Las vacunas del coronavirus no son los únicos fármacos que generan efectos secundarios. De hecho, los hay mucho más peligrosos. Se ha hablado mucho últimamente de los anticonceptivos, por tener entre ellos la posibilidad de desarrollar trombos, similares a los que se han asociado con Janssen y AstraZeneca. Sin embargo, hay otros casos entre medicamentos tan comunes como el metamizol, más conocido en España como Nolotil, por su nombre comercial.

Según el vademecum, este fármaco es “un potente analgésico, antipirético y espasmolítico, usado comúnmente para el tratamiento del dolor agudo, moderado o intenso post-operatorio o post-traumático, de tipo cólico o de origen tumoral”. Además, se utiliza en los casos de fiebre alta que no responde a otras medidas u otros medicamentos para la fiebre.

Hasta aquí, todo bien. Es un medicamento muy efectivo. El problema es que entre sus efectos secundarios se encuentra la agranulocitosis, un fenómeno por el cual desciende bruscamente el número de glóbulos blancos en la sangre, propiciando el desarrollo de infecciones y pudiendo generarse la muerte por sepsis. Se calcula que ocurre en 1 de cada 10.000 casos. Es una proporción mucho más baja que la de los trombos en personas vacunadas con AstraZeneca o Janssen. Sin embargo, el Nolotil sigue administrándose. Eso sí, durante los últimos años muchos científicos se han centrado en estudiar los factores de riesgo. Unos factores en los que parece estar la propia procedencia geográfica de los pacientes, como pudimos comprobar en 2018 en España tras la muerte de diez turistas británicos.

Nolotil y agranulocitosis por el mundo

Durante años se ha sospechado que la agranulocitosis mediada por metamizol es mucho más frecuente en el norte de Europa. El suceso ocurrido con el Nolotil en 2018 en España fue la señal que avivó el fuego de las sospechas.

Desde entonces, se recomienda a los médicos españoles que no receten este fármaco a personas procedentes de Reino Unido. Además, incluso para españoles, se aconseja pautarlo solo si es estrictamente necesario y no hay factores de riesgo. Entre estos se encuentran el diagnóstico previo de enfermedades autoinmunes, la desnutrición o las patologías relacionadas con la médula ósea, entre otros.

Durante años se ha sospechado que la agranulocitosis por Nolotil era más frecuente en el Norte de Europa por causas genéticas

También se sospecha que hay una clara predisposición genética, relacionada con esa heterogénea distribución geográfica de los efectos secundarios del Nolotil. Esto es algo común. Ciertas enfermedades o efectos de fármacos se dan más en unos lugares del mundo que en otros precisamente por esta causa. Sin embargo, no está claro cuáles son los genes involucrados en este caso.

Por eso, en los últimos años se han puesto en marcha varios estudios dirigidos a encontrarlos. Suelen centrarse en el análisis de diferentes polimorfismos de un solo nucleótido (SNPs). Estas son variaciones genéticas en las que generalmente solo varía una de esas letras que componen el código de nuestro ADN. Se sabe que estas variaciones pueden afectar a la respuesta de un individuo frente a una infección o un fármaco y que a menudo están conservadas en puntos concretos del planeta.

Por eso están siendo el objetivo principal de estos estudios. Aún no hay respuestas claras. Se cree que pueden estar vinculadas con genes relacionados con el sistema inmunitario, pero aún es necesario más estudio. Por eso, la recomendación sigue siendo la misma: ser cautos a la hora de recetar el metamizol y prestar atención a los factores de riesgo que ya conocemos, mientras que los científicos intentan dar con más. Los sistemas de farmacovigilancia no son algo nuevo de la pandemia. La única diferencia es que ahora tenemos un gran altavoz mediático puesto en ellos.