El mal — y cómo se concibe — es un elemento de considerable importancia en el género de los villanos del cine de terror. Cada película hace preguntas directas sobre la forma en que concebimos lo maligno y además, confronta una idea específica sobre la idea: ¿es la cualidad sobrenatural de apariciones y leyendas? ¿Los monstruos que acechan? ¿La oscuridad en la mente de los hombres?
Cualquiera sea la respuesta, el cine de terror se plantea a través de sus villanos interesantes cuestiones sobre las grandes preguntas filosóficas. Y quizás por ese motivo, suelen ser los personajes más recordados del género. Te dejamos quince villanos del cine de terror de enorme trascendencia en género de terror y en la historia cinematográfica:
15 villanos del cine de terror
Annie Wilkes, en Misery de Rob Reiner (1990)
En el libro del mismo nombre del escritor Stephen King, Annie es una enfermera con un pasado inquietante que se convierte en una figura temible. No obstante, la adaptación de la década de los noventa lleva al personaje al siguiente nivel y lo transforma en la encarnación de la crueldad, la manipulación y un tipo de horror psicológico difícil de explicar de manera sencilla.
¿Un dato curioso? Kathy Bates, la actriz que interpretó al personaje, dijo una vez a EW que “sin duda sería amiga de Annie”, en una declaración que todavía provoca escalofríos.
El Babadook, en El Babadook de Jennifer Kent (2014)
Este villano es también un símbolo de todo tipo de dolores emocionales, la encarnación del duelo y el luto, además de ser los terrores de la infancia resumidos en una criatura lóbrega con aires de expresionismo alemán. Jennifer Kent reflexionó sobre una buena cantidad de temas psiquiátricos, a través de esta abstracción aterradora sobre el miedo, surgida directamente de las páginas de un libro misterioso y que además, es una especie de espanto primigenio en los que confluyen todos los lugares de lo terrorífico.
Convertido en la actualidad en icono de la comunidad LGTBI+ (no nos preguntes, Netflix tiene “la culpa” de eso), también es una demostración de lo mutable que pueden ser los símbolos en la cultura pop.
Candyman, en Candyman de Bernard Rose (1992)
Basado de manera libre en un cuento de Clive Baker, esta criatura temible es además la encarnación metafórica de los dolores de la esclavitud, la discriminación y el racismo. Si a eso sumamos su cualidad mítica y violenta, tenemos a un malvado que además, es también, una mirada durísima sobre las heridas culturales y el miedo colectivo.
¿Un dato curioso? Al actor Tony Todd se le escogió por su figura imponente para interpretar al espectro cuyo cuerpo está formado — y sostenido — por inquietantes abejas. ¿Un dato más curioso? Todd es alérgico a las picaduras del insecto, lo que supuso un considerable reto para producción.
Cesare, en El gabinete del Dr. Caligari de Robert Wiene (1920)
La película más representativa del expresionismo alemán, tiene también a un villano que es quizás, el modelo a seguir de buena parte de las criaturas aterradoras que poblaron las pesadillas del cine las décadas siguientes. El asesino sonámbulo y larguirucho interpretado por el magnífico Conrad Veidt, comete una serie de asesinatos bajo la órdenes de un hipnotizador (Werner Krauss) y lo hace, en medio de un paisaje de pesadilla que le lleva a los confines de la imaginación, el miedo y los terrores ocultos. Todo un paradigma para los villanos que le siguieron a través de las épocas.
La entidad, en It:Follows de David Robert Mitchell (2015)
Este villano tiene la particularidad de no tener un rostro real, sino muchos: como una tétrica infección se contagia de una víctima a otra y es de hecho, la proyección de los ¿los temores? ¿lo que guarda la atormentada psiquis del atormentado que le mira?
El argumento no lo aclara de inmediato pero la forma en que la criatura transmigra como una forma a otra, es lo suficientemente terrorífico como para sustentarse en la idea de una pesadilla colectiva.
