En la internet del siglo XXI puedes enviar un simple mensaje, un documento de texto, una fotografía o un vídeo en alta resolución de punta a punta del planeta en fracciones de segundo. Algo que parecía imposible hace una o dos décadas, cuando las conexiones requerían varios minutos para mandar un vídeo. En 2018, la velocidad media de internet era de 30 Mbps. En 2023 se auguran unas velocidades de 92 Mbps.

Pero hubo vida antes de internet. Antes reinó la telefonía, fija y luego móvil. Antes de ésta, la radiotelegrafía, antes la telegrafía eléctrica y, al principio, la telegrafía óptica. Enviar información a través de kilómetros de distancia no siempre ha sido fácil. Tampoco lo es hoy en día, pero el ser humano ha logrado que cualquiera pueda usar internet desde cualquier lugar y desde cualquier dispositivo electrónico. Sin embargo, las comunicaciones pretéritas requerían de operarios especializados que debían codificar y descodificar los mensajes al momento. Algo que hoy hacen ordenadores y smartphones cuando reciben paquetes de datos y nos los muestran en forma de mensajes de WhatsApp, fotografías de Instagram o vídeos de YouTube.

El telégrafo óptico surge en un lejano siglo XVII. Aunque la idea se presenta por primera vez en Reino Unido, será Francia el primer país que se tomará en serio este invento. Francia será la pionera en desarrollar un sistema de comunicación a distancia, el primero que consta de una red de torres distanciadas entre ellas y que envían y reciben mensajes empleando para ellos un sistema rudimentario. Las antepasadas de las actuales torres de telecomunicaciones. Un sistema rudimentario pero eficaz, ya que empleando un código hará posible la comunicación sin desplazarse a kilómetros de distancia.

El telégrafo de los hermanos Chappe

Cuando hablamos de telégrafo óptico, surge inevitablemente el nombre de telégrafo de Chappe o telégrafo Chappe. Básicamente porque su inventor fue Claude Chappe, ayudado estrechamente por su hermano Ignace. Si bien la primera aparición del telégrafo surge en 1684 en Reino Unido, su inventor Robert Hooke no logró convencer a la Royal Society, relegando su invención al olvido.

En cambio, los hermanos Chappe presentarán su idea un siglo después. Al contrario que en Reino Unido, en Francia la idea convencerá, algo a contracorriente, si tenemos en cuenta que el invento surge en una de las épocas más turbulentas de Francia, la Revolución francesa, que depondrá a sus reyes e iniciará la Primera República. Ya en la etapa republicana, en 1792 se inicia el proyecto y en 1794 se envía el primer mensaje o telegrama. De Lille a París, 230 kilómetros de distancia y empleando 22 torres.

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Telégrafos ópticos en Montmartre, París, y en el Palacio de Justicia de Metz. Fuente: Optischer Telegraph in Preußen

El éxito hará que Francia cree toda una red de telegrafía óptica a lo largo y ancho del país, una red de 500 torres de telegrafía con una extensión de 5.000 kilómetros con torres situadas por todo el territorio que unirá Francia de punta a punta. Una alternativa rápida para enviar mensajes breves a lo largo de varios kilómetros, en paralelo al servicio postal francés, que ya funcionaba desde finales del siglo XV y que durante la Revolución francesa se modernizó.

Vertebrar el territorio y mantenerlo comunicado de punta a punta. La telegrafía óptica hará posible saber qué ocurre en todos los rincones de un país en cuestión de horas en vez de tardar días o semanas. No es de extrañar que otros países europeos adopten este sistema de comunicaciones a distancia. Tras Francia, llegarán Suecia, Hungría, España, Reino Unido o Alemania. Estados Unidos hará lo propio en el siglo XIX, si bien para entonces apostarán por la telegrafía por cable, que empieza a instaurarse en 1837 en combinación con el código Morse. Pero esa es otra historia.

Mensajes codificados para facilitar su envío

Los telégrafos ópticos se colocaban en lo alto de torres que podían variar en su arquitectura y construcción. En las grandes ciudades podían ser parte de edificios más complejos, de manera que su construcción era más elaborada. En lugares más inaccesibles o aislados, se limitaban a meras torres de piedra de lo más sencillo. El único requisito era que la torre fuera alta y visible a gran distancia. En concreto, entre 6 y 12 kilómetros.

