Bill O’Neal (Lakeith Stanfield) es un traidor y la película Judas and the Black Messiah no lo disimula. Pero tampoco pondera sobre el papel del personaje como jefe de seguridad del partido Panteras Negras y agente del FBI. Uno de los grandes triunfos de la película de King es analizar la dualidad del discurso — tanto el histórico como el político — desde la reconstrucción histórica. Y gracias a eso logra elaborar un sentido del poder y del miedo, que convierte al film en una rara mezcla de ritmos.

Por momentos, el guion tiene un interés muy marcado en mostrar lo ocurrido en una Chicago convulsa y violenta. En otros, analizar el mundo interior de sus personajes. Entre ambas cosas, el argumento avanza para narrar el doloroso paisaje de un país dividido y polarizado, no muy lejos del actual. Uno de los grandes logros de King es lograr equiparar la Norteamérica de los años sesenta con la contemporánea. A la distancia, ambos escenarios son tan semejantes como para aterrorizar al espectador. El debate sobre la discriminación, la desigualdad y el miedo es el mismo. Pero, además, hay algo que supone una reflexión inusual en una película cuyo discurso político lo es todo. No hay culpables, héroes o villanos. Hay consecuencias. Un tránsito entre decisiones, versiones y contraposiciones acerca de la cultura que alienta la discriminación la manera cómo reacciona lo colectivo.

Judas and the Black Messiah está profundamente interesado en dialogar con el hecho histórico como base de todo su argumento. Lo hace, además, con la perspectiva de que no invade ni tampoco evade la responsabilidad de su personaje principal. En una de las escenas más duras de la película, el O’ Neal interpretado Stanfield deja claro que “estaba en la lucha”. Eso podría englobar el peso de un guion que se sustenta sobre la cualidad de la observación.

La importancia del contexto

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Es inevitable comparar el clima crispado de varias de las secuencias con lo que se vivió a mediados del año pasado después de muerte de George Floyd. La tensión aumenta escena a escena y el drama histórico se transforma entonces en una búsqueda de respuestas. ¿Hay un motivo para el constante enfrentamiento entre gobierno y activistas? ¿Qué es lo que hace que la situación social en EE.UU. sea un precario equilibrio entre una herencia prejuiciosa y algo más complicado? King no ofrece respuestas — no parece ser su intención — sino que brinda la oportunidad al espectador de buscar las propias.

Por supuesto, el film está lleno de referencias a los sucesos reales que reflejan. La frase “el Mesías negro” refleja la paranoia J. Edgar Hoover, interpretado por un inmenso Martin Sheen. El director usa el trasfondo político para meditar sobre el hecho de la militancia afromaericana con acento político. La forma en que se percibía en una década especialmente complicada. Pero en particular, el guion muestra la manera en que la percepción de la necesidad de un líder negro poderoso se sostuvo en mitad de lo que parecía una esperanza irracional.

La forma de King de describir el clima cultural permite entender los paralelismos acerca de la idea de la necesidad de un rostro reconocible, y la forma en cómo esa mera posibilidad se convierte en una amenaza interna. Para Hoover es un riesgo nacional que no piensa correr. Y, de hecho, como King retrata al funcionario permite entender la temperatura moral de EE.UU.. Convertida en un debate incómodo sobre la forma en que comprende a las minorías, la película tiene la estatura de una interrogante cultural de alto calibre.

A por las situaciones extremas

Claro está, Judas and the Black Messiah depende de qué tan creíble es su personaje central. Como doble agente, O’ Neal debe lidiar con situaciones límites de un extremo a otro. Además, enfrentarse a sus propios límites y al hecho de la lealtad y la traición como perspectivas sobre sus decisiones futuras. Stanfield toma la brillante decisión de crear la sensación que su personaje siempre se encuentra al borde de la cordura.

Vulnerable y nervioso, O’Neal va de un lado a otro, tropieza y mira sobre el hombro. Sospecha tanto de quienes le envían como de los que le observan con suspicacia. Para beneficio de la película, el actor encuentra un punto medio entre la angustiosa cualidad de peón de O’Neal y su fragilidad mental. El resultado es un recorrido entre una situación insostenible y su inevitable resolución. Pero King dirige la trama de tal forma que aunque el final pueda resultar predecible; sorprende el trayecto hacia los puntos más conocidos del relato histórico.

La transición de O’ Neal de luchador callejero a un torpe agente encubierto tiene la astuta duplicidad de una monstruo incompleto. Después de que el agente Roy Mitchell capture a O’Neal con una oferta directa, el personaje carece de opciones. Stanfield muestra el recorrido hacia el engaño que encarna su personaje con pulso firme. No trata de provocar lástima, ni tampoco analiza la perspectiva como víctima. El triunfo de la película y el actor se encuentra en el hecho de que O’ Neal hace lo que puede en una situación que le desborda. El control del FBI es absoluto y también el compromiso del personaje con una lucha que comprende. ¿Qué le romperá primero? ¿Qué lo devastará hasta arrasar con sus convicciones?

¿Oportunista e incómoda?

King tiene la peculiar cualidad de asumir el peso de lo que ocurre con curiosidad. La cámara va de un lado a otro como si fuera un observador más en medio de las conversaciones, protestas callejeras y peleas. La película plantea dos tipos de problemas. Los fragmentos de la personalidad de O’ Neal y cómo afecta al guion y la historia, que se cuenta a través de sus ojos, su búsqueda de identidad y contradicciones. Al final, en una época en que la lucha era por la supervivencia, la necesidad de O’Neal por triunfar en las peores condiciones posibles son el centro del guion.

En una época como la nuestra, en que la discusión del racismo parece estar en todas partes, Judas and the Black Messiah parece oportunista e incómoda. Pero en realidad, King lleva el debate a un nivel más emocional que intelectual. ¿Por qué estarías dispuesto a arriesgar la vida? ¿Qué motiva tus convicciones? Con su aire idealista, profundo y enrarecido, Judas and the Black Messiah es un audaz experimento, quizás en el momento más difícil de todos.