Estos días saltaba a los titulares la noticia de cómo un grupo investigador había conseguido clonar una cría hurón de pies negros, una especie en grave peligro de extinción en Norteamérica.

El animal fue conseguido traer a la vida tras extraer ADN de una hurona de la misma especie muerta hace 30 años, y generar un óvulo que fue gestado en el vientre de una hurona doméstica. Sin embargo, la noticia se vendió en algunos medios como la recuperación de una especie extinta.

Esto no era así, ya que los hurones de pies negros (Mustela nigripes), aunque en retroceso, siguen existiendo. La decisión de clonar uno de los ejemplares fue una prueba, no por ello menos valiosa, por intentar recuperar la especie aprovechando que los hurones domésticos son mucho más manejables y por supuesto mayores en número.

No obstante, esto no niega la mayor. Que el ser humano haya sido ya capaz de conseguir clonar una especie extinta… aunque solo fuera durante unos minutos.

El breve regreso a la vida de Celia: el caso del Bucardo

El bucardo, (Capra pyrenaica pyrenaica) fue el primer animal y por ahora único que ha conseguido ser recuperado aunque sea momentáneamente de la extinción.

Esta subespecie de la cabra montes -aunque existen discusiones taxonómicas sobre si es una especie en sí misma- fue un habitante común del Pirineo aragonés y francés, hasta que desde comienzos del siglo XX, la caza comenzó a diezmar su población.

Una de las últimas imágenes de un bucardo con vida.  Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido
Una de las últimas imágenes de un bucardo con vida. Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido

Arrinconada, Celia fue la última superviviente de esta especie, a la cual los equipos de investigadores consiguieron colocar un collar de seguimiento para seguir sus pasos. Era el año 1999, y ante la seguridad de que Celia era el último ejemplar de su especie, se la consiguió sedar para extraerle muestras de su oreja que sirvieran para congelar su ADN a la espera de que a futuro pudiera conseguirse una clonación.

“Habían pasado menos de cinco años de la clonación de Dolly, y sabíamos que había posibilidades. Guardar aquellas muestras genéticas era en ese momento necesario. Lo que no pensábamos es que después iba a sucederse todo tan rápido”. Quien habla es Alberto Fernández-Arias, en esa época Director del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el último refugio del Bucardo. Él formó parte del equipo de captura de Celia y de los posteriores intentos por clonarla.

Pero, efectivamente, todo se sucedió muy rápido. Apenas unos meses después de extraer las muestras, el día de Reyes del año 2000, el collar de Celia emitía una larga señal. Un árbol había caído encima de ella poniendo fin a su especie. Al menos, de momento.

Tres años después, Fernández-Arias, junto con investigadores del CITA de Aragón, conseguían financiación (no demasiada) para intentar su proyecto: clonar al bucardo.

Un largo camino hasta la clonación

Para ello se acudió a una técnica que aunque con las mejoras de los años no difiere demasiado de la practicada al hurón de pies negros que hemos conocido estos días.

Con las muestras de ADN conservadas en laboratorios de Zaragoza y Madrid, se extrajeron núcleos de aquellas células que se inyectaron en óvulos de cabras domésticas a los que se había extraído su ADN original. Se trataba de recrear una fecundación dejándola lo más limpia del ADN de la especie receptora para que prevaleciera el del bucardo.

“Hicimos muchos intentos. En la primera serie, se transfirieron 54 embriones clonados a 13 receptoras, obteniéndose 2 gestaciones que se perdieron. En la segunda serie, se transfirieron 154 embriones a 44 receptoras, obteniéndose cinco gestaciones, una de las cuales llegó a término”, recordaba hace unos meses Fernández-Arias a Hipertextual.

Así, en 2003, y por cesárea, un quirófano de Zaragoza veía nacer a Celia, por segunda vez.

Unos minutos de vida

El cabritillo pesó más de dos kilos y parecía estar en buen estado de salud. Pero pronto surgieron los problemas. Tenía muchas dificultades para respirar y falleció a los pocos minutos. Uno de los pulmones había desarrollado un lóbulo supernumerario. No había nada que hacer.

