El propio Edvard Munch contó que pintó su cuadro más famoso, El Grito, después de un paseo con dos amigos. De repente, al ponerse el Sol, el cielo se tiñó del color de la sangre y sintió “un grito infinito que atravesaba la naturaleza”. A día de hoy se sabe que muy probablemente aquellas tonalidades fueran fruto de la actividad del Krakatoa. El volcán está en Indonesia y el pintor vivía en su Noruega natal. Sin embargo, en 2004 un grupo de físicos demostró que por aquellas fechas tuvo lugar una gran erupción cuyos escombros generaron crepúsculos rojizos visibles en Europa desde noviembre de 1883 hasta febrero de 1884.

Aunque había una explicación natural, la salud mental de Munch no estaba en su mejor momento, de ahí que interpretara la escena de un modo muy diferente. Pero era muy consciente de ello. De hecho, llegó a dejar una inscripción sobre el cuadro en la que rezaba “Sólo puede haber sido pintado por un loco”. Durante muchos años se pensó que pudo ser fruto del vandalismo. Sin embargo, un análisis reciente ha sacado a la luz que fue el propio pintor el que lo hizo.

La inscripción oculta en 'El Grito' de Munch

El Grito ha sido analizado por Mai Britt Guleng, curadora de arte en el Museo Nacional de Noruega, a través de radiación infrarroja. Así, ha podido obtener una imagen más nítida de las letras, con el fin de compararlas con notas escritas por Edvard Munch.

Según ha explicado la restauradora en un comunicado, no hay duda. La letra es la misma. Sin embargo, cree que no es del mismo año que el cuadro.

En su opinión, pudo ser el fruto del revuelo generado en 1895 en una exposición en la ciudad de Oslo, conocida entonces como Kristiania. La delirante escena que se podía ver en el cuadro llevó al público a criticar la salud mental del artista. Entre los presentes estaba un joven médico, llamado Johan Scharffenberg, que aseguró que no había más que mirar sus pinturas para saber que Munch no estaba en su sano juicio.

Posiblemente, aquella discusión fue la que le llevó a dar la razón a sus interlocutores, con una inscripción sobre el cuadro, que ya llevaba dos años terminado. ¿Pero estaban en lo cierto quienes aseguraban que no se encontraba en sus cabales?

La enfermedad mental de un genio de la pintura

Como muchos otros artistas de la historia, la salud mental de Edvard Munch se puso en entredicho en numerosas ocasiones, no solo en la presentación de El Grito. Sin embargo, nunca recibió un diagnóstico claro sobre lo que le ocurría.

Ha sido necesario el paso del tiempo para que algunos científicos evalúen lo que le pasaba a partir de su obra y de los escritos de la época.

En 2019, por ejemplo, se llevó a cabo una revisión de varios estudios en los que se analiza el tema. En ella se tiene en cuenta tanto su carga hereditaria como los síntomas referidos en los registros.

Además, se hace un repaso a su vida, que no fue para nada fácil. Era el segundo de cinco hermanos. Tenía especial predilección por su hermana mayor, Sophie, con la que solo se llevaba un año.

A toda la familia le gustaba sentarse a escuchar cómo su padre, un médico descrito por Edvard como neurótico y extremadamente religioso, les leía cuentos de Edgar Allan Poe. La vida fue relativamente tranquila hasta que la madre murió de tuberculosis con solo 30 años, poco después de dar a luz a la más pequeña de sus hijos. Aquel día su padre cambió, se volvió más obsesivo y dejó de lado la literatura para centrarse en leer a sus hijos solamente la Biblia.

Pero no fue la única muerte trágica en la familia. Unos años después, Sophie murió con apenas 16 años. Fue un duro golpe para Edvard Munch, que en parte culpó a su padre por no haber podido salvarla a pesar de su profesión. Otra de sus hermanas, Laura Catherina, padecía un trastorno esquizoafectivo y tuvo que ser internada numerosas veces en un psiquiátrico. En cuanto al único hermano, a parte de Edvard, murió a los 30 años por una neumonía. Solo la hermana pequeña sobrevivió al pintor de El Grito.

La posible esquizofrenia de Edvard Munch

Los tristes sucesos de los primeros años de vida de Munch fueron degradando poco a poco su salud mental. Sin embargo, la explosión vino cuando tenía 26 años. Se encontraba de viaje en París cuando le llegó la noticia de la muerte de su padre, por un infarto.

Volvió a Noruega para el funeral, pero no llegó a tiempo. Esto le llevó a torturarse toda su vida y fue aquí cuando empezó a encadenar una depresión con otra. Además, empezó a beber alcohol de una forma muy excesiva y llegó a reconocer numerosas veces que tenía alucinaciones.

Todo esto, junto a los cambios de ánimo que se pueden extraer de la observación de sus cuadros y los escritos de la época, lleva a los autores del estudio de 2019 a teorizar que posiblemente tenía esquizofrenia, agravada por el alcoholismo.

Otros autores señalan un trastorno esquizoafectivo, como el de su hermana, o bipolar. Sin embargo, ellos creen que esto es lo más plausible.

Sea como sea, está claro que este deterioro de su salud mental está en parte detrás de su genialidad como artista. No hay más que ver El Grito. Si solo fuese así, bendita locura. Pero, por desgracia, también debió sufrir mucho. Afortunadamente hoy la psiquiatría y la psicología están mucho más avanzadas que en tiempos de Munch. Nadie debería pasar por lo que él pasó. Por eso es tan importante que, de una vez por todas, abandonemos el estigma que recae sobre la salud mental y animemos a buscar ayuda a quien lo necesita. Hay otras muchas formas de llegar a la genialidad.

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