¿Quién no ha soñado alguna vez con flotar por el espacio y ver la Tierra en todo su esplendor? Sin dudas, ese ha sido el anhelo de todo aquel que alguna vez se imaginó dentro de un traje de astronauta, listo para viajar más allá de lo que cualquier humano podría siquiera razonar. Y si bien las caminatas espaciales se han vuelto parte de la actividad cotidiana en la órbita baja terrestre —especialmente a partir de la era del transbordador espacial de la NASA—, apenas un puñado de afortunados han podido desplazarse fuera de una nave o estación espacial sin ningún tipo de ataduras. La clave para hacerlo posible fue un equipo conocido como MMU, siglas en inglés de Manned Maneuvering Unit, o Unidad de Maniobra Tripulada.
La Unidad de Maniobra Tripulada era una especie de “mochila” con propulsores que les permitía a los astronautas maniobrar con libertad absoluta en el espacio. Sin cables ni líneas de seguridad que los mantuvieran a resguardo de cualquier eventualidad que pusiera su vida en riesgo. Y si bien se la utilizó en un muy limitado número de oportunidades en 1984, su desarrollo ha quedado enmarcado como uno de los tantos hitos del programa espacial de Estados Unidos a lo largo del siglo XX.
Después de todo, pese a que no se la llegó a usar masivamente, la MMU no solo permitió que una persona flotara libre e independientemente por el espacio por primera vez en la historia. También facultó a los astronautas a capturar satélites enteros con sus manos, pudiendo trasladarlos al orbitador del Space Shuttle para realizar reparaciones o traerlos de nuevo a la Tierra.
A través de estas líneas nos proponemos reflejar cómo se desarrolló la Unidad de Maniobra Tripulada del transbordador espacial, para qué se pensó y por qué se decidió tan rápido ya no volver a utilizarla.
MMU, la mochila propulsora de los astronautas del transbordador espacial
Si creciste en la segunda mitad de los años 80, o en la década de 1990, es probable que hojeando alguna enciclopedia o un diccionario te hayas encontrado con la imagen de portada que acompaña a este artículo. La misma corresponde a la primera “caminata” espacial completamente sin ataduras, que se llevó a cabo el 7 de febrero de 1984 gracias a la Unidad de Maniobra Tripulada. El astronauta que completó la temeraria misión fue Bruce McCandless II, quien viajó al espacio con el transbordador espacial Challenger en la misión STS-41-B, la décima lanzada por la NASA desde 1981.
La mochila propulsora se colocaba por encima de la Unidad de Movilidad Extravehicular (EMU, por sus siglas en inglés), el traje que utilizaban los astronautas del transbordador espacial para las labores fuera del orbitador. El sistema de propulsión consistía de 24 boquillas por la que se expulsaba gas nitrógeno contenido en dos tanques de aluminio protegidos con kevlar. Por su parte, para manejar el equipo se utilizaban dos mandos ubicados al final de “apoyabrazos” regulables. Como te imaginarás, controlar la MMU no era una tarea sencilla, ya que requería de mucha coordinación entre los controles.
Tengamos en cuenta que el mando derecho del dispositivo controlaba los movimientos sobre el eje vertical (guiñada), el eje lateral (cabeceo) y el eje longitudinal (balanceo). Mientras que el izquierdo se utilizaba para producir la velocidad traslacional necesaria para moverse en una determinada trayectoria: arriba y abajo, adelante y atrás, a la izquierda o a la derecha. Vale mencionar que la Unidad de Maniobra Tripulada incorporaba un sistema automatizado que, una vez lograda la orientación buscada, le permitía al astronauta soltar los dos controles y realizar tareas manuales sin necesidad de “conducir” activamente el dispositivo en pleno vuelo.
Bruce McCandless II no solo fue el primer astronauta en volar por el espacio sin estar atado al transbordador espacial. También fue uno de los encargados de desarrollar la MMU. Por ende, su elección para llevar a cabo la riesgosa prueba no se dio por casualidad. En la serie documental When We Left Earth: The NASA Missions, que Discovery Channel lanzó en 2008, manifestó sus sensaciones antes de la temeraria misión:
“La gente me pregunta si estaba inquieto o nervioso pero, básicamente, sentía alivio por finalmente haber llegado a ese punto. Abrir la escotilla y no ver otra cosa debajo más que la Tierra, fue inquietante”.
