Las litotomías (cirugías para sacar piedras del organismo) llevan practicándose más de 2.500 años. Y es que los cálculos son uno de los grandes sufrimientos del ser humano desde hace demasiado tiempo. Por suerte, pronto aprendimos a quitar las piedras de nuestro cuerpo. Aunque no siempre ha sido tan sencillo como ahora y si no que se lo cuenten a Stephen Pollard, un hombre de 53 años, que en el año 1828 se sometió a una litotomía horrible para quitarse las piedras que tenía en la vejiga.
Pero antes de explicar esta historia de terror, hablemos de los cálculos vesicales, comúnmente conocidas como piedras en la vejiga. Estos cálculos se forman al "cristalizar" ciertos minerales que expulsamos en la orina concentrada, indican desde la web de la Clínica Mayo. La principal causa por la que se forman los cálculos vesicales se da "cuando tienes problemas para vaciar completamente la vejiga". Los más pequeños pueden pasar desapercibidos, pero incluso estos pueden llegar a ser muy molestos si se interponen en el el camino de la orina hacia fuera del cuerpo.
Las piedras en la vejiga van acompañados de síntomas como "dolor en la parte baja del abdomen, dolor al orinar; necesidad de orinar a menudo, dificultad para orinar o interrupción del flujo de orina, sangre en la orina u orina turbia o de un color oscuro anormal", indican desde la Clínica Mayo. En definitiva, los cálculos vesicales pueden llegar a ser muy molestos, tanto que una cirugía como las que se realizaban en el siglo XIX podría merecer la pena, ¿o no?
Así eran las litotomías en 1828
Eso fue exactamente lo que pensó en un primer momento Pollard. "Aunque la operación en sí sólo duraba unos minutos, los procedimientos litotómicos eran increíblemente dolorosos y peligrosos, por no hablar de la humillación", explica en su web la doctora Lindsey Fitzharris, que ha dedicado su carrera a la historia de la medicina y que publicó el libro De matasanos a cirujanos: Joseph Lister y la revolución que transformó el truculento mundo de la medicina victoriana (Debate, 2017).
Las litotomías para quitar cálculos vesicales consistían en desnudar a los pacientes de cintura para abajo y sujetarle las piernas para "ver sin obstáculos sus genitales y su ano". Después, sin ningún tipo de anestesia, se procedía a realizar la dolorosa intervención. En muchas ocasiones, los cirujanos con más pericia de la época tan solo tardaban cinco minutos en realizar la operación. Esta consistía en pasar un tubo metálico curvado por el pene del paciente hasta la vejiga, indica Fitzharris. "A continuación, se introduce un dedo en el recto del hombre, palpando el cálculo. Una vez localizado, su ayudante retiraba el tubo metálico y lo sustituía por un bastón de madera", añade la doctora.
"Una vez colocado el bastón, el cirujano cortaba en diagonal a través del músculo fibroso del escroto hasta llegar al bastón de madera. Después se utilizaba una sonda para ampliar el orificio, abriendo la glándula prostática en el proceso. En este punto, se retiraba el bastón de madera y el cirujano utilizaba unas pinzas para extraer el cálculo de la vejiga".
Lindsey Fitzharris, doctora especializada en historia de la medicina
Las piedras en la vejiga de Pollard
Sin embargo, para Stephen Pollard la cirugía fue una auténtica pesadilla. La litotomía para quitarle la piedra de la vejiga debía durar apenas cinco minutos, pero en su caso fueron 55 minutos delante de 200 personas del Hospital Guy de Londres. Todo porque el cirujano que le tocó, Brandsby Cooper, estaba ahí gracias a su tío; pero no se le daba muy bien su trabajo.
Es más, durante la litotomía, Cooper llegó a "entrar en pánico" y "maldecir al paciente en voz alta por tener un 'perineo muy profundo'". La situación se puso tan tensa y el paciente lo pasó tan mal, que incluso llegó a pedir al cirujano que lo dejara dentro. Al final, Cooper localizó la piedra con unas pinzas y la sacó. "La sostuvo para su público, que aplaudió sin entusiasmo al ver la piedra", indica Fitzharris.
La cirugía tuvo que ser muy dolorosa para Pollard, pero sobrevivió a ella. Aunque tan solo un día después fallecía. Se descubrió la ineptitud de Cooper gracias a la autopsia, en la que se dice que el paciente falleció debido a lo poco habilidoso que fue el cirujano y que tenía un perineo normal; nada que ver con lo que comentó en la intervención el cirujano. De hecho, el director de The Lancet en aquel momento, Thomas Wakley, acusó a Cooper de estar ahí por nepotismo, ya que su tío trabajaban en el hospital.
En definitiva, hemos tenido la suerte de vivir en una época en la que estas operaciones han mejorado enormemente. El dolor que producen las piedras, ya sea en la vejiga, en el riñón o en cualquier otra parte, no nos lo quitará nadie. Pero eso sí, las cirugías han mejorado mucho y conviene no olvidar los grandes avances que se han hecho en los últimos siglos en materia de medicina.