Durante mucho tiempo, la carrera espacial ha contemplado como uno de sus objetivos la construcción de bases humanas en lugares como la Luna o Marte. Aún falta mucho para que eso ocurra, pero poco a poco podemos soñar con ello como algo más cercano. Y por eso va llegando el momento de pensar en cuestiones que en la Tierra resultan simples, pero allí serían todo un quebradero de cabeza. Por ejemplo: ¿se puede llevar hormigón y ladrillos al espacio? La respuesta rápida es que, por poder, se puede. Pero resultaría especialmente cara. Por eso, se exploran alternativas, como la propuesta por un equipo de científicos de la Universidad de Manchester, consistente en el uso de una sustancia procedente de la sangre y otra de la orina, el sudor y las lágrimas, para fabricar un material similar al hormigón. 

En cuanto a la parte pétrea, estaría constituida por regolito, un material que cubre la superficie de la Luna y Marte. 

Todo el proceso, para el cual aún falta mucha más investigación, puede leerse en un estudio, publicado recientemente en Materials Today Bio.

¿Por qué no se pueden transportar hormigón y ladrillos?

Cuando se lanzan naves al espacio, se debe elegir a conciencia la carga que se va a enviar a bordo. Sobre todo si es pesada.

De hecho, según explican en Science Alert, se calcula que al precio del lanzamiento se suman 1.500 dólares por cada kilogramo. Con todo eso, lanzar un solo ladrillo a Marte, teniendo en cuenta el resto de costes implicados, podría llegar a costar 2 millones de dólares. Subir a bordo una hormigonera cargada de cemento es algo impensable.

Por eso, se debe pensar en otras alternativas, como esta que usa sustancias procedentes de la sangre y la orina para elaborar el hormigón.

Sangre, sudor, lágrimas… y un poco de orina

Los autores de este estudio tenían especial interés en buscar algo que pudiera pegar el regolito, para obtener el hormigón.

Ya en la Edad Media se había usado sangre animal para unir morteros. Además, un estudio anterior mostraba que la urea, presente en orina, sudor y lágrimas, ayuda a hacer un hormigón más plástico, menos frágil y más flexible. ¿Qué pasaría entonces si se unificaran las dos cosas?

No tomaron toda la sangre. Solo la albúmina procedente del plasma, pues resultó ser el componente que aportaba ese aspecto pegajoso al resultado. La mezcla de ambos componentes junto al regolito dio lugar a un material similar al hormigón, al que bautizaron como AstroCrete. Su resistencia a la comprensión alcanzaba los 39,7 megapascales, algo que no tiene nada que envidiar a la del hormigón convencional, que se encuentra entre los 20 y los 32 megapascales

¿De dónde se sacarían los ingredientes?

Los autores del estudio fabricaron el AstroCrete con ingredientes de dos orígenes. Por un lado, albúmina y urea procedentes de sangre y orina humanas. Por otro lado, seda de araña sintética y albúmina bovina.

Con seis astronautas, en dos años se podría tener sangre y orina suficiente para 500 kilos de hormigón espacial

Ambas opciones fueron igualmente eficaces. Sin embargo, si bien estos últimos podrían ser viables una vez constituido un asentamiento, inicialmente sería mucho más apropiado recurrir a muestras de fluidos humanos

Calcularon que, si se enviaran inicialmente seis astronautas, en dos años estos podrían haber generado sangre y orina suficiente para fabricar 500 kilogramos de AstroCrete. Con eso, al menos, habría bastante para empezar a construir los edificios. ¿Pero qué pasaría después?


Estos científicos son conscientes de que no se sabe cómo de peligroso puede ser para la salud de los astronautas donar sangre de una forma tan periódica, con las radiaciones cósmicas y la baja gravedad. Por eso, una vez conseguido ese primer hormigón espacial, se deberían contemplar otras alternativas. ¿Mandar nuevos astronautas? Podría ser. Sin embargo, el objetivo sería usar biorreactores que permitieran mantener la producción en el tiempo.

Los biorreactores son recipientes en los que se mantienen sistemas biológicos activos, con el fin de obtener productos útiles para el ser humano. Por ejemplo, se usan con bacterias para obtener insulina. En este caso, se podría buscar una forma de obtener grandes cantidades de albúmina y urea, sin necesidad de exprimir a los astronautas como se haría con los primeros habitantes de la base espacial. Eso sí, al menos ellos podrían decir que ayudaron a construir los edificios con sangre, sudor y lágrimas.