La productora Oge Egbuonu debuta en la dirección con el poderoso documental (In) Visible Portraits, en una lúcida reflexión de un tema que sin duda ha sufrido la mayor parte de su vida: la forma en que la cultura y la sociedad presionan a las mujeres afroamericanas.
No se trata de un punto de vista común acerca de la discriminación y quizás, por eso, la forma en que Egbuonu lo cuestiona —una mirada firme y cabal sobre el dolor cultural, la búsqueda de identidad y al final, la exclusión— es profundamente sentida y emocional. Una expresión sobre una herida social que Norteamérica padece en un momento especialmente difícil de su historia, sino que además transmigra a través de todos los estratos (sociales, domésticos y emocionales) con los que tiene relación.
Por supuesto, se trata de un film controversial por necesidad, lanzado el 15 de junio de este año en plena celebración de la Emancipación de la población afroamericana, y también cuando las protestas por la muerte de George Floyd siguen frescas en la memoria del estadounidense común.
La fecha, que marca el día en que los esclavos de Texas finalmente comprendieron los alcances de su liberación (a pesar de haber ocurrido tres años antes), es una extraña visión sobre la disparidad y la discriminación que soportan las comunidad negra en EE.UU.. Y Egbuonu no pierde la oportunidad de poner el acento en el tema y además en el doble peso de la discriminación por género. El resultado es un meticuloso documental que abarca desde la herencia traumática y dolorosa de la esclavitud, hasta la forma en que la mujer negra se percibe en una sociedad que la somete a un estereotipo doloroso y limitante.
(In) Visible Portraits, una visión académica
(In) Visible Portraits tiene la brillante cualidad de unir con cuidado historias dispares a través de la investigación académica: la directora mira al racismo como un mal sistémico moderno, y también como el hilo conductor de una serie de dolores que abarca toda la historia de los afroamericanos. Gracias a cuatro académicos, el documental desmenuza de manera meticulosa múltiples dimensiones del prejuicio, hasta lograr que la visión sobre la forma en que las mujeres negras estadounidense deben enfrentar la discriminación se vuelva universal y casi simbólica.
Los profesores universitarios Joy Angela DeGruy, Patricia Hill-Collins, Melina Abdullah y Ruha Benjamin, ponderan acerca de la manera violenta en que el racismo impacta en la vida de niñas y adultas en un país signado por el estigma del color de piel.
La directora pone especial énfasis en desmontar las ideas que sostienen estereotipos tradicionales sobre lo femenino afroamericano y que a través del tiempo han provocado que las mujeres negras hayan sido categorizadas, discriminadas e incluso violentadas. Desde las benignas imágenes de la madre amable, hasta la sexualización violenta de la figura corporal, Oge Egbuonu logra abarcar las múltiples vertientes del racismo como una forma de agresión visible y cada vez más peligrosa con la que debe lidiar una parte considerable de la población estadounidense.
Con la ausencia del contexto
Claro está, el documental tiene algunos puntos debatibles, como la forma en que analiza la carrera de Josephine Baker (que no coincide con ningún estereotipo racista) o el hecho que buena parte de sus ejemplos sobre el mundo del cine carezcan del contexto necesario para ser comprendidos en toda su amplitud.
Con todo, Egbuonu hace una revisión consciente de la percepción sobre lo femenino en una comunidad históricamente segregada, que termina por abarcar más puntos de los que podía sospecharse en su lenta y poco clara primera hora y finalizar, con un interesante estudio sobre el poder de la mujer negra en una sociedad que tiende a juzgarla de manera agresiva.
El film termina con una sucesión de miradas amorosas sobre mujeres de toda índole y lugar, que deben mirarse al espejo y establecer comunicación con su parte más joven a través de un ejercicio de imaginación. La conexión emocional entre el reflejo y la historia que conlleva es que quizás el punto más alto del documental y, en especial, de su riguroso compromiso con el trayecto de la directora para meditar sobre el país, la época y la vida que le tocó sobrellevar.
Con su hipótesis poderosa y sus pequeños fallos en ritmo, la película es sin duda, una manera elegante de profundizar en un tema duro y que podría rozar lo trágico. Pero Oge Egbuonu logra crear un tapiz íntimo que termina por conmover incluso sin que sea propósito inmediato.