Tiempo, la nueva película del director M. Night Shyamalan, sorprende y no por los habituales trucos narrativos del escritor. En realidad, la película es quizás la obra más madura del director y la más cercana a la tensión de El Sexto Sentido. Y aunque los argumentos de ambas películas son por completos distintos, a ambas le une una dolorosísima visión de la naturaleza humana.
Para Shyamalan, Tiempo parece ser la oportunidad de reconciliar los puntos más dispares de su curiosa filmografía. También de construir una mirada poderosa sobre el dolor, la búsqueda de significado del miedo y lo que yace en la desesperanza. El resultado es una mirada intensa sobre varias de las obsesiones favoritas del director, pero también una película que sorprende por su estructura poderosa.
Para bien o para mal, el director comprendió que la atmósfera y el suspense son accesorios efectistas. Y esta vez utiliza ese conocimiento para sustentar una historia inquietante, y con varios niveles de interpretación. Con una nueva sensibilidad por el simbolismo y la decisión de crear una película sin piruetas argumentales, pero sí impredecible, Shyamalan logra una pieza asombrosa. Un relato doloroso que termina por ser la obra más humana y la que mejor refleja el sufrimiento espiritual del director.
Por supuesto, como viene siendo costumbre, Shyamalan utiliza los tropos y códigos de varios géneros para narrar algo que subyace y no se muestra de inmediato. Con su combinación de terror en estado puro y suspense, Tiempo está construida como juego de percepciones sobre la vida, la vejez y lo fugaz. Además, es también una película que narra la naturaleza humana desde la imposibilidad. ¿Cuántas veces somos conscientes del transcurrir del tiempo? ¿En cuántas ocasiones esa noción sobre el deterioro físico y lo que acarrea se transforma en una percepción sobre la identidad?.
Pueden parecer tópicos que el realizador ha tocado más de una vez, pero en Tiempo Shyamalan toma el riesgo de evitar la obviedad. Y es entonces cuando la forma en que se comprende el misterio dentro del misterio se hace cada vez más angustiosa. El director no trata de aterrorizar, sino en convertir el diálogo de la película sobre la naturaleza humana en el monstruo en la trastienda. Toda una novedad que hace de Tiempo algo por completo nuevo a lo que hasta ahora había mostrado en sus películas.
Un viaje acelerado hacia el olvido
La adaptación de la novela gráfica Sandcastle, de Pierre Oscar Levy y Frederik Peeters, comparte con su versión en papel el pesimismo. Pero mientras que la obra original termina por construir el terror alrededor de la idea de la vejez, Shyamalan opta por algo distinto. En realidad, Tiempo es una película sobre los terrores invisibles. Y la vejez –la pérdida de la juventud, la muerte y la incertidumbre – son temas que se combinan entre sí para crear algo sublime.
De la misma forma que el cómic del que proviene, la película comienza por unas vacaciones familiares en busca de relajar tensiones y dolores invisibles. La pareja formada por Guy y Prisca Capa (Gael García Bernal y Vicky Krieps) atraviesa un durísimo momento. Y Shyamalan, experto en crear atmósferas, utiliza las desavenencia y el aire de sufrimiento invisible de la familia para hacerlo. Se trata de un truco que ya utilizó en La Visita (2015) y que brindó a la película varios de sus mejores momentos.
En Tiempo, la cuestión sobre las situaciones no resueltas en la familia es algo más que una trampa argumental. También es el corazón de la narración. Porque a medida que la trama avanza –y lo sobrenatural llega – es esa tensión lo que mantendrá unido a los personajes. Cuando los Capa enfrentan una circunstancia aterradora, la película muestra sus secretos.
En realidad, para Shyamalan lo sobrenatural es lo menos importante en contraste con las consecuencias de ese tránsito terrible por la desazón. El director usa la cámara subjetiva como una narración profunda para afrontar la pérdida inminente afecta a sus personajes. Los primerísimos primeros planos en contraposición con el silencio inquietante de la película crean la sensación de lo inevitable.
'Tiempo', un viaje al miedo primitivo
Shyamalan elabora un sentido de lo absurdo y lo irreal que juega con la atención del público. Algo que hasta ahora no había logrado en su habitual juego de espejos argumental. En esta ocasión, la película logra captar el completo interés de la audiencia y más allá del terror, también brinda una línea de empatía con sus personajes.
Si a las películas de Shyamalan se les había criticado por parecer más interesadas en sorprender que en profundizar, en Tiempo crea algo nuevo. Las emociones lo son todo y también el recorrido hacia lo tenebroso de la naturaleza humana. El monstruo que ataca no es invisible o desconocido. Se trata del tiempo que transcurre y el terror que engendra el ser humano que se desploma en la incertidumbre.
Sin duda, Tiempo depende de sus misterios para funcionar, pero también de su capacidad para emocionar. Entre ambas cosas, el film es un trayecto impecable hacia algo más profundo. Lo que se esconde en la pérdida, el desarraigo y la soledad. Las peores pesadillas del hombre construidas en un nuevo y desconocido mosaico de horrores.