¿Qué es Tenet? ¿Cuál es la relación de lo que sea que ocurre en la película de Nolan con el misterioso cuadrado de Sator? ¿Cuál es el misterio del tiempo en el argumento de la película?

Si has pasado las últimas semanas haciéndote todo tipo de preguntas sobre la historia que Christopher Nolan intentó contar — sin mucho éxito — y que aún trae de cabeza a buena parte de los fans, te tenemos un reto mucho mayor: diez películas casi imposibles de comprender al primer visionado y que harán que debas dedicar una considerable cantidad de tiempo a comprenderlas.

Eraserhead (1977), de David Lynch

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Lo sabemos, David Lynch es el decano norteamericano del cine incompresible y esta historia con un alarmante sentido del absurdo es, sin duda, uno de los recorridos más inexplicables a través de la imaginación de su autor.

El guion cuenta —suponemos— la historia de un hombre llamado Henry Spencer que cuida de su hijo. El cual sufre — suponemos — lo que es una espantosa mutación que le transformó en reptil.

No sabemos qué ha ocurrido con el joven, pero lo que sí es evidente es que todo a su alrededor se vuelve cada vez más grave, mientras una colección de imágenes incomprensibles desfilan por la pantalla: desde un pollo que sangra hasta la muerte, espermatozoides gigantes y una mujer de enormes mejillas, habitante única de un radiador.¨

¿Pesadilla? ¿Puro deseo de confusión del maestro Lynch? ¿Quién puede decirlo?

Pi (1998), de Darren Aronofski

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Como todas las películas del director, Pi es una combinación de búsqueda existencialista, abstracciones culturales y confrontaciones con la memoria colectiva.

El argumento sigue las experiencias del matemático Max Cohen, que se encuentra por completo obsesionado con la noción que todo lo que le rodea puede y debe ser explicado a través de la matemática. Pero además de su pasión por las ciencias exactas, Cohen también sufre de sufre de paranoia, alucinaciones y trastorno de ansiedad social, lo que hace que sea casi por completo imposible comprender del todo qué está ocurriendo, si es algo ocurre y no se trata de una alucinación del narrador.

¿El protagonista o el narrador son la misma persona? Atención con el desconcertante final.

The Matrix Revolutions (2003), de Lana y Lilly Wachowski

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Probablemente no sea del todo incomprensible — no al estilo Lynch — pero si deja suficientes líneas argumentales abiertas como para que los fans aún lo consideren una especie de acertijo mal resuelto, después de la apoteosis de la extrañeza que fue su primera gran película, que cerró el siglo XX con una de las películas precursoras de un nuevo tipo de cine de acción.

Pero el cierre de la trilogía carece de la solidez de las anteriores y deja por fuera de la trama todo tipo de cuestiones de enorme importancia para entender la raíz de The Matrix como emblema de lo realidad y la inconsistencia de las reglas que la rigen.

¿Ha terminado realmente la guerra de la humanidad con las máquinas? Demasiadas preguntas sin responder y lo que es aun más preocupante, de una considerable importancia para la construcción de la mitología de la saga entera.

El árbol de la Vida (2011), de Terrence Malick

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Esta es una película con un guion tramposo que al principio parece seguir la historia sencilla de la familia O’Brien en la década de 1950, en medio de una Texas rural y hostil.

Pero de inmediato, el director hace gala de su fino sentido del absurdo y de reimaginar la realidad para intercambiar las escenas de la historia doméstica, con insinuaciones sobre las grandes preguntas existenciales del pensamiento universal.

Con escenas aleatorias que representan (o eso creemos) la creación del Universo, el origen de la vida y la destrucción del mundo por una catástrofe cósmica, Malick llega a un nuevo nivel de abstracción que evade todo tipo de explicaciones sencillas y al final, llega a un límite radiante de temor y desconsuelo, todo aderezado con extraordinarias secuencias inexplicables. Como para provocar una migraña de varios días.

El séptimo sello (1957), de Ingmar Bergman

https://www.youtube.com/watch?v=daJ-tsBCPV4

Bergman se tomó bastante en serio las predicciones del Apocalipsis bíblico, pero en lugar de crear una épica aterradora, decidió que lo mejor para mostrar a la muerte, los tránsitos existenciales y emotivos, los oscuros caminos de la incertidumbre y una larga serie de percepciones sobre el bien y el mal, era crear una partida de ajedrez en que la humanidad se enfrentara a sus peores temores.

