Lo sabemos, ver Hamilton en casa no es lo mismo que disfrutar su fastuosa puesta en escena en todo su esplendor en Nueva York, y quizás ese era el primer gran problema al que tenía que enfrentarse la producción —la versión para televisión de la aclamada obra— en su tránsito de las tablas a la televisión de la mano de Disney Plus.
Pero por asombroso que parezca, la obra atraviesa los aparentes obstáculos con mano firme y crea un nuevo tipo de experiencia de asombrosa belleza, sensibilidad y buen gusto.
Se trata de un movimiento arriesgado de Disney Plus: de su anunciado — y esperado — estreno en cines para octubre del 2021, la decisión de estrenar la película directamente en el canal desconcertó y sembró todo tipo de dudas sobre la calidad de esta película.
No obstante, cualquier duda queda despejada desde los primeros minutos del metraje: el homenaje brilla en toda su capacidad para cautivar, y Hamilton es sin duda una mezcla de todos los elementos encantadores que hicieron un clásico a su versión sobre tablas, con una mirada amable y brillante que recorre su historia en un juego ingenioso de edición.
Un regalo para los fans y una experiencia para la nueva audiencia que sin duda cautivará a partir de su estreno.
Hamilton: un regalo para los fans
Aunque no se trata de un producto cinematográfico como tal — la película está compuesta a partir de varias funciones de la obra con su reparto original — sí tiene la suficiente consistencia para ser un musical y, de hecho, sostenerse con independencia del material de origen. Hamilton no necesita otra cosa que deslumbrar con sus elementos esenciales para convertirse en el mejor estreno (hasta ahora) de Disney Plus. Y probablemente en un producto que será imitado una y otra vez en adelante.
Con partes grabadas sin público y otras tantas en que el calor de la audiencia, transforma al film en algo mucho más orgánico y poderoso. Hamilton cumple la promesa de imitar en lo posible la vivencia de teatro y la escala extraordinaria de la obra. Todo para crear una mirada nueva sobre la historia, su puesta en escena, el detalle de la ambientación, pero en especial el poder de su elenco en el escenario.
Cada canción, coreografía y la forma en cómo Disney logró trasladar la vitalidad de la original a una película que asombra por su espectacularidad, hacen de Hamilton una obra híbrida que parece combinar, con éxito, la química de cualquier obra en vivo con la limitada experiencia detrás de la pantalla.
El director Thomas Kail crea un ambiente radiante, aprovechando su conocimiento sobre la obra y, por tanto, sus mejores características. Es notorio que el film busca realzar lo más asombroso en la obra y lo hace a través del recurso cuidadoso de saber cuál escena merece ser destacada y cuál conectada con cuidado para sostener un todo que, a cada minuto, se hace más enorme, con una energía propia, y al final un conmovedor impacto visual.
Si algo hay que celebrar de Hamilton es el trabajo de edición y montaje de Johan Moran, que logra unir las partes de público en vivo con el resto del metraje de una forma armónica y tan homogénea como para que el material no dependa en absoluto de los posibles cambios de ritmo y tono.
En realidad, Hamilton es capaz de construir su propio mundo gracias a la manera como Moran logra crear una sucesión de escenas y personajes en perfecto orden. Es evidente que el experto guarda un cariño entrañable por la obra y por quienes la llevan a cabo: la cámara sigue con cuidado los momentos más emocionantes, pero sobre todo se convierte en un espectador cómplice que junto con el público invisible, que sostiene la noción de realidad de la obra — es una obra de teatro y nadie lo olvida — para enlazar cada elemento hasta crear algo nuevo, vital y brillante que emociona hasta las lágrimas.
La historia de siempre, una nueva historia
Para su versión en Disney Plus, Hamilton ha tomado sus mejores galas para hacer un repaso trepidante por la vida de uno de los Padres fundadores de EE.UU..
Ya en tablas, la obra es un fenómeno de escritura y tensión emocional, pero es notorio cómo su creador, Lin Manuel Miranda, logra construir una poderosa concepción sobre las emociones para que el héroe en realidad sea un símbolo, una metáfora de un país, una mirada poderosa hacia su historia.
Incluso si no eres norteamericano, Hamilton te cautivará por su poder para traducir esa noción sobre la fuerza, el espíritu y el amor que la obra de teatro hizo famosa.
La mayoría de las partes en vivo fueron filmadas en el teatro Richard Rodgers en Broadway en junio de 2016 con el elenco original. Ya por entonces Thomas Kail era el director de escena, por lo que es obvio que sabe exactamente cuál es la mejor manera de contar la historia al espectador que jamás ha visto o disfrutado de la obra.
Kail toma primeros planos elocuentes, vistas de secuencias de plano amplio y al final uno que otro vistazo al backstage, para reproducir la experiencia del teatro con una ternura y buen hacer que el amante de las tablas agradecerá.
Pero el director sabe que el público televisivo tiene exigencias distintas, de modo que Hamilton también es una buena película: desde la forma en que se presenta a los personajes — la primera vez que aparece el Rey George (Jonathan Groff) y la cámara le sigue desde atrás para mostrar al público en platea, lo que brinda una radiante sensación de intimidad — hasta la manera de conectar con canciones y los escenarios — atención a las lágrimas de Phillipa Soo (Eliza Hamilton) después de cierto momento devastador —.
Hamilton es una placer para todos los sentidos, en todas las formas en que un fan pudiera haberlo deseado. Es una celebración al poder del teatro en toda su nítida belleza.
Si Disney Plus deseaba impresionar a una audiencia escéptica, no sólo logró, sino que además lo hizo con una asombrosa elegancia.