Ghostface, en Scream de Wes Craven (1998)
Como villano icónico, es también el centro medular de una especie de sátira involuntaria sobre los tradicionales asesinos de las películas de terror y en especial, los clásicos slasher. Génerico y basado en la mayoría de las películas de terror que le precedieron, Ghostface es mucho más una mirada irónica al tipo de personajes que representa que un malvado: es también un recorrido por su iconografía. Aun en la actualidad, aun sigue siendo espeluznante en su capacidad para representar el miedo de masas y las pequeñas obsesiones colectivas. Tanto película como personaje se convirtieron en fenómenos culturales y relanzaron al género del terror a un nuevo nivel de éxito.
Dr. Hannibal Lecter, en El Silencio de Corderos de Jonathan Demme (1991)
Refinado, elegante, culto, buen cocinero y caníbal: la improbable combinación de elementos en la personalidad del Doctor en psiquiatría Hannibal Lecter (interpretado por un formidable Anthony Hopkins) le convierte en quizás, el villano más famoso de las últimas décadas y sin duda, uno de los más relevantes de la historia del cine.
No solo se trató de la encarnación del mal intelectual, sino también de la curiosidad morbosa y extravagante por los asesinos en serie que define a nuestra época. ¿Dato curioso? El personaje parpadea solo dos veces en toda la película. ¿Dato más curioso? Cuando la periodista Bárbara Walters entrevistó al actor, le pidió entrara en personaje para la audiencia, cosa que Anthony Hopkins hizo durante diez escalofriantes minutos. Después, Walters definiría la experiencia como espeluznante. “Jamás parpadeó ni una vez”.
Jack Torrance, en El Resplador de Stanley Kubrick (1980)
En su versión literaria, Jack es un alcohólico que fuerzas sobrenaturales utilizan para tratar de atrapar a su hijo Dany, dotado con una misteriosa capacidad psíquica. En la adaptación de Kubrick, es un hombre atormentado que cae lentamente en la locura, mientras el hotel Overlock cobra vida a su alrededor.
Tanto uno como el otro, son criaturas temibles, cada vez más retorcidas e inquietante, pero sin duda la imagen de Jack Nicholson lanzando hachazos a la puerta del baño detrás del cual se esconde Wendy, es la que permanece en la memoria colectiva. ¿Dato curioso? Nicholson comió todos los sándwich de queso que fue capaz durante la filmación: los odiaba y le produjeron un malestar tan insoportable, que lo uso para expresar la furia lenta y ciega de su personaje.
¿Dato más curioso? Kubrick le dijo a Nicholson que nada de lo que hiciera sería excesivo y el actor le aseguró que “improvisaría”. De modo que buena parte de los momentos más terroríficos de Jack, provienen de la inspiración… de Jack.
Leatherface, en The Texas Chain Saw Massacre de Tobe Hooper (1974)
Usa la piel arrancada del rostro de sus víctimas como máscara. ¿Habrá algo más que decir para describir el terror definitivo que encarna el personaje?
Michael Myers, en Halloween de John Carpenter (1978)
Michael mató a su hermana a cuchilladas a los seis años, para después volver como adulto y terminar la noche de Halloween en una orgía sangrienta en la que casi muere la eterna final girl Laurie Strode (Jamie Lee Curtis).
Convertido en un símbolo del cine de terror, el imperturbable asesino ha recorrido casi todas las variables de su historia, que incluyen desde una conexión con la magia celta hasta un improbable vínculo de sangre con Laurie. Hierático, de pie en mitad de una calle concurrida llevando una máscara, es el símbolo de cierta fatalidad terrorífica que aun produce escalofríos.
Norman Bates, en Psicósis de Alfred Hitchcock (1960)
Este asesino despiadado de doble personalidad es además el epítome de la ambigüedad del villano moderno. Con sus modales amables y tímida sonrisa, Norman (encarnado por el brillante Anthony Perkins) esconde un rostro siniestro que cimentó las bases de la idea de la maldad sugerida que aun continúa siendo parte de la imaginaria del cine de terror.
