Por mucho que limpiemos el cepillo de dientes después de cada uso, no deberíamos usar el mismo durante más de 3 meses. Además, para evitar que se acumulen demasiadas bacterias es recomendable vigilar dónde lo guardamos y cuidar algunos hábitos, como colocarlo en un lugar del baño alejado del inodoro o cerrar siempre la tapa antes de tirar de la cisterna.
Pueden parecer obviedades, pero no siempre las tenemos en cuenta y lo cierto es que son asuntos bastante aconsejables. Eso sí, aunque pueda parecer lo más banal, de todo lo citado anteriormente lo más importante es cambiar el cepillo de dientes regularmente. Es normal que haya bacterias fecales distribuidas por el cuarto de baño, incluso en otros lugares de una casa. Pero, siempre que no haya personas con infecciones intestinales en el hogar, no es un problema si no se acumulan. Y la mejor forma de evitar que se acumulen es cambiar el cepillo.
Lo demás es más bien una cuestión de higiene y sentido común; pero, a menos que se trate del cuarto de baño de un hospital, no debería ser peligroso.
Las bacterias del cepillo de dientes
En 2020, un equipo de científicos de la Universidad Rhine-Waal, en Alemania, llevó a cabo un estudio en el que se analiza casi todo lo que debemos saber sobre las bacterias del cepillo de dientes.
Para su realización, tomaron cepillos de dientes de distintos materiales, pertenecientes a personas distintas, y analizaron las colonias de bacterias presentes en ellos. Las muestras se tomaron 24 horas después del último uso por parte de un grupo de participantes libres de cualquier enfermedad bucal.
Las familias bacterianas más abundantes resultaron ser Enterobacteriaceae, Micrococcaceae, Actinomycetaceae y Streptococcaceae.
No obstante, la composición varió mucho según la edad de los individuos. Por ejemplo, en los usuarios mayores de 60 años había muchos más micrococos, característicos del aire y la piel, y apenas enterobacterias, muy habituales en el intestino. Otras bacterias, como los lactobacilos, se encontraban en mayor cantidad en los voluntarios más jóvenes, de 10 años, e iban disminuyendo a medida que aumentaba la edad.
También se comprobó si había diferencias en la contaminación bacteriana con cepillos de dientes de diferentes materiales. Se supone que los de cerdas de bambú tienen propiedades antimicrobianas. Sin embargo, no se observaron diferencias en el crecimiento de microorganismos. Solo los de nylon mostraron una pequeña reducción, pero apenas fue significativa.
Pero aquí llegamos al factor que sí que marcó la diferencia: el tiempo de uso. Este estudio se realizó con diferentes duraciones del uso del cepillo de dientes. Algunos participantes lo utilizaron durante menos de 2 semanas, otros de 2 a 4 semanas, un tercer grupo de 4 a 12 y, finalmente, hubo unos pocos que lo usaron durante más de 12.
Cabe destacar que era el uso habitual de los participantes y que hubo muy pocos que lo usaran durante más de 12 semanas, por lo que en el estudio se agruparon los datos con el grupo anterior. Pero, aun así, se observó una gran diferencia en la cantidad de bacterias, que era mucho mayor a medida que se alargaban los usos. Por lo tanto, se concluye que “los cepillos de dientes deben reemplazarse después de tres meses a más tardar, y en el mejor de los casos después de uno o dos meses”.
Más microorganismos en tu hogar
A veces identificamos el olor de un lugar con las personas que viven en él. Sus perfumes, el desodorante, el suavizante con el que lavan la ropa o simplemente su olor corporal son algunos de los aromas que se entremezclan para dar lugar a una fragancia única.
Pero no solo llevamos nuestro olor allá a donde quiera que vayamos. También llevamos a esos seres que nunca nos abandonan: los microbios de nuestro organismo, más conocidos como microbiota. Por ese motivo, en 2014 un grupo de científicos del Laboratorio Nacional Argonne del Departamento de Energía de los Estados Unidos y la Universidad de Chicago llevó a cabo el proyecto Home microbiome, dirigido a establecer cómo interacciona la microbiota de los individuos que viven en un lugar con la propia vivienda.