“Fue un momento muy duro. Pero pasado el tiempo, creo que hay que poner en valor que desde Aragón se consiguiera de facto la primera clonación de una especie extinta”, reivindica Fernádez-Arias.

Al cargo del trabajo científico de aquella investigación también estaba el Doctor José Folch, investigador del CITA en esa época y hoy ya jubilado. En 2016 pude hablar con él y también recordaba con una mezcla de rabia y orgullo que aquella nueva Celia no hubiera salido adelante.

“Todo lo que se diga será especulativo, pero el impacto mediático habría sido muy importante para Aragón de haberlo conseguido. Con ello hubiese aumentado la visibilidad a nivel mundial y probablemente aumentarían las solicitudes de colaboración científica de centros de prestigio y las posibilidades de financiación internacional publica y privada, en beneficio de la I+D”, recordaba.

Años después, en 2014, hubo un nuevo intento por recuperar al bucardo que no salió adelante. Sus impulsores aún mantienen la esperanza de conseguirlo en algún momento. O, al menos, que se reivindique su posición como pioneros cuando se logre.

Revivir animales extintos está cada vez más cerca

Dos décadas después del intento del Bucardo (o el logro, también podría decirse), la ciencia sigue avanzando. El genetista de la Universidad de Harvard George Church ha llegado a especular con la posibilidad de la recuperación del mamut, en lo que sería el intento más parecido a lo que vimos en la ficción en Jurassic Park.

Pero parece que el acercamiento pasa por intentar devolver a especies mucho más cercanas. La fundación Revive & Restore lleva años trabajando en proyectos para recuperar a la paloma pasajera o migratoria (Ectopistes migratorius) y también han contribuido en el caso del hurón de pies negros.

La paloma pasajera es un caso con similitudes al del bucardo. Muy común hasta comienzos del siglo XX, se cazó masivamente para aprovechar sus plumas y su grasa tanto para la producción de útiles como para la fabricación de pienso animal.

Hoy sin embargo los intentos de clonación de especies extintas van un paso más allá de la necesidad de conservar muestras de ADN intactas, sino que se trabaja con la técnica CRISPR-Cas9.

“La edición genética CRISPR-Cas9 es la principal tecnología que está utilizando el proyecto del mamut lanudo en Harvard y es la tecnología que preveo que se utilizará para otros proyectos de desextinción. Sin CRISPR-Cas9 es difícil imaginar que se pueda considerar la posibilidad de revivir el código genético de especies extinguidas”, cuenta a Hipertextual Ben Novak, líder científico de Revive & Restore.

¿Cuándo veremos la primera especie des-extinta?

Eso sí, esto no haría que automáticamente tuviéramos a esa especie recuperada. “Todas las especies extinguidas serán híbridos entre la especie extinguida y sus parientes vivos más cercanos. Actualmente es imposible duplicar el genoma de una especie extinta, pero con la edición genética CRISPR-Cas9 podemos reescribir los genomas vivos en genes específicos. Nos centramos en los genes responsables de la ecología de las especies extinguidas, de modo que los híbridos extinguidos puedan retomar el papel de sus padres extinguidos en la naturaleza. Esperamos que estos híbridos extintos vivan y se comporten como sus antepasados, pero que también se parezcan a ellos”, explica el investigador.

La vuelta a la vida de animales extintos también debe estar acompañada de la recreación y recuperación de sus hábitats. El proceso de la paloma migratoria implica también la recuperación de los bosques de Carolina desde donde iniciaba su área de expansión.

“No solo hablamos de recuperar la especie, sino sus hábitats, y cómo esto puede ayudar a mejorar la biodiversidad perdida. Es una duda frecuente pensar que los investigadores estamos pensando en recuperar dientes de sable, mammuts y otras especies para soltarlos por ahí, cuando en realidad tiene un peso mucho más importante para las especies en peligro vigentes”, cuenta Novak.

Los avances científicos necesarios para terminar la desextinción podrían lograrse en 7-10 años, según afirma Novak. Sin embargo, un plazo tan corto requeriría un apoyo de financiación continuo y múltiples laboratorios y centros de cría trabajando en esfuerzos paralelos. Es más probable que pasen entre 15 y 20 años antes de que nazca la primera especie desextinta. Algo que parece que veremos de nuevo de un modo u otro.