una historia independiente o el escenario que contextualiza a un hecho mayor? Todavía no hay nada muy claro. Pero sí, un punto de considerable envergadura. La casa del Dragón está escrita a fuerza de leyendas. Y quizás, ese sea su punto más interesante, en medio de los pequeños espacios blancos que desdibujan con cierta frecuencia su escenario