El pasado 25 de octubre conocíamos la muerte de Lee Kun-hee, Presidente de Samsung a pesar de estar incapacitado desde 2014, cuando sus problemas de salud lo llevaron a ingresar en el hospital sin que desde entonces la compañía actualizara datos apenas sobre su estado, algo que, en los corrillos del país, había abierto la puerta incluso a las conspiraciones sobre si estaba ya muerto o no.

Más allá de teorías que podemos leer con un cucurucho de papel de plata en la cabeza, el drama de la muerte de Kun-hee tiene un trasfondo tan real como el dinero. El hasta ahora presidente era considerada la persona más rica del país según Forbes y una de las más opulentas del mundo, y ahora, con su deceso, se abre el problema de su herencia.

Corea del Sur es uno de los países con un tipo impositivo más elevado para las herencias de bienes y acciones. Con el impuesto del país gravando hasta el 60% sobre las acciones heredadas para los grandes accionistas y el 50% sobre los bienes raíces y otros activos, la familia de Lee podría deber una factura de impuestos de alrededor de 10.000 millones de wones (unos 7.500 millones de dólares, según Reuters).

Cuesta poner en perspectiva lo que Samsung significa para Corea del Sur, especialmente en un momento en el que se está debatiendo en Estados Unidos sobre los monopolios de Google y compañía.

Samsung es mucho más que sus teléfonos inteligentes y televisiones. Posee importante patas en el mercado de la construcción, de los astilleros, hoteles, seguros, métodos de pago, biotecnología, e incluso clubs deportivos. El resultado, en los últimos años Samsung ha estado produciendo entre el 12 y el 15% de todo el PIB de Corea.

A este problema que deja la serie Succession de HBO en una comedia romántica, se suma la propia idiosincrasia de Samsung, construida durante décadas con la ayuda del gobierno surcoreano, y la situación familiar de sus herederos directos e indirectos, con un hijo varón con problemas judiciales y una red de tíos y primos asentados desde las otras empresas que el conglomerado Samsung ha ido creando a lo largo de los años.

Lee Kun-hee
Lee Kun-hee en una foto de 2013.

Esta es la historia de cómo el final del hombre que llevó a Samsung a ser una de las mayores empresas de tecnología del mundo puede también ser su talón de Aquiles.

De vender alimentos al ‘chaebol’, los orígenes de Samsung

Lee Kun-hee poseía a su muerte el 4% en el mayor productor mundial por volumen de teléfonos inteligentes o televisores (Samsung Electronics) y el 21% de Samsung Life Insurance Co., sus servicios de seguros y sanidad, que es la segunda parte más grande del conglomerado.

Su riqueza y cargo caen directamente de su padre, Lee Byung-chul, fundador casi mítico de la compañía fallecido en 1987.

La historia de Byung-chul da para varias películas y seguramente un buen libro para meterse en ella sea Samsung Rising, pero intentemos resumir sus más de 50 años de poder.

El patriarca de los Lee fundó Samsung en 1938, en principio como una empresa de importación y exportación que en sus inicios hizo negocio enviando alimentos a la entonces provincia en disputa de Manchuria.

Tras la Guerra de Corea, hizo negocio como productor de azúcar y alimentos para los soldados norteamericanos allí asentados, y con la independencia del país, recibió el encargo del presidente Park Chung-hee de iniciar la modernización del país. Empezaron ahí a diversificarse aún más sus negocios, que comenzaron a tocar por primera vez la construcción y la electrónica.

Lee Byung-chul, Lee Kun-hee y Lee Jae-yong, de izquierda a derecha

El caso de Samsung no fue el único. El incipiente gobierno surcoreano confió en varias de las empresas más potentes del país, potenciándolas, para que a su vez ayudaran a dinamizar el estado. Ese fue el origen de los ‘chaebol’ (negocio familiar en coreano), del que también surgieron LG o Hyundai.

La estirpe de los Lee

A la muerte de Byung-chul en 1987, el ahora fallecido Lee Kun-hee tomó el control, pero la corporación se dividió entre los hermanos herederos. Samsung, Shinsegae (grandes almacenes), CJ Group (alimentación y entretenimiento) y Hansol (productos químicos). De este modo, Samsung se quedó con las divisiones más rentables: electrónica, construcciones y astilleros.

Aquello formó un primer puzzle que se ha ido agrandando en la generación posterior. Tras la división entre los hermanos herederos, Lee Kun-hee también ha distribuido el ecosistema de Samsung entre sus tres hijos: como Vicepresidente y heredero nominal Lee Jae-yong (52 años), conocido como Jay Y. Lee en Occidente, quien ha llevado las riendas de la compañía desde la incapacidad de su padre, la hermana mayor, Boo-jin (50), gestiona el negocio hotelero que también tiene Samsung, mientras que Seo-hyun (47) se encarga de la fundación destinada a obras benéficas. Hubo una cuarta hermana, Yoon-hyung, que se quitó la vida en 2005.

Problemas legales de padres a hijos

Durante el mandato de Lee Kun-hee Samsung se convirtió en lo que es hoy, pasando de ser un fabricante de electrónica barato en la marca que más teléfonos vende por volumen, con una apuesta por la calidad que hasta ahora le ha llevado a ser el principal rival de Apple en cuanto a innovación.

Sin embargo, no todo fueron rosas en su mandato, ni mucho menos. El segundo de los Lee tuvo que dimitir de su puesto como presidente en 2007 tras un escándalo de soborno al presidente surcoreano Roh Tae-woo.

Kun-hee fue indultado por el Presidente que sucedió a Tae-woo, en una muestra más de las conexiones entre la empresa y el poder, regresando a su puesto hasta su fallecimiento.

Estos problemas legales también han afectado a su hijo y futurible heredero, Lee Jae-yong, quien ingresó en prisión durante un año por el caso ‘Rasputina’, otra trama de sobornos y tráfico de intereses que llevó a la dimisión a la presidenta del país Park Geun-hye, y que todavía sigue pendiente de un cierre judicial.

Ese es el panorama de fondo de una sucesión en la que además de los impuestos que deberían pagar, se unen los intereses cruzados de toda la familia.

Medios locales como el Korea Herald especulan con que al final, o bien se llegará a un acuerdo con el fisco, o bien los herederos podrán ir pagando en efectivo la deuda con los beneficios de Samsung, antes que tener la obligación de vender parte de las acciones, lo cual podría fragmentar el gigante asiático de una forma que hasta ahora, por su idiosincrasia y la propia del país, parecía impensable.