Autor: Cristina Saez. De pequeña, como le ocurre a la mayoría de niños y niñas de cualquier gran ciudad, Fatoumata Kebé (Montreuil, 1985) no podía ver las estrellas. El cielo contaminado e hiperiluminado de los suburbios de París apenas mostraba algún punto brillante en el cielo. Tal vez por eso ella, al principio, no soñaba con ser astronauta ni convertirse en la primera mujer en pisar la Luna. Pero un día, de manera fortuita, se topó en casa con una enciclopedia astronómica de su padre y empezó a hojearla. Aquello fue un flechazo absoluto y desde entonces tuvo claro que quería dedicarse a estudiar el espacio.

Hoy, esta astrofísica compagina su investigación en contaminación espacial en el Observatorio de París con su preparación para convertirse en astronauta. Además, lleva a cabo iniciativas de divulgación en algunos barrios de la banlieu parisina, donde ha creado la asociación Éphémérides para acercar la ciencia a chavales de entornos desfavorecidos. También lo hace en colegios e institutos de Mali, el país de origen de sus padres, donde además ha implementado el proyecto Connected Eco, que aplica tecnología y conocimiento espaciales para proteger el medio ambiente de la agricultura invasiva.

Kébé acaba de publicar El libro de la Luna (Ed. Blackie Books), donde recoge mitos, leyendas y también el conocimiento actual que tenemos sobre “ese astro solitario al que la Tierra impidió ser planeta”.

Saturno con sus anillos, Júpiter, el gigante gaseoso y sus lunas heladas, Marte, el planeta rojo que posiblemente visitaremos en pocas décadas… De todos los astros que forman nuestro Sistema Solar, ¿por qué la Luna?

Porque está ahí cerca, porque la vemos cada noche. En París, donde yo vivo, no tenemos un cielo cuajado de estrellas como en otros lugares. Con suerte, podemos atisbar algunas noches una docena de puntitos brillantes y para de contar. En cambio, la Luna.., ¡ay! Es que la puedes ver bien cada noche, observar sus rasgos, sus características. ¿Cómo no me va a apasionar este objeto celestial?

De hecho, ha apasionado y acompañado a la humanidad desde hace miles y miles de años.

Así es, y esa fascinación ha calado en nuestra cultura, en nuestra lengua, en nuestra concepción del mundo. Tenemos calendarios basados en las fases de la Luna, palabras que proceden de la observación lunar, leyendas y cuentos. La palabra Luna procede del latín luna; los romanos también la llamaban mensis, que quiere decir la ‘medida’ y luego el ‘mes’, y está detrás de palabras como mensual, menstruación.

“Sabemos muchas más cosas de Marte que de la Luna y eso tiene que ver con las razones por las que fuimos a ella”

Y, sin embargo, sabemos muchas más cosas de Marte que de la Luna. Y eso, en buena medida, tiene que ver con las razones por las que fuimos a ella. No tenían que ver con la ciencia, sino con la política durante la Guerra Fría. Por eso, una vez los estadounidenses ganaron la carrera con las misiones Apolo y se convirtieron en los primeros en pisarla, desapareció el interés por ella y nadie ha vuelto desde entonces.

Hoy en día, ¿crees que eso ha cambiado?

Un poco, aunque los proyectos futuros para volver a poner un humano en la Luna tienen una vertiente política de nuevo y también comercial. ¿Quién quiere ir? China y Estados Unidos, las dos superpotencias, y empresas privadas que quieren beneficiarse de los recursos lunares. De nuevo, la ciencia no es el principal motivo por el que volveremos a la Luna. Es política y dinero, el capitalismo. Y eso es desafortunado.

A pesar de haberla observado durante milenios, seguimos desconociendo su verdadera historia.

¡Quedan muchísimas cosas por descubrir sobre ella! Para empezar, no sabemos del todo cómo se formó, solo tenemos hipótesis. Por ejemplo, no entendemos cómo puede haber determinados componentes en las rocas de la Luna que no deberían estar ahí. No sabemos realmente de qué está hecha. Contiene agua y si pudiéramos estudiarla nos podría ayudar a entender no solo su historia, sino también la de la Tierra y del sistema solar. O tal vez descubriríamos que este astro ejerce otros efectos sobre la Tierra, además de los que ya sabemos, como la afectación de las mareas.

Estados Unidos, China, Rusia y la India tienen interés en enviar misiones a la Luna, también la ESA y empresas privadas. ¿Deberíamos protegerla, como a la Antártida?

“En los próximos años muchas personas seguramente irán a la Luna y podrán caminar sobre su superficie solo porque tienen dinero para hacerlo. Eso es injusto”

La Luna no es propiedad de ningún país, sino de toda la humanidad. En los próximos años muchas personas seguramente irán a la Luna y podrán caminar sobre su superficie solo porque tienen dinero para hacerlo. Eso es injusto.

Deberíamos legislar para proteger nuestro satélite, estableciendo normas en el marco actual del sector espacial, porque la normativa legal de que disponemos que regula las actividades en el espacio está totalmente desfasada. Y no me extraña, porque se escribió durante la Guerra Fría y de eso ya ha pasado mucho tiempo.

¿En qué sentido desfasada?