Hay una considerable dosis de alegoría y meditación metafísica en la correlación de ideas que el director traspone para dialogar con los temores más profundos de la humanidad. Además de tomas asombrosas y por completo incomprensibles, que hacen de la película una colección de momentos asombrosos que en apariencia carecen de conexión entre sí.

Last Year at Marienbad (1961), de Alain Resnais

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La película juega con la contraposición de una premisa simple que se complica a medida que transcurre la trama. Un hombre insiste a una mujer en que la conoció antes, aunque ella insiste que jamás le ha visto antes. Entonces, el film avanza hacia un juego de argumento tan parecido a Eugenio Ionesco, que termina por resultar vértigo puro en forma de guion.

Aparentemente, el director Alain Resnais y el escritor Alain Robbe-Grillet (en cuyo relato se basa la trama) no están de acuerdo sobre lo que realmente sucede. De modo que sí, la película es un misterio sin resolver en sí misma. Toda una maravilla ¿argumental? ¿de la ficción inexplicable? Te dejamos la respuesta.

Syndecdoche, Nueva York (2008), de Charlie Kaufman

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Si I’m thinking of ending things te hizo cuestionar incluso la naturaleza de la realidad, esta obra previa de Kaufman te dejará el mal sabor de boca de no entender qué ocurre, incluso cuando parece es evidente en pantalla.

Todo en Synecdoche, Nueva York es artificial y exagerado, enormemente ambicioso pero, en última instancia, pretencioso y tedioso. Pero a pesar de lo que pueda parecer no se trata de errores narrativos de su director, sino una parodia de la vida común, envuelta en la percepción de cómo concebimos lo que somos y la realidad de lo que nos rodea.

¿Excesivo para ti? Bien, tenemos noticias: la película se hace más incomprensible a cada minuto que transcurre, hasta llegar a un final desconcertante, que hará parecer a I’m thinking of ending things una fábula benigna.

La montaña sagrada (1973), de Alejandro Jodorowsky

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Corrían los alegres años ’70 del siglo pasado, en los que la drogas, las teorías trascendentales y la búsqueda del yo eran casi un paso iniciático para la generación.

De modo que el realizador chileno Alejandro Jodorowsky decidió crear una épica a esas grandes ideas, mezclando a Dios, el tarot, enanos —personas de talla pequeña, para no ofender a nadie— , el zodiaco, senos femeninos, mujeres que danzan y un hipopótamo. Todo mezclado con música extraordinaria, colores sobresaturados y un guion incomprensible que sigue sorprendiendo al público.

¿Un dato curioso? George Harrison iba a aparecer en esta película (los Beatles eran grandes fas de Jodorowsky), pero se retiró después de descubrir que su papel implicaba mostrar su ano a la cámara. Todavía hay cosas que agradecer en este mundo.

Solaris (1972), de Andrei Tarkovsky

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Andrei Tarkovsky y Stanislaw Lem fueron al campo un día y la fantástica combinación de talentos dio como resultado una de las películas más incomprensibles, hermosas y dolorosas de la filmografía del director ruso, famoso por sus teoremas argumentales incomprensibles, pero también por su sensibilidad narrativa.

En Solaris no sabemos bien qué ocurre — a no ser todo lo concerniente al planeta que brinda nombre al título —, lo que se hace más y más extraño cuando descubrimos que los personajes tampoco saben qué ocurre.

Una joya preciosista y delicada, no tan confusa aunque sí críptica que merece disfrutarse desde absoluta falta de prejuicios en temas tan concretos como un guion comprensible, una línea cronológica profunda y un final acorde con la trama.

Primer (2004), de Shane Carruth

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Dos datos extraños sobre esta película: costó apenas 7.000 dólares y muy, muy poca gente la ha visto. Pero a pesar de eso, hay una unánime opinión que es la película más extraña de lo que va de siglo y que, sin duda, candidata a convertirse en referencia a lo incomprensible.

Primer combina el viaje en el tiempo, una cronología absurda y un final terrorífico en un experimento narrativo que deslumbra por su elocuencia. Por supuesto, si llegas a comprenderlo, lo que no ocurre siempre.