Cuando la primera temporada de The Alienist se estrenó en el 2018 hubo una moderada expectativa. Principalmente por por provenir de un éxito de librería muy apreciado entre los lectores y tomarse el atrevimiento de reinventar — o intentar hacerlo — el género procedimental.
Hacerlo, además, en plena época de Mindhunter, con un Fincher en plena forma y una generación de programas que analizaban la naturaleza humana desde una versión grotesca y dolorosa, cuando no directamente intimidamente.
The Alienist prometía hacerlo también, pero además incorporar el elemento de cierto discurso gótico. Con unas deslumbrantes locaciones, un reparto de lujo encabezado por Daniel Brühl, Dakota Fanning y Luke Evans y una historia siniestra y cruel con claras referencias históricas, tenía todo para convertirse en el hit de temporada del canal TNT.
Lo logró y dejó varias preguntas en el tintero para el final de su primera temporada. La serie perdió ritmo y tono a medida que los capítulos demostraron que la belleza de una Budapest reconvertida en Nueva York de finales del siglo XIX no era suficiente. Al menos para enmendar los claros problemas de guion y la incapacidad de los productores para lograr brindar una identidad propia al programa, que se parecía en exceso a otros tantos shows semejantes.
La serie era un híbrido poco consistente y creíble, entre Criminal Minds de Jeff Davis— conocida por su visión objetiva y fría sobre los asesinatos—, junto con otros tantos programas en la que un prodigioso investigador con algunos problemas de comportamiento, batallaba por encontrar la respuesta a un crimen especialmente retorcido.
¿Qué falló en The Alienist? La pregunta quizás parezca mal intencionada, pero en realidad abarca sus problemas a nivel técnico y argumental, y la forma en cómo el argumento enfoca su propia rareza.
The Alienist y su paso por los clichés
La serie no pareció ser capaz de rebasar la idea central de su propuesta — un asesino tan parecido al británico Jack el Destripador con el que era inevitable hacer comparaciones —. Se trataba además de una exploración consistente sobre la época, sus personajes e, incluso, la moral de un país y un siglo, que pudo ser el telón de fondo perfecto para sostener algo más original de lo que llegó a pantalla.
En su lugar, la serie va de un lado a otro entre clichés, olvidando lo esencial de su planteamiento — este extraño grupo de brillantes investigadores unidos por lo impensable — y al final, lo único que podía brindarle personalidad: la capacidad del argumento para sorprender.
Para el capítulo final, la audiencia se había decepcionado del resultado lo suficiente como para que TNT tomara algunas decisiones con respecto a la por entonces improbable segunda temporada.
De regreso a Nueva York y sin nada que contar
Durante algunos meses, el regreso a la televisión del grupo de investigadores encabezados por el doctor Dr. Laszlo Kreizler (Daniel Brühl) estuvo en entredicho.
Se habló de una reestructuración interna de guionistas, de enfocar la serie en casos que le separaran de lo común de las series al uso o, al menos, que tuvieran una conexión más evidente con su identidad. Esa versión histórica sobre el método forense que hizo famosa a su versión en papel.
Cuando finalmente se anunció su regreso al aire (y todo pareció indicar que la serie no tendría mayores cambios profundos en su propuesta), hubo preguntas incómodas sobre si el argumento podría enfrentar el hecho de un público desencantado y el pálido interés que despertó su enfoque sobre la violencia.
Finalmente The Alienist: Angel of Darkness se ha estrenado y deja claro que necesita mucho más que una historia interesante — que, de nuevo, se basa en mayor o menor medida en los libros — para despuntar.
En especial, cuando por esos paralelismos inexplicables de la televisión, el argumento de temporada es prácticamente idéntico al éxito de HBO Perry Mason, que actualmente ocupa el interés —y buena parte de la audiencia — en el segmento en el que la segunda temporada de The Aliniest debería moverse.
Ambas están enfocadas sobre secuestros y asesinatos de niños, ambas intentan usar la ambientación histórica como una forma de entender a sus personajes. Pero mientras Perry Mason logra crear una atmósfera tensa, intrigante y potente, The Alienist parece de nuevo caer en sus errores del pasado y comenzar demasiado pronto a cuestionar lo esencial de su estructura.
Desde el hecho que la serie contradice su origen como antología y convierte su segunda temporada en una continuación de la historia original, hasta que la estructura continúa siendo simple para sostener su ambiciosa visión sobre un procedimental a través de un contexto histórico.
Angel of Darkness desperdicia el posible interés en la forma en cómo asume su concepción sobre el crimen en una época singular y pasa buena parte de su primer capítulo siguiendo Sara (Dakota Fanning), en lo que parece ser un hilo argumental destinada a crear un escenario más ¿inclusivo? ¿moderno? de la serie.
Y aunque su análisis sobre la misoginia es inteligente y bien planteado, no hay mucho más sobre un tema que podría haber analizado de manera más intuitiva y transgresora.
Mismo grupo, mismo resultado
La serie se conforma con volver al trío original, desde la misma perspectiva y bajo la misma idea general: John Moore (Luke Evans) es de nuevo el rostro confiable y seguro que sin duda salvará el día —o a Sara— todas las veces que sea necesario. El Dr. Laszlo Kreizler, a quien el guion brinda un interés amoroso, pierde sus pocas peculiaridades en beneficio de una subtrama sin mayor interés en el grueso de la estructura general de la historia.
Para cuando el verdadero punto de inflexión de la trama se muestra, la serie ha dispersado la atención del televidente lo suficiente como para que el capítulo tenga un indudable aire confuso y poco consistente.
Ambientada en 1897, al borde de la guerra hispanoamericana, el argumento explora uno que otro punto de interés sobre el racismo, la exclusión y el prejuicio.
El guion está muy apresurado en pasar a la sangre, los gritos y la violencia como para detenerse en matices semejantes. Con sus tramas precalculadas y sobrecargadas de dramatismo — o por el contrario, depuradas a un punto blanco y blando — la serie parece moverse de un lado a otro sin encontrar su verdadero lenguaje.
Para bien o para mal, The Alienist sigue sin encontrar su verdadera personalidad en medio de una oferta televisiva cada vez más elegante y sofisticada.