Los ataques de tiburones son uno de los mayores miedos de un bañista (gracias, Spielberg). Sin embargo, no son tan frecuentes como podríamos llegar a pensar. Según el informe anual del Museo de Florida, en 2020 hubo en todo el mundo 129 ataques, de los que solo 11 fueron mortales. Podríamos pensar que al ser el año de la pandemia las cifras fueron más bajas de lo normal; pero, curiosamente, fueron más elevadas, ya que la media anual se encuentra en 4 muertes por ataques de tiburones.
Lo cierto es que, tanto desde esta institución como de muchas otras, hace mucho tiempo que se controlan este tipo de accidentes. No obstante, hubo una época en la que no era tan fácil, entre otras cosas porque era imposible comunicarse con otras partes del mundo. Por eso, no podemos saber datos como quién fue la primera personas que falleció entre las mandíbulas de un tiburón. Ni cuando fue. Lo que sí sabemos es cuál es la víctima más antigua de los registros arqueológicos. De hecho, es un título que acaba de renovarse a raíz de un estudio publicado recientemente en Journal of Archaeological Science: Reports por científicos de la Universidad de Oxford.
Cuando los ataques de tiburón no se registraban
A principios del siglo XX, un curioso esqueleto apareció durante una excavación en el yacimiento de Tsukumo shell-mound, cerca del Mar Interior de Seto, en Japón.
La víctima, que falleció hace unos 3.000 años, era un hombre, al que le faltaban la mano izquierda y la pierna derecha. Además, la pierna izquierda había sido colocada en el enterramiento de forma invertida sobre su cuerpo. En cuanto al resto de huesos, estaban totalmente cubiertos por hasta 790 marcas en forma de sierra, especialmente en la zona de brazos y piernas. Debió tener una muerte muy violenta. ¿Pero cómo murió exactamente?
Inicialmente no se dio respuesta a esta pregunta y los restos cayeron en el olvido. Sin embargo, varias décadas después, dos arqueólogos de la Universidad de Oxford, llamados J. Alyssa White y Rick Schulting estaban investigando la violencia del Japón prehistórico cuando cayeron en sus manos. No es para menos. Era un claro ejemplo de violencia, pero quizás no de la violencia que se pensó en su momento. Y es que un análisis preliminar bastó para comprobar que las heridas no se correspondían con las que habrían provocado las herramientas de piedra confeccionadas en aquella época.
Lo que mató a aquel pobre hombre no era humano y el yacimiento estaba en una zona costera. Por eso, comenzaron a pensar en los ataques de tiburones. Quizás fue eso lo que le ocurrió. Pero ellos no son expertos en este tema, por lo que contactaron con George Burgess, del programa de investigación de tiburones del Museo de Historia Natural de Florida. Él no lo dudó en cuanto vio los huesos. Aquel hombre había sido atacado por un tiburón.
Un pescador con mala suerte
Una vez concluido que los ataques de tiburones estaban detrás de la muerte del hombre, había aún muchas preguntas que querían resolver. Para empezar, la especie de escualo responsable.
No obstante, dada la antigüedad de los huesos no era posible esclarecerlo con exactitud, más allá de que posiblemente fuese o un tiburón blanco o un tiburón tigre.
También querían saber la edad del hombre y cómo se produjo la muerte. El estudio de los huesos mostró que estaba entre una edad joven y mediana. Posiblemente era pescador y fue atacado cuando se encontraba con más compañeros. Si no, habría sido imposible rescatar los restos y enterrarlos en el cementerio del pueblo.
En cuanto a la forma en que murió, a pesar de la brutalidad de las heridas los expertos creen que la muerte debió ser rápida. Esta teoría se basa en que parece ser que la arteria femoral se seccionó pronto. Esto habría conducido a una gran hemorragia y, con ella, a un shock hipovolémico, que se da cuando una persona pierde abruptamente al menos una quinta parte de su sangre.
Eso es todo lo que saben hasta ahora del hombre, conocido en arqueología como Tsukumo nº 24. En estos momentos, es la víctima de tiburón más antigua conocida. Pero con alta probabilidad no fue la primera. No sabemos si estaba pescando peces más pequeños o si sus compañeros y él se habían propuesto volver a casa con un gran trofeo en forma de escualo. De ser así, comprobarían de la peor de las maneras que no es una buena idea tratar de enfrentarse a uno de ellos.