El uso de herramientas es sin duda una de las facetas que más ayudan a una especie a evolucionar y “dominar” sobre otras. En el caso de los homínidos, se cree que el Australopithecus afarensis fue uno de los primeros en usar utensilios afilados para cortar la carne. Esto les permitió alimentarse de una forma más eficiente y aprovechar mejor las presas que cazaban. Pero ni nosotros ni nuestros antepasados somos los únicos capaces de hacerlo. De hecho, ni siquiera es necesario quedarse en tierra para ver animales realizando hazañas similares. El uso de herramientas en delfines es algo que ha llamado la atención de los científicos durante años y que, además, ahora se muestra como el resultado de un aprendizaje horizontal, entre amigos.
Son los resultados de un estudio recién publicado en Current Biology, por un equipo de científicos procedentes de la Universidad de Konstanz, en Alemania.
Uso de herramientas en delfines: de las esponjas a las conchas
La primera vez que se describió el uso de herramientas en delfines fue en 2010.
En un estudio publicado ese año, un equipo de científicos de la Universidad de Michigan analizó el curioso comportamiento observado en un grupo de delfines de nariz de botella en Shark Bay, en Australia.
Al tener un “hocico” prominente, estos animales pueden dañárselo con facilidad mientras “escarban” por el fondo marino. Por eso, solían recolectar esponjas y colocárselas a modo de dedal. No todos lo hacían, pues era necesario un aprendizaje previo, que parecía transmitirse de madres a hijas.
Sin embargo, ni es la única herramienta que pueden usar ni aprenden siempre cómo hacerlo por vía materno-filial.
Un nuevo estudio, cuyos antecedentes se remontan a ese mismo año, muestra que también utilizan conchas de moluscos vacías a modo de recipiente para capturar peces. Es un truco muy útil, que no aprenden de sus progenitoras, sino de los amigos que les rodean.
Conchas para cazar peces
En 2010, científicos de la Universidad de Murdoch, en Australia, y la Universidad de Zürich, en Suiza, se trasladaron de nuevo a Shark Bay para observar el comportamiento de los delfines.
Podrían presenciar la utilización de esponjas que sus compañeros habían descrito poco antes. Sin embargo, lo que hicieron fue descubrir otro uso de herramientas en delfines. En las fotografías que tomaron se veía a algunos de estos cetáceos portar en su boca, por fuera del agua, grandes conchas de moluscos. Había algo que parecía sobresalir de ellas, pero no se trataba de las partes blandas del animal que algún día se protegió en su interior. En realidad, eran pequeños peces. Sorprendidos, decidieron analizar más exhaustivamente este comportamiento, hasta descubrir que era una curiosa estrategia de caza.
Al parecer, los delfines depositaban las conchas en el fondo del mar y asustaban a los peces cercanos hasta que, ilusos, optaban por esconderse dentro de ellas. Una vez con la presa en la trampa, solo tenían que llevarla hasta la superficie y volcarla, para dejar caer el pescado directamente dentro de su boca.
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Aprendizaje en pandilla
Por ese entonces, el equipo de Sonja Wild, la autora principal de este último estudio, ya estaba realizando avistamientos de delfines en esa misma bahía australiana.
Desde 2007 hasta 2018 se realizaron 5.300 encuentros, en los que participaron más de 1.000 delfines. De todos ellos, 19 llevaron a cabo esa curiosa estrategia de caza con trampa en 42 ocasiones diferentes. Pero lo más curioso fue que pertenecían a tres linajes genéticos diferentes. Parecía poco probable que el aprendizaje se hubiese realizado de madres a hijas.
Por eso, realizaron un análisis detallado de los datos genéticos, conductuales y ambientales de los delfines capaces de usar las conchas como herramientas. Finalizado este, la conclusión era que en realidad aprendían de sus compañeros de nado, aunque no estuviesen emparentados.
Era sin duda un aprendizaje muy útil para su supervivencia. De hecho, el estudio también analiza que este uso de herramientas en delfines comenzó a extenderse durante una ola de calor marino que dificultó la caza a estos cetáceos, ya que había menos peces vivos de los que alimentarse. La suerte fue que también había más conchas vacías, por lo que los que supieron aprovechar esta coyuntura resistieron mejor las adversidades climatológicas.
Este es solo un ejemplo más de lo que los delfines pueden llegar a hacer. Y eso es solo lo que los humanos, como simples observadores, hemos logrado ver. ¿Qué otros comportamientos casi humanos serán capaces de realizar?