The Color Out Of Space es lo nuevo de Cage. El escritor estadounidense H.P Lovecraft creó un estilo literario basado en un tipo de terror difícil de comprender. Las criaturas que describe a menudo son “imposibles de imaginar” o están más allá de la “posibilidad de las palabras para mostrar su apariencia”.
Si a lo anterior agregamos que sus formidables narraciones de horror cósmico están contextualizadas a menudo en parajes lejanos, portales interdimensionales o directamente en lugares imposibles de ubicar sobre el mundo tal y como lo conocemos, hace que la obra del escritor sea complicada de adaptar a nivel audiovisual. En especial, cuando el relato intenta dar formas a ideas abstractas sobre el terror y las criaturas que habitan en los espacios insondables de la imaginación del escritor.
The Color Out Of Space es uno de esos casos complicados y tal vez por ese motivo la elección del director Richard Stanley —considerado uno de los directores malditos el cine b de Hollywood— sea la más apropiada para plasmar el Universo delirante y colosal de Lovecraft. Su surreal versión sobre la realidad, distorsionada por el escritor hasta convertirle en una especie de espacio inclasificable con ningún tipo de conexión con lo cotidiano.
The Color Out Of Space, a medio camino del éxito
El reto de Stanley era crear una adaptación que pudiera considerarse digna imagen de la obra del escritor, además de sostener su especialísima visión sobre el terror. Y aunque la versión cinematográfica de The Color Out Of Space no logra ambas cosas por completo, sí es una inteligente demostración de cómo es posible estructurar un argumento extravagante a través de la capacidad del guion para liberarse de cualquier convención que le limite.
O lo que es lo mismo, llevar lo delirante a un nivel estético y conceptual que sorprenda por su buen uso de los símbolos y el material de origen en que se basa.
Y aunque Stanley no logra solventar del todo el problema de construir una idea visual concreta desde la abstracción de la peligrosa presencia alienígena que Lovecraft describe como “algo nunca visto en la Tierra”, sí logra captar lo esencial de un relato que se sostiene en el miedo a lo desconocido, la paranoia y los estratos de la locura para crear un mapa de ruta hacia algo más complejo y sin sentido, que se enlaza el terror como una amenaza desconocida.
Si en el cuento lo terrorífico se hace una presencia inevitable —y al final se extiende, implacable y voraz, a través de un mundo desprevenido—, la película toma la decisión de ir en la dirección contraria.
El guion (también con créditos de Stanley) no se atiene a un sentido del lugar — o en todo caso, la presencia — como algo palpable y elabora un espacio indefinible en que los horrores se diversifican sobre lo que no puede señalarse de inmediato.
¿Nicolas Cage? Sí, Nicolas Cage
Lo que amenaza la vida de sus protagonistas —atención a la enésima actuación estrafalaria de Nicolas Cage— por ahora no tiene forma —aunque curiosamente, sí un color—, pero es lo suficientemente nociva para sujetar los hilos de la narración alrededor del miedo a lo inexplicable.
El miedo es una infección y una estructura peligrosa que se extiende en todas direcciones alrededor de la granja propiedad de los personajes principales, y que de la manera más sorpresiva termina sometida a una curiosa invasión.
La amenaza alienígena está allí y también la sensación de urgencia descrita por Lovecraft, lo que resulta más que suficiente para que el argumento de la película pueda profundizar en las raíces de lo terrorífico —que por supuesto no tiene forma—. Y que además reflexiona como un espejo sobre una atmósfera malsana, que se hace más insoportable a medida que avanza la trama.
Emulando a Lovecraft
Stanley se toma muy en serio la forma en que Lovecraft asumió el poder de lo terrorífico y logra vincular la raíz de un fenómeno misterioso con algo mucho más orgánico relacionado con la connotación de un tipo de histeria colectiva.
Lo que sea que esté ocurriendo —y el guion no se prodiga demasiado en el tema, más allá del hecho de describir un elemento inexplicable de considerable peligrosidad— se extiende con una amenaza latente, repulsiva y cada vez más notoria en su poder para, además, devorar la cordura de sus víctimas.
Es quizás ese ambiente desordenado, demente y a punto de estallar, el elemento más interesante de la película. Que logra que la colección de rarezas que describe el guion funcionen en beneficio de una noción distorsionada de la realidad.
La belleza del horror
Por supuesto, algo semejante solo puede funcionar si la estructura se sostiene sobre la premisa de que cada cosa escena conduce a algo más delirante y carente de sentido. Stanley logra que lo que en esencia podría ser un carnaval de horrores de indudable belleza y lo logra, al tomar la inteligente decisión de reflexionar sobre el origen y la naturaleza de lo que nos resulta insoportable.
Con su viscosa, repulsiva y a menudo vomitiva estética de cine serie b y un guion que apuesta a abrir líneas narrativas que sólo tienen por objeto desconcertar, The color Out of Space no olvida que el núcleo de toda su propuesta se basa en una premisa específica.
¿Qué crea lo terrorífico? ¿Es lo que vemos? ¿Lo que asumimos más allá de la realidad o se trata de una mezcla sin objeto o forma de algo más amplio? El argumento no lo explica y de la misma forma que el cuento original, la película avanza hacia un caos puro que Lovecraft habría sabido apreciar. Sin duda, el mayor logro de la película.