En julio de 2018, la desgarradora historia de una madre coraje protagonizó titulares de todo el mundo. No se trataba de una humana, sino de una orca, que cargó durante 17 días con el cuerpo sin vida de su hijo, muerto apenas una hora después de nacer. El suceso era doblemente triste, por la desconsolada imagen de las dos ballenas y porque aquella cría podría haber sido la salvación de un grupo de animales que no había visto nuevos nacimientos en tres años. Han debido pasar otros dos para que venga al mundo un nuevo miembro. Y lo mejor es que su madre es J35, la orca que cargó con su bebé muerto hace dos veranos.

Esta segunda oportunidad ha hecho muy felices a los científicos el Centro de Investigación de Ballenas de Washington que ha seguido a la manada de ballenas durante los últimos años. Y, por supuesto, también a todas las personas que en 2018 vieron con el corazón encogido aquellas tristes imágenes.

Otra oportunidad para la orca que cargó con su bebé muerto

J35, también conocida como Tahlequah, cargó con su cría de 180 kilos durante 17 días, a un ritmo de aproximadamente 100 kilómetros diarios.

Los científicos que siguieron lo sucedido temían por ella, puesto que su hazaña requería un gran gasto de energía. Necesitaba esforzarse para que su pequeña orca no se hundiera y también emerger ella cada cierto tiempo para tomar aire. Posiblemente no pudiese parar apenas ni para comer, por lo que podría caer enferma. Más aún, pues se sospecha que la razón por la que la cría murió tras el nacimiento fue la desnutrición de la madre a lo largo de la gestación.

En general, todas las ballenas de su manada tienen problemas para alimentarse. Las aguas en las que habitan cuentan con una alta presencia de contaminantes, debidos a la intensa actividad humana. Además, una de sus presas predilectas, el salmón de Chinook, desapareció de la zona por ser también una de las capturas más codiciadas por los barcos pesqueros.

Había pocas esperanzas de que alguna de las pocas hembras del grupo volviera a dar a luz. Sin embargo, el pasado 5 de septiembre algunos científicos del Centro de Investigación de Ballenas vieron algo que no podían creer al paso de la manada por el Estrecho de Juan de Fuca, entre Estados Unidos y Canadá: una nueva cría.

Bienvenido, J57

Se trataba de una cría muy pequeña, prácticamente recién nacida. Sí que debía tener unos días ya, puesto que estos animales nacen con su aleta dorsal encorvada, por la postura que tomaron en el útero. Sin embargo, este ya la tenía erguida. El día 3 se había monitorizado a las dos hembras embarazadas de la manada y ninguna había parido aún, por lo que, teniendo en cuenta que suelen tardar uno o dos días en tomar su forma normal, apuntaron su fecha de nacimiento como el 4 de septiembre y registraron al pequeño como J57.

La cría nadaba en todo momento cerca de J35, la orca que cargó con su bebé muerto en 2018. Ella era una de las hembras a las que habían seguido durante la gestación, que en estos animales puede durar hasta 18 meses, por lo que no cabía duda de que era su madre.

Según han explicado en un comunicado del centro de investigación marino, el pequeño J57 parecía una cría saludable. Su única peculiaridad es una coloración anaranjada en las zonas normalmente blancas, pero es algo totalmente normal en orcas de su edad. Al nacer con poca grasa y la piel delgada, se transparentan los vasos sanguíneos, pero no es un fenómeno grave y desaparece poco a poco, hasta hacerlo totalmente antes de cumplir un año.

Con este nuevo miembro en la manada, esta cuenta ya con 73 ballenas. Desgraciadamente, dadas las condiciones tan duras en las que viven, la mortalidad de las crías se encuentra en torno a un 40%. Sin embargo, estos científicos albergan grandes esperanzas de que J57 llegue a la edad adulta y, con él, su madre pueda disfrutar de esta nueva oportunidad. Este 2020 también tiene hueco para las buenas noticias.

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