Nosferatu, en Nosferatu de F. W. Murnau (1922)
El decano de todos los vampiros cinematográficos fue interpretado por el actor Max Schreck, que tomó la interpretación libre de Murnau sobre Drácula para construir un perfil inquietante sobre la maldad, la mortalidad y el terror a lo sobrenatural.
¿Un dato curioso? Nadie del elenco fraternizó con Schreck a petición del director, que deseaba crear una atmósfera inquietante a todo nivel. ¿Otro dato aún más curioso? Por más de dos décadas se rumoreó que Schreck era un vampiro real, historia extravagante que se narró en la película del 2000 “La sombra del vampiro” de E. Elias Merhige, con Willem Dafoe en el papel de Schreck también fue uno de esos villanos del cine de terror.
Samara, en The Ring de Gore Verbinski (2002)
La actriz Daveigh Chase se convirtió en icono del cine de terror al emerger de las pantallas del televisor de sus víctimas (si esto es un spoiler para ti, debes ver más cine de terror) y transformarse en la encarnación de un mal inexplicable. Basada en la película The Ringu (1998) de Hideo Nakata, esta reinterpretación sobre el origen del mal y los vericuetos de lo terrorífico, es también una ingeniosa vuelta de tuerca a la idea de la preeminencia de la conciencia después de la muerte.
¿Un dato curioso? La peluca de Samara pesaba tanto que la joven actriz solo podía usarla entre tomas. ¿Otro dato más curioso? La actriz Naomi Watts declaró tener pesadillas terroríficas “muy parecidas al argumento” durante la filmación.
La cosa, en The Thing de John Carpenter (1982)
Esta adaptación de libro del ’38 del escritor John Campbell de 1938 llamada Who Goes There? encarna el terror a la invasión de ese espacio personalísimo como lo es el cuerpo. Se trata de una revisión del antiguo mito de la posesión, llevado a un nuevo nivel y sin duda, desde una perspectiva aterrorizante, en medio de un espacio desértico y la desconfianza mutua de las víctimas.
¿Qué hacer cuando el monstruo se esconde a simple vista? Quizás un lanzallamas pueda ayudar.
El Xenomorfo, en Alien de Ridley Scott (1979)
La criatura de Alien no tiene ojos: una ausencia que rompe por completo con cualquier semejanza con cualquier otro monstruo que el cine haya mostrado hasta entonces. No obstante, su impacto se basa en algo más que esa ruptura con lo que consideramos compresible.
El ilustrador Giger creó a la criatura con la intención que resultara “indefinible en la crueldad de su belleza”. Con su enorme cráneo fálico y brillante, su cuerpo esbelto y su doble dentadura de dientes metálicos, el Alien imaginado por el artista es una mezcla entre una percepción estilizada acerca del miedo y algo más complejo. Inexplicable y violenta, se trata de una maquinaria mortífera que encarna un tipo de terror sofisticado que hasta entonces, jamás se había mostrado en película alguna. Giger no solo asumió el reto de elaborar una visión sobre la vida espacial que superara cualquier otra propuesta semejante sino que además, asumiera el hecho de lo desconocido como una amenaza siniestra.
El contraste, el diseño realista y funcional del caricaturista Ron Cobb para el “Nostromo” y toda la puesta en escena de la tripulación a bordo parece insistir en esa frontera entre la exquisita oscuridad que sugiere la criatura de Alien y lo que representa. Entre ambas cosas, hay una grieta evidente entre lo real y lo ficticio en la que terror tiene un claro componente tenebroso. Una perspectiva sobre el absurdo y lo incomprensible que remite de inmediato a la obra del escritor H.P Lovecraft.
Como muchas de las deidades y monstruos concebidos por Lovecraft, la criatura de Alien simboliza un tipo de terror al filo de la conciencia humana. Contradice la presunción de lo netamente antropomórfico y se convierte en una máquina de matar tan violenta como indiferente. El Alien de Giger es la síntesis de la salvaje frialdad de las criaturas cósmicas que el escritor escribió casi medio siglo antes, uno de los mejores villanos del cine de terror de toda la historia.