Los diarios de Andy Warhol en Netflix tiene la audacia de analizar la vida de artista desde el punto de vista de lo reinventado. Como si eso no fuera suficiente, lograr convertir la experiencia de esta narración a dos voces — la real y la ficticia — en una experiencia asombrosa. El resultado es una producción que sorprende por captar la personalidad de Warhol hasta sublimarla a niveles singulares. También utiliza el propio formato del programa como una hoja de ensayo y experimentación. De modo que contar la vida de Warhol es algo muy cercano a crear una obra de arte vanguardista.
Una que incluso incorpora una extraña versión de la inteligencia artificial, para completar la experiencia. Los diarios de Andy Warhol son una combinación ambigua sobre la connotación del artista real y lo que creó para analizar su identidad.
Los diarios de Andy Warhol toma la premisa y la construye como algo más amplio hasta abarcar la idea de que Warhol deconstruye el lenguaje con su mera existencia. Así que el homenaje al creador es en realidad una enrevesada visión del artista que destruyó el concepto del arte mismo.
Pero también, Los diarios de Andy Warhol tienen una narración concisa y que intenta dirimir una de las grandes preguntas en la vida del artista. ¿Qué es es cierto y que no lo es en la vida de un hombre que insistió en que lo real podía ser manufacturado? Andy Warhol ficcionó su vida en toda dimensión posible. Más allá de eso, la convirtió en una de sus obras de arte más controvertidas. El resultado es un terreno extraño en que lo verídico se mezcla con lo imaginario. Netflix parece haber comprendido la sutileza entre ambas cosas contando la vida de la artista desde lo anómalo.
El hombre que se llamó Andy Warhol…o no
Los diarios de Andy Warhol no es solo una rara integración entre un biopic riguroso y un homenaje derivado. También es una producción que logra crear una tensión en ocasiones confusa, entre la historia verídica y lo que podría no serlo. Eso, mientras vincula a la inteligencia artificial — una magnífica jugada argumental — que dota a la producción de su singular personalidad.
A la vez, se trata de la mirada de un Warhol que cuenta su propia historia. El resultado es la formidable percepción que Warhol podría ser o no una imagen instantánea de una época. Una historia que encaja dentro del mito del hombre de cabello blanco y las gigantografías de las Sopa Campbell. Pero también de algo más anecdótico y singular como pieza de colección audiovisual.
Por supuesto, Rossi juega con ventaja. El programa se basa directamente en los diarios del artista. Eso permite que el argumento sea en realidad lo que Warhol escribió e imaginó sobre sí mismo. Un monólogo interior que podría ser apabullante o confuso, a no ser por el buen instinto de Los diarios de Andy Warhol para la narración. Como si eso no fuera suficiente, hay un elemento más singular todavía. Todo lo que se escucha en el programa son los pensamientos fidedignos de Warhol, transcritos por su amiga Pat Hackett del 76 al 87.
Más intrigante resulta el hecho de que el mismo programa confiesa que “no debemos confiar en la versión de Warhol”. ¿Qué es cierto y que no lo es en un rápido recorrido a través de la obra, vida y omisiones de un hombre casi irreal?”, explican. Warhol, que declaró no tener sexo, que más de una vez insistió no ser un hombre, se muestra a sí mismo como un hecho marginal.
No una criatura o un ser vivo. Solo un hecho. La concepción del arte que construye al artista o, al artista que construye el arte. Es esa premisa que sostiene la magnífica rareza de Los Diarios de Andy Warhol.
El hombre que no estaba allí
Pero además de su rareza estructural, Los diarios de Andy Warhol también es una obra precisa y bien construida. La serie de Netflix incluye a curadores, amigos y confidentes. De pronto, el artista que fingió y jugó a no existir ni tampoco ser, se reconoce — y se cuenta — en las voces de otros. El juego de espejos hace que Los diarios de Andy Warhol se haga más implacable a medida que avanza y más profunda mientras elabora un sentido claro de su objetivo.
Andy Warhol, hijo de inmigrantes que insistió no tener identidad o tener alguna irreconocible, se muestra en la producción de Netflix desde la soledad. Pero no la emocional o la tensión espiritual. En realidad, hay algo levemente artificial en toda la puesta en escena. En la conformación y la creación de la serie como espectador de la vida de un hombre fascinante y el reflejo de su obra, en todas partes. Para sus escenas finales, Los diarios de Andy Warhol refleja lo inevitable. El creador era un proyecto incompleto. Y uno que jamás acabó de construir, ya fuera por la muerte o la caída en el desastre. La más singular de todas las paradojas del argumento.