A Netflix no le tiembla el pulso —ni las intenciones— para cancelar material que en apariencia no resulta tan exitoso como lo espera. O al menos, eso es lo que ha demostrado en los últimos años cuando ha cortado varias series por motivos no muy claros. La tendencia parece continuar: esta semana, el comediante Hasan Minhaj anunció en sus redes sociales que después de dos años y seis temporadas, Netflix cancelaba su programa Patriot Act.
Aunque la decisión parezca una de las tantas que ha tomado el gigante de las plataformas en relación a su programación, basada sin duda en sus misteriosos datos de audiencia, también es síntoma de algo más: la incapacidad de los canales online para hacer funcionar los espectáculos nocturnos. Un éxito en la televisión tradicional pero que en su versión online resulta ser un incómodo fracaso.
Por supuesto, Patriot Act tiene un formato y público diferente al de por ejemplo The Tonight Show, de Jimmy Fallon, o incluso de otros tantos programas de dinámica parecida que Netflix intentó convertir en un éxito inmediato sin lograrlo. Incluidos The Break with Michelle Wolf y The Joel McHale Show, con Joel McHale. En realidad, el show de Minhaj era más parecido a una combinación de Comedy Central — en una versión más adulta y nocturna — con una cierta cualidad que no dependía de su transmisión diaria, lo que le permitía solventar el inconveniente de nutrirse con noticias de actualidad y con los sucesos cotidianos del acontecer pop estadounidense para sostener su discurso y forma de humor. Era un modelo que ya el canal había utilizado con Comedians in Cars Getting Coffee y My Next Guest Needs No Introduction with David Letterman.
Patriot Act: exitoso, pero no mucho
Gracias a la combinación, el programa de Minhaj logró obtener un relativo éxito y un público cautivo. Después de seis temporadas, el experimento terminó por ser una pequeña decepción en número de audiencia e interés. O eso parece indicar el hecho que el gigante de las plataformas haya decidido no continuar con el proyecto. La cancelación del programa, parece demostrar que a pesar de los decididos esfuerzos de Netflix por conquistar todos los espacios, el de la franja nocturna dedicada al entretenimiento diario se le sigue resistiendo, aunque las razones no son del todo claras.
“Con Hasan, Dave y Jerry, tenemos tres estilos distintos y originales que son reflexivos y de actualidad, con una vida útil más larga que los programas lineales tradicionales”, dijo Brandon Riegg, vicepresidente de series de no ficción y especiales de comedia de Netflix, a New York Times. No obstante, parece que la percepción sobre la “vida útil” de los programas basados en el acontecer cotidiano siguen siendo una franja complicada de temas. Después de todo, la probabilidad de que Netflix pueda grabar un programa diario y transmitirlo de manera simultánea, sería crear una condición por completo nueva en la plataforma: la del streaming directo. ¿Vale la pena algo semejante? Por ahora, parece que no. En especial por el poco interés que siguen despertando shows mucho más parecidos a stand up y sketch cortos, unidos bajo un mismo contexto.
Un experimento fallido
Minhaj hizo un buen intento de crear un programa que se sostuviera sobre la capacidad de resumir el acontecer diario semanal, en una rutina más o menos básica. Lo que le permitió estandarizar la rutina y, además, aprovechar el tiempo a su disposición en favor de crear un resumen de un número considerable de eventos para engrosar el guion. Y desde luego, el show recibió un voto de confianza considerable por parte del canal: en 2018, Netflix ordenó 32 episodios para una primera temporada para luego solicitar siete más en 2019.
Al igual que Last Week Tonight, con John Oliver, Patriot Act intentó aprovechar el hecho que podía nutrirse de los eventos a casi siete días de distancia y hacer un resumen pormenorizado de lo más interesante del mundo del espectáculo y el político a una considerable distancia temporal y de reflexión sobre sus consecuencias. En otras palabras, el presentador y su equipo aprovechó la incapacidad de grabar a diario en su beneficio. Y al principio, la estrategia tuvo relativo éxito. El programa recibió un premio Peabody, también un Emmy y un sinfín de elogios de la crítica.
De modo que la gran pregunta radica en el motivo que llevó a Netflix a cancelar un programa que había probado una fórmula — y la había llevado al éxito — y que además tenía un público fiel que se habituó a la rutina del resumen semanal. Superado el escollo de lo extemporáneo, Patriot Act había alcanzado un tipo de audiencia que sin duda no era el mayor del catálogo del canal, pero sí representaba una puerta abierta a proyectos semejantes. ¿Qué ocurrió?
Lo más probable es que se tratara del habitual problema de Netflix: como canal con cobertura mundial, su interés radica en mantener una audiencia fiel en el mayor número de países posibles y no solo Norteamérica. Y aunque Patriot Act al parecer había tenido buenos números más allá de las fronteras del país, era evidente que la incapacidad del programa para ser más neutral terminó por afectar la preferencia del público.
Además, el programa no tiene un publico en crecimiento, sino más bien parece haber llegado a un límite de audiencia posible, algo que ya había ocurrido con The Break with Michelle Wolf, The Joel McHale Show with Joel McHale y Chelsea, que llegaron a su franja de mayor número de espectadores a partir de la primera temporada y jamás lograron remontar la cuesta; Patriot Act generó conversación y el público disfrutaba del estilo de Minhaj. Puede que no haya sido suficiente, en especial para Netflix, que apuesta a un tipo de programación que pueda ser vista en cualquier lugar — y en cualquier momento — para ser disfrutada.
Más suscriptores para un contenido rápido
Desde luego, es el principal problema al que se enfrenta el canal: Netflix intenta adecuar y adaptar un género de televisión a una audiencia, sin que su concepto o las condiciones lo permitan. Riegg le dijo al Times el año pasado que “la actualidad del género es un desafío para nosotros como servicio a pedido”. En esencia, describió el problema con el que debe lidiar la plataforma: los programas de entrevistas son de actualidad por naturaleza. Los invitados suelen estar allí para promocionar libros o películas con apenas unos cuantos días de diferencia. Estar disponible diariamente también genera ingresos publicitarios para las redes y condiciona una audiencia.
Además, se trata de un dilema básico: Netflix necesita suscriptores, no un público que disfrute de programas y condicione su permanencia a la plataforma al programa que disfruta, un matiz que podría explicar por qué Netflix cancela series que han tenido su punto más alto — y cuya inversión se convierte en una carga — a pesar de tener lo que se suele llamar “una base fandom”. El canal apuesta por el crecimiento, por la expansión rápida y por la diversidad de opciones. Y lo hace de manera decidida: la plataforma invirtió este año 18.500 millones de dólares al año en contenido, avanzando en nuevas direcciones que le ha permitido diversificar su mercado, hacerse más neutral, accesible y atemporal.
Los programas de entrevistas no funcionan. Su final es inevitable. Y es sin duda, una de las consecuencias de la nueva percepción de los canales streaming sobre uno de los reductos de la televisión tradicional.