El 11 de febrero es un buen momento para reivindicar la necesidad de igualdad entre géneros en la carrera investigadora. Aunque también para recordar las aportaciones, a menudo silenciosas, que tantas mujeres han hecho a la historia de la ciencia. Cada vez son más las personas que ponen su granito de arena para que así sea. Este año, Laura Morrón ha colocado el suyo con la publicación de A hombros de gigantas, un libro en el que se cuenta la historia de 110 mujeres científicas que dejaron huella en áreas de lo más variadas. Pero lo hace de un modo muy original, a través de haikus o, como se llama a aquellos de contenido científico, scikus. En Hipertextual hemos hablado con ella, para que nos cuente cómo se ha sentido al condensar más de un centenar de vidas fascinantes en composiciones de tres versos. De todas las herramientas a las que podrías haber recurrido para dar a conocer a esas mujeres científicas has elegido el haiku. ¿Por qué?
En realidad ya había escrito sobre algunas de ellas en mi blog, Los Mundos de Brana, pero en prosa. La decisión de utilizar haikus surgió de un concurso de Zientzia Astea, que es la Semana de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco. Allí se propuso hacer un haiku inspirado en las matemáticas y yo pensé; ¿por qué no las mujeres matemáticas?
Yo ya había hecho varios de ciencia en general. De hecho, nuestros libros de la colección Café Cajal empiezan todos con uno. También había dedicado alguno a unas pocas personas de ciencias, pero no había profundizado en las mujeres científicas. Me animé con ese y me pareció muy diferente y bonito intentar informarme sobre ellas y ver lo que me inspiraba para resumirlo. Era como un juego.
Los 'scikus' del libro recuerdan un poco al formato de píldoras de 15 minutos de congresos como Naukas o Desgranando ciencia, en los que te enseñan lo básico, a la vez que generan interés para seguir buscando. ¿Es esa una de las utilidades de este formato?
Desde luego. El objetivo es también que el lector haga el camino contrario al que he hecho yo y amplíe la información. A mí me encanta que los libros interactúen con el lector, que le creen una interrogación. Y si es de una manera bonita y poética, mejor. A mí es una de las cosas que más ilusión me hacen si se consigue. Además, pienso que puede ser una buena herramienta de descubrimiento de las gigantas para los más jóvenes.
¿Crees que para divulgar es importante derribar la vieja frontera entre ciencias y letras en la que todavía creen muchas personas?
Sí, totalmente. Yo creo que somos personas y personas con muchas aficiones, lo que pasa es que por cuestiones prácticas nos hacen escoger muy pronto, porque existen muchas especialidades. A mí eso de que en cuanto alguien hace dos cosas ya le llamen hombre o mujer del Renacimiento me da un poco de risa, porque tendría que ser lo normal. Lo que pasa es que, por razones prácticas, a veces nos hacen elegir y nos perdemos cosas. Y claro, si luego tú mismo no intentas tener más sensibilidad y buscar, pues es una lástima.
Por eso es tan importante la divulgación, y no solo la científica, sino la de todas las materias. Así podemos ver que aquello que en su momento no pudimos aprender también es muy disfrutable.
Además, está todo relacionado. En el arte hay ciencia, en la ciencia hay música… Son conocimientos humanos y están todos unidos.
El arte en este libro no se ve solo en los scikus. Llama la atención desde el primer momento en que lo tienes en tus manos. ¿Buscabais ese efecto con el proceso de edición?
Buscábamos que la lectura fuera toda una experiencia. A mí me gustaría resaltar la labor de edición de Estíbaliz Espinosa, porque una sola no se puede editar. Además, ella es poeta y divulgadora científica e hizo un trabajo estupendo. Y también quiero destacar el papel de la diseñadora, Itziar Goñi. Si nos enamoramos del libro es gracias a su gran labor.
¿En qué te basaste para seleccionar a las mujeres científicas que aparecen en el libro?
Me costó mucho quedarme con 110, porque hay muchas mujeres científicas. Una vez que empecé, las primeras me salieron rápido, porque las conocía. Pero cuando tenía más o menos la mitad y Marta Macho, la autora del prólogo, me dijo que me animara a hacer más, fui ampliando. Y una vez que empiezas, encuentras a tantas… Sobre todo me quedé con aquellas que me inspiraban por sus logros.
Por desgracia, como hasta hace poco la mujer no podía ni siquiera estudiar, hay muchas que son “la primera de”, pero he intentado ir más allá de eso, que sus logros fueran potentes y me inspirasen. Por otro lado quise ser plural, porque la mayoría de mujeres científicas que yo conocía eran europeas, blancas, de un tiempo no muy lejano... Por eso busqué gigantas de otros países, culturas y etnias. Para buscar información hay webs que son un lujo. El blog de Mujeres Con Ciencia es una de ellas, yo ahí descubro muchísimas. Por eso también he querido poner al final del libro un “Para saber más”, para dar herramientas. Si yo quiero que la gente se haga preguntas, también debo ayudarles a encontrar las respuestas.
¿Tienes alguna favorita entre todas las mujeres científicas que has seleccionado?
Es muy complicado elegir solo a una. Siempre he tenido debilidad por Lise Meitner, pero es verdad que cuando empiezas a buscar y te aparecen tantas mujeres científicas, ya no sabes cuál te gusta más. Me quedaré con una que además conozco, que es María José Yzuel, porque es una referente actual en óptica y también una persona super sencilla, que ha hecho una gran labor tanto por la mujer como por la divulgación. En tiempos en los que la divulgación no estaba bien vista, ella estando arriba del todo lo hizo.
Además, creo que nos tenemos que fijar en las gigantas que tenemos aquí y ahora, pues también hay muchas de España. Otra muy interesante es Ángeles Albariño. Pero ya te digo que es difícil quedarse solo con una, que las demás no se enfaden, porque me gustan todas.
Hay científicas de todas las épocas, incluyendo la actualidad. Por ejemplo, mencionas a Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, ‘madres’ de la técnica CRISPR y recientes ganadoras del Nobel, ¿crees que a veces en momentos como el 11F caemos en el error de dar el valor que por supuesto merecen a las científicas del pasado, pero olvidándonos de las del presente?
Es cierto que sí que hay actividades en las que las propias científicas van a las aulas, por ejemplo. Pero no, no podemos caer en el error que comentas. Los referentes son buenos, por muchos motivos, pero sin dejar a un lado a las mujeres científicas actuales.
Si siempre vamos tan atrás, se puede llegar a pensar “¿y ahora qué?” A mí me gusta mucho una obra de teatro sobre esta temática. Fíjate, arte y ciencia juntas como hablábamos antes. Se llama *Científicas: pasado, presente y futuro, de Paco Vega. Las actrices, que son mujeres científicas en la actualidad, interpretan a las del pasado y luego hablan de su investigación.
¿Crees que todavía nos falta mucho para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito de la ciencia?
Sin duda. Es verdad que ahora hay mucha más sororidad y también compañerismo y voluntad por parte de los hombres, pero tenemos que ponernos las pilas, porque por inercia podríamos quedarnos 150 años más así.
Hay gente que se piensa que las cosas están bien y es que si no te pones en los zapatos de otras personas no te das cuenta de lo que hay. El 11 de febrero es una alerta de que las cosas no están bien. Cuando no haga falta este día habremos llegado a donde debemos estar. Yo espero que todas estas iniciativas hagan que más días sean 11F, que tanto las niñas como los niños entiendan que no hay estudios para un género o para otro y que poco a poco no haga falta hacer libros de historia especiales, solo de mujeres científicas, porque tengan el espacio que merecen en los generales.