Katherine Perkins, de 73 años, estaba pasando unas agradables vacaciones en Florida cuando le ocurrió algo que difícilmente olvidará. Mientras navegaba en barco con unos amigos, un pez vela (Istiophorus) saltó sobre el mar en busca de peces que ensartar, con la mala suerte de que lo que ensartó fue su ingle. Todo fue tan rápido que la mujer no pudo reaccionar y apartarse. Sus compañeros de viaje corrieron a presionar la herida y pusieron rumbo a puerto, desde donde fue trasladada al hospital en avión. Por suerte, a pesar de la cercanía de arterias de gran importancia, vivió para contarlo, aunque posiblemente con algo más de miedo al mar.

Cabe destacar que, a pesar de lo desagradable de la historia, era Katherine la que estaba en mitad del hábitat del pez vela. Compartimos el mar con infinidad de animales, que generalmente nos dejan tranquilos. De hecho, nos dejan mucho más tranquilos que nosotros a ellos. Pero también nos exponemos a accidentes como estos, que no son más que el desenlace de la actividad normal de estos animales.

En el caso del pez vela, es un animal fascinante, tanto por su gran velocidad como por su forma de cazar. La combinación de ambas cualidades le ha salido cara a Katherine. Sin embargo, ya que se ha salvado del ataque, es buen momento para aprender algunas curiosidades sobre este animal.

El pez vela, el torero del mar

El pez vela se caracteriza físicamente por dos estructuras. Por un lado, la gran aleta dorsal que le da nombre. Esta se extiende casi a lo largo de su cuerpo y es mucho más alta que todo su grosor.

Por otro lado, su mandíbula superior, mucho más dura y larga que la inferior, sale hacia delante formando una protuberancia en forma de espada. La usa para cazar peces, siendo unos de sus favoritos las sardinas, por lo que se puede decir que el pez vela comenzó a preparar espetos mucho antes de que los chiringuitos llegaran a las playas de Málaga.

Pero antes de ensartar a sus víctimas ejerce de pastor con ellas. Y es que se ha visto que suelen nadar en la superficie, donde se encuentran los bancos de peces que más les gustan. Cuando llegan a uno, usan sus aletas para pastorearlos o capearlos, como un torero con su capote. La diferencia es que lo hacen simplemente para alimentarse y sobrevivir, sin torturar a los peces ni hacer un espectáculo de ello.

Una vez que los aturden y los dirigen a donde quieren, algunas veces solos y otras veces en compañía de otros peces vela, proceden a comerlos directamente o ensartándolos primero con el estilete de su mandíbula.

Un guepardo acuático

El pez vela se considera uno de los peces más rápidos del mundo. Aunque hay cierta controversia al respecto. En alguna ocasión se han llegado a medir supuestas velocidades de nado de unos 30 m/s o, lo que es lo mismo, 109 kilómetros por hora.

Sin embargo, estudios posteriores han demostrado que, en realidad, es mucho más lento de lo que parece. Para empezar, cuando no está de caza no suele superar los 2 m/s. Podríamos pensar que solo el fervor de captar a sus presas le hace nadar a gran velocidad. No obstante, ni siquiera en ese caso llega a tanto. En 2015 se llevó a cabo un estudio dirigido a medir la velocidad de nado de este y otros peces a través de la colocación de sensores en las colas. De este modo, se vio que incluso en sus momentos más intensos solían nadar, como mucho, a 10 m/s. Otro estudio, publicado un año después, realizaba un análisis similar en el que se concluía que el pez vela tienen su tope en 15 m/s; ya que, si los superaran, podrían generarse daño en sus tejidos.

Lo que sí ocurre es que son capaces de mover muy rápido y con gran precisión el estilete de su mandíbula. Posiblemente, eso fue lo que llevó a la confusión en mediciones de velocidad anteriores. Y, sin duda, fue lo que impidió que la pobre Katherine lograra esquivar a ese pez que saltaba sobre el agua mientras ella disfrutaba de sus vacaciones en el mar.

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