Cuando Titanic, de James Cameron, se estrenó en 1997 causó un revuelo muy poco usual en el cine. La película, un proyecto largamente acariciado por James Cameron, sorprendió por su mezcla de géneros y su espectacularidad. Con una visión de inusual envergadura sobre las historias de desastres y del romance clásico, deslumbró a la audiencia y a la crítica. 

Por un lado, se trató de un triunfo de Cameron en su intención de llevar a la pantalla una película que desafiaba el escepticismo de los estudios. Por otro, demostró la capacidad del director por narrar historias significativas incluso en escenarios destinados a deslumbrar a la audiencia. Cameron lo dejó claro incluso antes de su estreno: deseaba mostrar una tragedia desde un punto de vista poco tradicional. Y lo hizo haciendo uso de tecnología de punta y con una conciencia muy clara del impacto que tendría su propuesta. 

No se equivocó. La historia de uno de los sucesos náuticos más trágicos se convirtió en un hito de la cultura pop. Pero también en algo más: una nueva forma de comprender el cine comercial. Cameron apostó alto a un proyecto monumental que podría haber arrasado con su carrera. También por un film que durante su filmación enfrentó todo tipo de problemas y que fue tildado de desastre por la crítica temprana. Pero la lección de Titanic dejó algo claro para el realizador: su capacidad para crear estaba por encima del temor de los estudios al fracaso. Un punto en el que Cameron insistió durante la complicada filmación del film. 

A través de un océano de problemas con Titanic 

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Titanic fue un proyecto en solitario. Uno de una audacia formidable que requirió que Cameron se esforzara al límite para terminar. Después de todo, era una producción que parecía destinada al fracaso. Encabezada por dos actores virtualmente desconocidos cuya filmografía abarcaba proyectos independientes, era además una incógnita. ¿Era una historia de amor? ¿Una de desastres? La prensa de la época especuló que esta vez Cameron había ido demasiado lejos al momento de poner en claro sus intenciones fílmicas. Con 200 millones de presupuesto, Titanic era un monstruo fílmico que debía recaudar una cifra casi imposible para resultar redituable.

El punto fue complicado para 20th Century Fox, Paramount Pictures y Lightstorm Entertainment. En específico, cuando la filmación se convirtió en una pesadilla logística. Los desastres incluyen un set destrozado, actores con resfriados e incluso infecciones renales debido a las filmaciones extremas. Se rumoreó que Kate Winslet pensó en renunciar y que Leonardo Di Caprio se enfrentó a Cameron en una discusión malsonante. La mayoría de los ejecutivos temieron que la pérdida de uno de los dos actores significara regrabaciones e incluso un replanteamiento de la historia. Lo que inflaba exponencialmente los costos y podría condenar el proyecto entero al fracaso. El temor aumentó cuando los enfrentamientos en el set subieron de tono y Cameron mismo amenazó con abandonar “todo y seguir a su manera”.

Finalmente, en 2009, tuvo una rival. Y lo fue otra película de Cameron: Avatar fue la única capaz de vencer a Titanic en su propio terreno

Pero de alguna forma, todo llegó a un buen puerto y para su estreno Titanic se convirtió en un film ícono de asombroso poder para cautivar. El motivo es más que evidente. La épica romántica al estilo de los grandes clásicos de Hollywood se mezcló con una disaster movie orquestada con estilo e inteligencia. El resultado fue una película colosal. Convertida en un éxito de taquilla sin precedentes, demostró que la visión de Cameron era acertada. Con su guion de singular poder casi nostálgico y su acento en el melodrama, Titanic cautivó al público en varias formas distintas. Y eso la convirtió en un suceso de considerable peso en la cultura pop. 

Más tarde, las cifras hablaron por sí mismas. Según Box Office Mojo, Titanic recaudó la increíble suma de 2.196.043.167 de dólares alrededor del mundo. Un récord imbatible que se dudo pudiera ser superado. Por doce años, ninguna película pudo acercarse a su valor comercial, a su éxito cada vez más robusto e impactante. Finalmente, en 2009, tuvo una rival. Y lo fue otra película de Cameron: Avatar fue la única capaz de vencer a Titanic en su propio terreno. 

Un mundo azul y otras versiones de la belleza

 

Avatar llegó al cine en diciembre del 2009 y era por supuesto un reflejo fidedigno de lo que había sido Titanic. No obstante, también era un proyecto que abarcaba lugares nuevos y que Cameron creó bajo la experiencia de su éxito anterior. En esta ocasión, la historia de amor era parte de todo un entramado más audaz. Y de hecho, queda eclipsada bajo efectos especiales y un apartado visual que deslumbró a la audiencia. Avatar carecía del espíritu romántico de Titanic, pero tenía un considerable empeño por el asombro.

Si Titanic había hecho llorar y vinculó a la audiencia con una tragedia a gran escala, Avatar les llevó a otro planeta

Desde la experiencia inmersiva hasta la captura de movimiento a un nivel desconocido, la película era un espectáculo que debía verse en salas. Y James Cameron jugó con la idea hasta crear una película que dependía de la proyección para construir una idea peculiar sobre su poder. Más aún, cuando Cameron utilizó el poder del 3D e IMAX para aumentar el poder visual de su proyecto. Si Titanic había hecho llorar y vinculó a la audiencia con una tragedia a gran escala, Avatar les llevó a otro planeta. Ambas eran versiones sobre emociones profundas que Cameron utilizó en su historia para crear la percepción de lo magnífico. 

Avatar 2

Tanto Titanic como Avatar asombraron por la construcción de un universo propio. Cameron trabajo en el contexto de ambas y logró que la experiencia con la primera fundamentara en esencia el éxito de la segunda. Para cuando Avatar destronó a Titanic como la película más taquillera, dejó claro algo: la cualidad de su propuesta para diversificar temas bajo la misma percepción de lo cinematográfico como espectáculo

Al final, los grandes éxitos regresan 

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En diciembre del 2022, Avatar 2 llegará finalmente al cine. El universo se ampliará a cinco películas en las que Disney confía sin dudar. La producción rozará el costo de mil millones de dólares. Todo un hito en la historia del cine y que también, demuestra algo más: tanto Titanic como Avatar hicieron posible el futuro. Uno que incluye grandes producciones con un punto emocional asombroso. Sin duda, el mayor legado de ambas películas y de su controvertido, pero audaz director.