Pero el papel principal lo tenía el propio telégrafo óptico. El telégrafo de Chappe era un mecanismo de madera o metal que podía moverse mediante un mecanismo propio. La idea era mover la parte central y sus dos brazos para crear formas. Esas formas o posiciones tenían un significado. Al principio, cada forma significaba una letra del alfabeto. Sin embargo, el sistema permitía crear hasta 98 combinaciones, por lo que se podían crear mensajes complejos más allá de las 26 letras del alfabeto francés. Así, con el tiempo, las formas del telégrafo podían significar letras, palabras, sílabas o frases completas.

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Telégrafo óptico en Gallargues-le-Montueux. Fuente: Daniel Villafruela (Wikipedia)

Para entender los símbolos complejos, era necesario un libro de claves que constaba de 92 símbolos, es decir, 92 páginas, y cada página con 92 líneas. En total, 8.464 palabras y frases. Algunos han querido traducir la velocidad de las comunicaciones de la telegrafía óptica en su equivalente digital. Partiendo del primer mensaje que envió Claude Chappe, de 55 caracteres, y asignando 8 bits por carácter, el resultado da 440 bits. Transmitir y descodificar el mensaje requerió de 240 segundos. El resultado, 1’8 bits por segundo. Un cálculo similar redondea la velocidad de envío de datos a 2 bits por segundo: 20 segundos para enviar un símbolo de 5 letras, 40 bits.

El telégrafo de Chappe empleaba un palo central con dos brazos, pero con el tiempo, cada país fue introduciendo su propio sistema para codificar y enviar los mensajes. En muchos casos, en vez de telégrafo se llamaba semáforo, que en griego significa portador de señales. Estas señales se generaron de distintas maneras. En algunos casos, con paneles que se ocultaban o mostraban, creando patrones que significan distintas cosas.

La telegrafía óptica en España

Enlazando con el párrafo anterior, en el telégrafo óptico que se conserva en la torre del castillo de Montjuïc, en Barcelona, se empleaban dos palos horizontales colocados en un palo vertical. A esto se añadían banderines y bolas. Con este telégrafo, que inició sus labores en 1858, se podían enviar 220 mensajes distintos para comunicarse con los barcos que llegaban a la ciudad.

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Red de telegrafía óptica en España. Fuente: Microsiervos

La telegrafía óptica llegará a España a partir de 1799, año en el que se empiezan a instalar las primeras torres. La primera de ellas, unía Madrid con Cádiz empleando entre 60 y 70 torres. El resto del despliegue estuvo bajo el control de las autoridades militares y unía el sur con el centro de España. No es hasta 1834, coincidiendo con la primera Guerra Carlista, que se construye la primera red en el norte, uniendo Pamplona con Vitoria.

Posteriormente, entre 1844 y 1857 se irá tejiendo una red que unirá Madrid con el sur, con el norte (País Vasco, Navarra y Aragón) y con Valencia. Las comunicaciones entre Madrid y Barcelona pasarán a través de la red que une el norte de Cataluña con Valencia siguiendo la costa mediterránea.

El telégrafo óptico no murió, evolucionó

Cuando mencioné Estados Unidos, dije que adoptó la red de telegrafía eléctrica en lugar de la telegrafía óptica. La telegrafía original era sin cables y visual, pero su evolución era mucho más rápida al enviar los mensajes, gracias a la velocidad de transmisión de los mensajes a través de cables y, en especial, a la codificación de los mismos. El código Morse, creado en 1837 por Samuel Morse y mejorado en 1841 por Alfred Vail, hizo posible traducir letras, palabras y frases en líneas y puntos, o mejor dicho, pulsos eléctricos cortos y largos.

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Fuente: British Telecom Archives / BT Archives

Así pues, desde 1837, la telegrafía por cable se extiende poco a poco por Estados Unidos. Con el tiempo hará lo propio en el resto del mundo, Europa incluida. Las torres de telegrafía óptica ya no serán necesarias, por lo que caerán en desuso y, finalmente, olvidadas. Otras serán reconvertidas.

En la actualidad todavía es posible visitar antiguas torres de telegrafía óptica tanto en España como en Francia y Reino Unido. Algunas de ellas se encuentran en mal estado pero otras se han restaurado y pueden visitarse. Una manera de recordar cómo empezaron las comunicaciones inalámbricas, el antepasado directo de la telefonía inalámbrica y de la internet que todos conocemos.