El aterrizaje fallido de una nave espacial en un paisaje montañoso lleno de osos podría ser el inicio de una película de las que emiten en fin de semana a la hora de la siesta. Sin embargo, es una historia real y la razón por la que, durante años, los cosmonautas viajaban con armas al espacio.

Aunque a nuestra imaginación le encantaría pensar que lo hacían de cara a posibles conflictos con alienígenas, lo cierto es que el objetivo era utilizarlas de vuelta a la Tierra, en caso de que sus vehículos no se posaran en el lugar previsto.

Cosmonautas contra osos

El 18 de marzo de 1965, los cosmonautas Alexei Leonov y Pavel Belyayev partieron hacia el espacio a bordo de la nave Voskhod 2, en una de las primeras misiones espaciales soviéticas en su carrera contra Estados Unidos.

Una vez allí, a 500 kilómetros de la Tierra, Leonov se enfundó su traje espacial y salió al exterior, unido a la nave por un cable de 5 metros que hacía las veces de cordón umbilical.

Sería osado decir que aquella incursión salió bien, pues un fallo en el traje hizo que este se llenara de aire, hinchándose como un globo y haciendo imposible su vuelta a la cápsula. A riesgo de quedarse sin oxígeno decidió vaciarlo a través de una válvula. Logró recuperar un tamaño que le permitiera atravesar la escotilla, pero cuando ya estaba a salvo en el interior de la nave ya experimentaba algunos síntomas característicos de la descompresión a la que se había sometido. Afortunadamente, la cosa no fue a mayores y su estancia en el espacio permaneció tranquila. Lo que no sabían es que la llegada a la Tierra no sería mejor.

El sistema automático de descenso falló, por lo que fue necesario realizar el aterrizaje manualmente. Lograron posarse sobre nuestro planeta sin problema, pero no en el lugar acordado inicialmente, sino en mitad de un bosque siberiano, en plena temporada de apareamiento de osos y lobos. Los animales en esta época son especialmente agresivos, por lo que, a falta de armas para defenderse, decidieron permanecer en el interior de la cápsula. Finalmente, fueron salvados por el equipo de rescate, que los encontró dormidos a causa del frío que imperaba en el exterior.

Motivos de sobra para llevar armas al espacio

Si bien en su día no se contaron estos detalles públicamente, los ingenieros espaciales soviéticos comprendieron que los siguientes cosmonautas deberían llevar armas al espacio.

Desde 1982 hasta 2006, todos los tripulantes de misiones espaciales rusas han viajado armados con las conocidas como pistolas de supervivencia TP-82. Se trataba de armas de tres cañones, acompañados de tres cargadores, uno para munición de escopeta del calibre 50, otro para rifle de asalto AK-74 y otro para bengalas. Además, la culata era desmontable y tenían en su interior un machete. De este modo, en caso de aterrizar en lugares inhóspitos, como le ocurrió a Leonov y Belyayev, podrían cazar, defenderse de depredadores y enviar señales de socorro.

Más tarde, la TP-82 se sustituiría por pistolas Makarov, al pasar estas a formar parte de los kits de emergencia de las cápsulas Soyuz.

En cuanto a los astronautas de la NASA, habitualmente han utilizado armas blancas, aunque no tanto con fines de defensa. Las últimas han sido las navajas suizas del modelo Vuctorinox, que desde finales de los 70 y hasta la actualidad les han acompañado en sus estancias en la Estación Espacial Internacional para el desarrollo de todo tipo de tareas en su día a día.

Así que no, en un mundo en el que no parece que exista Darth Vader, llevar armas al espacio no significa que los astronautas las usen allí. Eso sí, al menos en el pasado, podrían salvarles la vida en el viaje de vuelta a casa.

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