Las imágenes generadas por DALL-E 2 han causado estupor por ver, por primera vez materializado, como una inteligencia artificial puede generar algo que hasta ahora se daba por terreno creativo exclusivamente humano. Antes, desde hace unos años, los textos generados en esta ocasión por GPT-3, también dejaron a muchos boquiabiertos, dando lugar a multitud de titulares hablando sobre el final de decenas de profesiones. Tras todo ello está OpenAI.

OpenAI, como entidad, es una rareza en sí misma. Un laboratorio de investigación sin ánimo de lucro sobre IA fundado y financiado por grandes nombres y compañías que, a su vez, está dentro de una compañía que sí que cuenta con vocación comercial.

OpenAI fue en origen cofundada por Elon Musk y Sam Altman, entre otros, en 2015, con la intención de trabajar por una Inteligencia Artificial amigable con el ser humano. Comenzaron con unos fondos propios y de terceros de unos 1.000 millones de dólares. 

Musk es de sobra conocido, mientras que Altman ocupó durante muchos años el puesto de presidente en Y Combinator, una de las aceleradoras de startups más importantes del mundo. Altman, actualmente, ocupa el puesto de CEO en OpenAI, mientras que Musk, más alejado ahora, sigue como asesor.

Posteriormente, en 2019, Microsoft aportó otros 1.000 millones, en algo que en su momento se vio como una compra o al menos juego de influencia soterrado. En ese momento, Microsoft y OpenAI anunciaron que habían establecido una asociación exclusiva de varios años para construir la nueva tecnología de supercomputación de IA de Azure, el ecosistema en la nube de Microsoft.

En cierto modo, OpenAI ha sido vista como una rival directa de DeepMind, el laboratorio adquirido por Alphabet de origen londinense, también puntero en Inteligencia Artificial.

El impulso de Elon Musk y de Microsoft

Con el tiempo, OpenAI Inc., su brazo sí comercial, ha aportado soluciones a Tesla, Facebook o la propia Microsoft y, aunque la empresa comparte abiertamente sus descubrimientos, el hecho de que desarrolle herramientas con fines lucrativos no ha estado exento de crítica.

También en 2019, Elon Musk, que ya no trabaja formalmente con OpenAI, afirmó que seguiría en la división sin ánimo de lucro de la organización. Musk cofundó OpenAI a pesar de sus conocidas preocupaciones sobre los peligros potenciales de la IA, calificándola como "un demonio evocador" y citando las preocupaciones sobre su impacto potencial en la interacción hombre-máquina. 

Por su parte, Altman, se ha enfocado en los últimos años en conseguir financiación externa, donde han avanzado en los últimos años.

OpenAI: ¿Cada vez menos una organización sin ánimo de lucro?

Creaciones realizadas por Dall-E 2 de OpenAI

A nivel técnico, la estrategia de OpenAI consta esencialmente de dos partes: el objetivo de conseguir capacidades avanzadas de IA y dar con el proceso para lograrlo. Para ello, trabajan con equipos distintos buscando ratificar teorías. Un equipo apuesta por la teoría de que la IA puede aprender a través del lenguaje, mientras que otro apuesta por la robótica para desarrollar la inteligencia a través del entendimiento de movimientos físicos. 

A pesar de sus promesas públicas, OpenAI ha sufrido ya algún traspié que indica que su afán por el dinero está ganando cada vez más peso. Durante el desarrollo de GPT-2 se reveló que OpenAI estaba ocultando deliberadamente investigaciones que podrían ser explotadas comercialmente más adelante. A ello se suma que los accesos a sus desarrollos y sus APIs no han dejado de subir de precio.

El tiempo dirá hasta qué punto los intereses de Microsoft y de sus clientes acaban derivando la misión fundacional de OpenAI, quizá demasiado utópica de inicio, pero más por los intereses humanos que por sus capacidades de desarrollo de la IA.