En la web de Naciones Unidas dedicada al espacio, CUPUOS, se dice que ningún país puede reclamar un objeto celeste como propio. Si embargo, hoy en día hay empresas privadas que están en la carrera espacial y que pueden ir al espacio, explotar los recursos lunares. Y eso no está contemplado en esos textos.

La Agencia espacial europea pretende establecer una base permanente en la superficie lunar, el Moon Village.

Y pasará, aunque no sé cuándo. Hay que pensar que la Luna interesa por muchos motivos. Para empezar, porque si queremos ir a Marte, es mejor que los astronautas paren en la Luna, reposten, se avituallen y luego sigan su viaje hacia el planeta rojo que hacer el viaje del tirón. Al tener menos atracción gravitatoria que en la Tierra, será más barato que despeguen las naves, aunque es cierto que sí que será caro construir el módulo para despegar en la Luna.

Además, la Luna nos permite hacer muchos experimentos para averiguar cómo adentrarnos en el espacio; por ejemplo, puede ayudarnos a arrojar luz sobre los efectos de la radiación en los humanos. Parta ir a Marte desde la Tierra necesitas ocho meses y desconocemos cómo mutará el ADN del astronauta en ese viaje debido a la radiación. Por todo eso y muchas más cosas, disponer de una base en la Luna es muy, muy interesante.

Afirmas que quieres ser astronauta y que pretendes convertirte en la primera mujer que pisa la Luna.

Me estoy preparando para ello. Cuando eres de algún país europeo, solo puedes presentarte a la Agencia Espacial Europea (ESA) para ser astronauta, no puedes aplicar a la Nasa. Tienes que tener entre 27 y 37 años, formación científica, ser piloto o médica, gozar de un buen estado de salud. Yo cumplo con esas características. ¿Sabes cuántas mujeres astronautas europeas ha habido?

¿La italiana Samantha Cristoforetti?

Y una francesa, Claudie Haigneré. Solo dos han logrado hasta el momento pasar el proceso de selección y convertirse en astronautas. La ESA tiene previsto abrir un proceso de selección a finales de este año o principios del que viene y me presentaré.

“No hay muchas mujeres que se presenten como candidatas para ser astronautas porque, las que lo hacen, son evaluadas como hombres”

¿Por qué no hay más mujeres astronautas?

Porque no hay muchas que se presenten como candidatas para serlo y porque las que lo hacen, son evaluadas como hombres.

¿Qué quieres decir?

En sus candidaturas no consideraron lo que es ser una mujer. Cuando entras en el mundo profesional, una mujer no consigue las mismas oportunidades que un hombre, no la promocionan igual, no tiene el mismo salario que un hombre a pesar de estar en su misma posición y de tener la misma formación. No es que los hombres sean mejores que las mujeres, sino que hay estructuras que condicionan a las mujeres a tener menos oportunidades que los hombres. Y la cosa empeora para las que tienen bebés. La maternidad tiene un impacto enorme en su carrera.

Lo mismo ocurre para las mujeres en ciencia. Muchas mujeres con doctorados no son seleccionadas para tener un contrato indefinido como investigador. ¿Por qué? Porque al final de su doctorado, tienen alrededor de 30 años, que es el momento en tiene que decidir si irse fuera y hacer un postdoc o tener una familia. En el caso de la ESA, aparentemente, han dicho que en la próxima selección tendrán en cuenta esos parámetros. Veremos.

Compaginas tu investigación con actividades de divulgación para chavales en barrios marginales de París.

La alfabetización científica es crucial y lo estamos viendo con la crisis de la covid-19. Dentro de Éphémérides, organizamos desde charlas sobre astronomía y sector espacial hasta visitas a sitios como Arianespace, a donde los llevamos a visitar la fábrica de cohetes. De vez en cuando también hacemos observaciones de la Luna, de Júpiter, de Saturno, de Marte. Y les encanta. Se sorprenden mucho al descubrir que con un telescopio puedes ver los planetas desde París y, es más, desde los suburbios.

“La alfabetización científica es crucial y lo estamos viendo con la crisis de la covid-19”

Fuiste una de las ganadoras del concurso mundial para jóvenes innovadores de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), agencia de las Naciones Unidas, con tu proyecto Connected Eco, que implementas en países de África occidental. ¿En qué consiste?

La agricultura consume dos tercios de los recursos de agua de la Tierra y casi la mitad de esa agua dulce, un bien muy escaso, se desperdicia por una mala irrigación. Por eso he desarrollado un sistema de irrigación automático que ayuda a mujeres pequeñas agricultoras a mejorar la gestión del agua. Se trata de una red de sensores que funcionan con energía solar y analizan cómo está la tierra, si necesita irrigación o no y cuánta, y envían esa información en tiempo real a las agriculturas a sus móviles.

¿Qué hay de astronomía en eso?

Utilizo datos espaciales para tener una visión actualizada de los recursos hídricos que hay en África Occidental. Los niveles de algunos ríos son muy bajos y no se debe usar esa agua para regar, pero para poder generar una reserva de recursos hídricos, hay que disponer de un mapa completo de la región, con datos finos. Empecé a implementar este sistema en Mali, el país de mis padres, hace seis años, y este año lo trasladaremos a Senegal.

Gracias por la entrevista, Fatoumata. Espero que la próxima vez que te entreviste sea porque te hayas convertido en la tercera mujer astronauta europea y la primera mujer en ir a la Luna.

Y así será, no lo dudo.

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