Pero más allá de controlar la Unidad de Maniobra Tripulada sin estar amarrado al transbordador espacial, uno de los mayores desafíos de McCandless II fue soportar el frío del espacio, que a la sombra de la Tierra puede alcanzar los 180° centígrados bajo cero.
“Hacía tanto frío que estaba temblando y mis dientes castañeteaban”, confió el experimentado astronauta. Pese a ello, la primera prueba de la MMU duró casi 7 horas.
Robert ‘Hoot’ Gibson, piloto de la STS-41-B fue autor de la famosa fotografía de McCandless II volando por el espacio sin ataduras. Así se expresó sobre sobre aquel mítico momento:
“Así que estaba allí con una cámara en mis manos y nunca olvidaré cuando Bruce se alejó unos 5 metros de nosotros. Miré por el visor y vi por primera vez esta imagen de él flotando y me dije a mí mismo: ‘¡Qué imagen tan espectacular! Si no la arruino, conseguiré varias portadas de revistas’”.
Un guiño a Neil Armstrong
La primera caminata espacial sin ataduras, gracias a la Unidad de Maniobra Tripulada, también dio lugar a que su protagonista acuñara una expresión histórica. En una clara referencia a la icónica frase de Neil Armstrong al convertirse en el primer hombre en la Luna, Bruce McCandless II improvisó:
“Puede que haya sido un pequeño paso para Neil, pero es un gran salto para mí”.
Años más tarde, el propio astronauta reconoció que dijo esa frase para tratar de aliviar la tensión del momento. Especialmente, porque su esposa estaba viviendo los eventos desde el control de misión.
Durante la primera prueba de la MMU, McCandless II llegó a alejarse casi 100 metros del transbordador espacial y eso permitió capturar otra fotografía impactante. La misma muestra la inmensidad de la Tierra y el espacio, que contrasta con el pequeño astronauta con la mochila propulsora de la NASA.
En 2015, dos años antes de su fallecimiento, el recordado astronauta rememoró esta experiencia en una columna publicada por The Guardian. “Mi caminata duró seis horas y 45 minutos y me quedé junto al transbordador espacial todo el tiempo. Me movía 100 yardas en un sentido y otras 100 yardas hacia atrás. Viajaba a más de 18.000 millas por hora [casi 29.000 km/h], pero no me daba cuenta porque el transbordador iba a la misma velocidad. Fue solo cuando miré a la Tierra que me di cuenta de que nos movíamos bastante rápido. En un momento, noté que estábamos sobre la península de Florida: fue tranquilizador ver algo conocido”, explicó.
Vale remarcar que si bien Bruce McCandless II ha quedado en la historia como el primero en moverse por el espacio sin ataduras, no fue el único que lo hizo en la STS-41-B. Dicha misión de febrero de 1984 tuvo a Robert L. Stewart como el otro astronauta a cargo de probar la MMU, cuya experiencia también quedó retratada para la posteridad en una fotografía icónica.
Una historia operativa muy breve
Pese a ser un enorme avance para la movilidad de los astronautas durante sus actividades extravehiculares, la Unidad de Maniobra Tripulada vio acción en apenas otras dos misiones del transbordador espacial. Específicamente hablamos de las STS-41-C, de abril de 1984, y STS-51-A, de noviembre del mismo año.
En la primera, realizada nuevamente a bordo del Challenger, los astronautas James van Hoften y George Nelson intentaron utilizaron la MMU para capturar el satélite Solar Max y llevarlo al Space Shuttle para realizar reparaciones. Sin embargo, los planes debieron modificarse sobre la marcha debido a que los tres primeros intentos de controlarlo no fueron positivos.
La Unidad de Maniobra Tripulada había sido dotada de un accesorio de acople que permitiría ganar control sobre el equipamiento espacial, anular su tasa de rotación y trasladarlo al transbordador. Sin embargo, no funcionó como se esperaba. Así, uno de los astronautas intentó tomar uno de los paneles solares del satélite con sus manos y frenar su rotación con la mochila propulsora, pero obtuvo el resultado opuesto. Esto provocó que el intento sea abortado. Recién varias horas más tarde, cuando desde la Tierra lograron controlar el comportamiento del satélite, el Challenger usó su brazo mecánico para atraparlo y permitir que los especialistas realicen las labores de mantenimiento.
