Fue una compra previa a la pandemia; después de todo, incluir robots camareros puede ser un reclamo para atraer a la clientela por aquello de la curiosidad. Ahora parecen ser una compra estupenda para mantener las necesarias distancias físicas necesarias para evitar el contagio del coronavirus.
Shaosong Hu es propietario de un restaurante, Palacio Real, en Holanda. Un viaje a China antes de Navidades le llevó a entrar a comer en un restaurante de la región. Lo peculiar es que los camareros eran robots blancos que rodaban por el local llevando platos o atendiendo a los comensales. Cuando llegó a Holanda hizo un primer pedido de camareros robots y el tiempo le ha dado la razón.
En prácticamente todo el planeta, el confinamiento y la distancia social se han impuesto como dos de los recursos indispensables para evitar la propagación y el contagio de la COVID-19. Durante algo más de dos meses, gran parte de los comercios y restaurantes de Europa han mantenido sus puertas cerradas; ahora comienzan a dar sus primeros pasos en la llamada "nueva normalidad". Toca adaptarse.
Con aforos reducidos, que tienen el objetivo de evitar grandes masas de gente concentradas en espacios cerrados, el cómo proceder dentro de los locales de comida ha sido uno de los grandes quebraderos de cabeza del sector. Normas de desinfección, protocolos de actuación y evitar el contagio son las máximas que se han estado imponiendo.
Como no puede ser de otra manera, los camareros –aquellos que más contacto tendrían con los clientes– podrían ser objetivos fáciles con el contagio. La llegada de los robots evitaría esta situación. Después de todo, los robots camareros no pueden contagiarse del virus que mantiene al planeta en vilo y, por los últimos estudios, tampoco podrían contagiarlo como consecuencia de la presencia del virus en su superficie.
Vestidos de rojo y blanco, para quitarles ese aspecto artificial, los robots se encargan de decir hola y adiós con su voz artificial. También de servir las mesas y recoger los platos de los comensales y limpiar las mesas. De esta manera, asegura su dueño a medios internacionales, pueden garantizar que se cumple la distancia social de mínimo 1,5 metros.
Sin embargo, la adquisición de Palacio Real ha sido una pura coincidencia en el tiempo. Este modelo de robot camarero lleva tiempo siendo una normalidad en muchos restaurantes de china, bastante más económicos que la contratación de personal. Unos 1.200 dólares por artilugio que, sin embargo, no logra superar las capacidades de un humano para trabajar. Fuera del país asiático se mantienen como una rareza que tiene como objetivo atraer a clientes curiosos. Madrid, Valencia o Aragón, entre otros muchos, cuentan con los mimos modelos de Palacio Real para ayudar a gestionar los servicios de los locales.