Se vio que, curiosamente, cuando una familia se muda, el conjunto de microbios que se encuentran en encimeras, suelos, paredes o cepillos de dientes del nuevo hogar tardan muy poco en ser prácticamente los mismos que en la otra casa. De hecho, la concordancia es tan grande que con este proyecto se concluyó incluso que se podría usar en ciencias forenses. Llegaron a esta conclusión tras comprobar que, al tomar una muestra al azar de una de las viviendas que participaron en el estudio, se podía saber de cuál era simplemente analizando las bacterias y el resto de microorganismos presentes en ella.
La buena noticia es que la inmensa mayoría de microorganismos que se detectaron adheridos a todo tipo de superficies eran inocuos para individuos sanos. Solo dieron con una cepa de enterobacterias patógena en una de las casas.
Otro dato interesante se extrae de una nueva investigación llevada a cabo por algunos de esos científicos, esta vez en baños públicos de universidad. Comprobaron que, a pesar de que los asociamos con más suciedad, la microbiota no es muy diferente, al menos en lo que a peligrosidad se refiere. Simplemente, las bacterias y el resto de microorganismos pertenecen a otras personas. Está claro que no será lo mismo el baño de una universidad que el de una discoteca a las 5 de la mañana; pero, a grandes rasgos, los cuartos de baño públicos no parecen demasiado peligrosos. Ahora bien, tanto si estamos en casa como fuera de ella, hay algo que deberíamos tener en cuenta: cerrar la tapa del inodoro antes de tirar de la cisterna.
La ubicación perfecta del cepillo de dientes en el cuarto de baño
Aunque los científicos de Universidad Rhine-Waal no tuvieron en cuenta la ubicación del cepillo de dientes en el cuarto de baño, el autor principal del estudio, Marc-Kevin Zinn, ha explicado a Hipertextual que tanto la cercanía del cepillo de dientes al inodoro como el hecho de tirar de la cisterna con la tapa abierta podrían tener “un impacto en la población microbiana del mismo”. Especialmente si ambos factores suceden a la vez.
Y es que, en realidad, al tirar de la cisterna las bacterias viajan mucho más lejos de lo que podríamos pensar. De hecho, en 2018 el microbiólogo José Ramón Vivas lo demostró en su cuenta de Twitter con un sencillo experimento, consistente en colocar placas de Petri (las que se usan para cultivar bacterias) a diferentes distancias del inodoro. Si se tiraba de la cisterna con la tapa cerrada apenas crecían colonias. No obstante, con ella abierta crecían incluso en las placas que se pusieron más alejadas. Podrían desplazarse hasta más de 1,5 metros. No obstante, este científico aclara que esto solo supone un peligro en lugares como los hospitales, donde es posible que haya microbios patógenos.
En una casa con una limpieza adecuada lo más probable es que no las haya; aunque, por si acaso, lo más recomendable es cerrar la tapa. De hecho, según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Arizona, los microbios del inodoro pueden suponer una fuente de contagio. Esto ocurriría tanto por contacto con superficies contaminadas como por inhalación.
También se señala que el uso de limpiadores automáticos puede reducir el número de microorganismos liberados en una descarga. No obstante, cabe destacar que en este estudio también participaron científicos de la compañía de productos de limpieza Lysol. Por lo tanto, podría haber cierto conflicto de intereses.
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De cualquier modo, lo más evidente de todo esto es que hay que cambiar el cepillo de dientes regularmente. Y también que, por si acaso, lo mejor es no tenerlo justo encima del inodoro. Podemos incluso guardarlo en un armario, pero intentando que este esté bien ventilado, porque un exceso de humedad tampoco nos irá bien. Y, para terminar, a ser posible debemos cerrar la tapa para tirar de la cisterna. Si fuese un gesto complicado podríamos discutir si vale la pena, pero a ver, dado que se tardan dos segundos, ¿para qué discutir sobre ello?