En la misión STS-51-A, a bordo del Discovery, la MMU se utilizó en las tareas de recuperación de los satélites Palapa B2 y Westar 6, llevadas a cabo por los astronautas Joseph Allen y Dale Gardner. Dichos equipos habían sido puestos en órbita por la misión STS-41-B —la misma en la que Bruce McCandless II usó por primera vez la mochila propulsora— pero debieron ser devueltos a la Tierra por problemas técnicos.
El adiós
Tras esta misión, la Unidad de Maniobra Tripulada ya no se volvió a utilizar. Por un lado porque, si bien era una pieza de ingeniería formidable, terminó careciendo de utilidad real. Y como el resto del programa espacial de la NASA, su destino se vio afectado por la tragedia del transbordador espacial Challenger en 1986. Así lo explica Anne Millbrooke en From Engineering Science to Big Science, una recopilación de la historia de la NASA que se publicó en 1998:
La mayoría de las actividades extravehiculares fueron efectivas sin el uso de la Unidad de Maniobra Tripulada. Las correas, las empuñaduras de seguridad, las barras de mano y otras restricciones permitieron a los astronautas trabajar con la bahía de carga [del Space Shuttle] abierta. Además, la maniobrabilidad del propio transbordador espacial y la utilidad de su brazo manipulador robótico demostraron ser capaces de rescatar satélites, la función principal para la que se había diseñado la MMU. […]
Otro motivo de la falta de uso de la MMU fue el accidente del Challenger. […] Ese accidente provocó inicialmente una suspensión de los vuelos espaciales que duró hasta septiembre de 1988. El accidente y las investigaciones resultantes también generaron nuevas reglas de seguridad que requerirían cambios costosos en la Unidad de Maniobra Tripulada existente, cambios pendientes tanto de un cliente como de una misión para la MMU. Otra razón más para no utilizar la MMU ha sido la falta de un nuevo usuario con la financiación y la misión adecuadas.
10 años sin caminatas espaciales 'libres' en el transbordador espacial
Tuvieron que pasar 10 años hasta que los astronautas del transbordador espacial pudieran afrontar una nueva caminata espacial libre y sin ataduras. Sin embargo, ya no fue de la mano de la Unidad de Maniobra Tripulada. Tras los eventos del Challenger, la NASA decidió que todas las actividades extravehiculares se realizaran con los astronautas amarrados con líneas de seguridad.
No obstante, en 1994 se presentó una nueva mochila propulsora derivada de la MMU. La misma se introdujo bajo la denominación SAFER, siglas en inglés de Simplified Aid For EVA Rescue, o Ayuda simplificada para rescate extravehicular.
Consistía de una versión más refinada de la Unidad de Maniobra Tripulada, bastante más pequeña y sin los brazos con los mandos. Al igual que su predecesora, brindaba propulsión liberando gas nitrógeno a través de 24 boquillas. Pero se controlaba desde un comando ubicado en la parte frontal del traje del astronauta.
Más allá de las modificaciones técnicas, la gran diferencia entre la MMU y SAFER fue que la segunda no se desarrolló para la navegación libre. Su uso se pensó exclusivamente para casos de emergencias. Es decir, para que el astronauta pudiera volver por sus propios medios a su nave o estación en caso de soltarse su amarre físico.
El primer astronauta en probar SAFER sin estar amarrado fue Mark Lee, en 1994. Desde entonces, se utilizó como medida de seguridad tanto en las actividades extravehiculares del transbordador espacial como de la Estación Espacial Internacional.
La Unidad de Maniobra Tripulada se convirtió en una pieza de museo
La Unidad de Maniobra Tripulada nunca recibió una despedida efectiva por parte de la NASA, que decidió mantenerla bajo archivo por más de una década. En total se fabricaron tres unidades de la MMU, de las cuales dos se utilizaron en el programa del transbordador espacial.
A fines de los años 90, la agencia estadounidense decidió cederlas a distintos museos para que se expongan al público. Específicamente, al Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsoniano, el US Space & Rocket Center y el Centro Espacial Johnson.
Queda claro que la MMU tuvo un final deslucido, al compararlo con la gran expectación generada por su desarrollo y estreno. Pese a ello, ha sido una muestra más del tremendo potencial de los muchos y muy avanzados desarrollos tecnológicos que se dieron durante la fascinante era del transbordador espacial.