El privilegio, la nueva película de Netflix dirigida por Felix Fuchssteiner y Katharina Schöde, intenta una curiosa mezcla de géneros. Por un lado, las primeras secuencias de la película de terror sugieren lo que parece una historia sobrenatural. Al otro extremo, el argumento también hace hincapié en el terror psicológico. Pero la combinación entre ambas cosas, carece de la solidez y la inteligencia, como para ser los suficientemente sólida. De hecho, durante los primeros y confusos minutos de la producción, la gran pregunta es inevitable. ¿Intentan los realizadores crear una versión sobre el terror llena de pistas falsas o ambos puntos de vista conducen a punto concreto?
En realidad no hay respuestas para el cuestionamiento esencial que plantea la película. De hecho, una vez que mostró el nudo más llamativo y siniestro de su historia, el dúo de realizadores no parece tener muy claro hacia dónde seguir. De hecho, la percepción de lo sobrenatural con una muerte violenta y el anuncio de una progresiva oscuridad, parece quedarse a medio camino. Y para cuando el argumento da un salto temporal apreciable, el guion no tiene la capacidad para unir las piezas de lo que narra.
Resulta desconcertante que la narración no tenga la habilidad de utilizar sus recursos para algo más que sobresaltos evidentes. La conexión entre el pasado y el futuro, o las teorías siniestras que se muestran de a poco, terminan por desplomarse pronto. Se trata de un evidente error al construir la idea sobre lo terrorífico que El privilegio maneja con torpeza.
Tampoco responde sus preguntas. Lo que es aún más preocupante para su primera media hora parece ir de un lado a otro sin cohesión o inteligencia. Lo que prometía ser una red bien construida de información e insinuaciones sobre el bien, el mal y los enigmas, termina por decaer de inmediato. Para su primer tramo, el dúo de realizadores hace evidentes intentos por construir una laberíntica visión sobre el suspense. Pero no solo no lo logra, sino que El privilegio se convierte en una ridícula versión sobre géneros sin ningún aliciente o solidez.
Un cuento de terror narrado con dificultad
Desde sus primeros minutos, El privilegio plantea una mirada dual sobre lo terrorífico. Por un lado, un niño pequeño es testigo involuntario de un crimen violento. A la vez, hay la insinuación de una presencia sobrenatural agresiva y perversa. Juntas, ambas perspectivas intentan completar lo que parece una idea sobre el miedo que se enlaza con lo enigmático. Después de todo, el film no da pistas suficientes para analizar — no de inmediato — qué es lo que ocurre en realidad. La apuesta parece ingeniosa, hasta que es evidente que se trata de un truco narrativo. El guion especula sobre la raíz del mal y también la concepción del misterio central a través de lo sugerido.
Pero ya sea porque el argumento no puedes sostener la ambigüedad por mucho tiempo, El privilegio de inmediato revela sus secretos. Y lo hace con un ritmo poco elocuente y desigual que destruye la atmósfera y el tono de la película. Para cuando el pequeño testigo del crimen inicial se convierte en un joven (interpretado por Max Schimmelpfennig) es evidente el lugar al que se dirige la narración. Y es ese espacio entre teorías conspirativas, temores sobrenaturales y traumas infantiles lo que el film no logra mostrar con éxito. Las historias se superponen, y lo que es aún peor, terminan por deformar al hilo narrativo del que dependen. Una y otra vez, la percepción sobre lo misterioso se desvirtúa en medio de clichés y giros predecibles sin verdadero sentido.
Lo que más se lamenta de El privilegio es que el argumento se acerca a un juego de espejos complejo. La puesta en escena acentúa la percepción de lo onírico y lo irreal hasta llegar a un punto de verdadero interés. Pero de inmediato, todo el esfuerzo se desploma en la irregularidad de la premisa. Tal parece que los directores no encuentran una forma real de construir un dirección firme con respecto a lo que desean narrar. Y esa versión del terror a dos extremos, sin definición y sin solidez, lo que termina por distorsionar la historia.
'El privilegio', una historia mal narrada
A El privilegio le toma casi cuarenta minutos narrar el centro de una historia predecible. Lo que es aún peor, rellena los espacios de guion con sangre, espíritus malvados — o que parecen serlo — e incluso un trasfondo traumático. Nada de eso es suficiente para sostener una narrativa deficiente, incompleta y sin forma.
La nueva apuesta del terror de Netflix falla en forma y en fondo. Lo que es más lamentable: arruina una historia con un comienzo promisorio. Un error lamentable tanto de tono como de percepción sobre el terror que termina por ser una confusa mezcla sin sentido. Una oportunidad perdida para mostrar un aire novedoso sobre el suspenso mezclado con tintes de enigma paranormal.