Para cuando Christopher Nolan comenzó a grabar la primera película sobre el hombre murciélago, Batman Begins, la franquicia estaba en punto muerto. Batman y Robin (1997), de Joel Schumacher, había llevado al universo creado por Bob Kane y Bill Finger a su peor momento: el film, con un estrafalario guion, una producción caótica y una estética deslumbrante, había llegado al cine en medio de críticas y se convirtió en un desastre financiero que condenó a la historia de Batman a un hiatus. Que bien pudo costarle su lugar entre los héroes favoritos de la pantalla grande.
Con Schumacher convertido en un paria de la meca del cine y la estrella George Clooney como chivo expiatorio de la debacle, Batman desapareció del panorama del cine por casi un lustro.
De modo que el reinicio de la historia se tomó como la prueba de fuego tanto para Christopher Nolan (que ya era conocido por sus obras intelectuales y de fuerte contenido filosófico), como para la franquicia. La cual seguía siendo una inversión de riesgo para el estudio, para el equipo de producción y el elenco, que aceptaron el dudoso reto de brindar sustancia y un nuevo rostro a una saga que había acabado por relacionarse con un complicado fracaso conceptual.
Un nuevo Batman para toda una generación
Nolan aceptó ambas cosas y además se planteó la posibilidad de retomar los principales temas de la historia de Batman, y de profundizar sobre ellos desde una nueva perspectiva.
“Quería intentar hacerlo de una manera más realista de lo que nadie había intentado con una película de superhéroes antes”, dijo Nolan a The Guardian antes del estreno en cines de Batman Begins. “Hablé mucho sobre películas que me gustaron, particularmente el Superman de Richard Donner, que es lo más parecido a lo que propuse. Obviamente, es un film que ahora parece anticuado, pero también es una historia épica con una cierta textura realista. Quería hacer la épica de Batman que esperabas haber hecho en 1979”.
Para Nolan era un análisis sobre la esencia del hombre murciélago, pero en especial de la identidad detrás de la máscara. La dualidad entre Bruce Wayne y su alter ego justiciero eran un tema en que el director británico quería explorar a fondo. En específico, la capacidad de un multimillonario vanidoso, y en apariencia superficial, para desdoblarse en una criatura a mitad de camino entre lo monstruoso y lo heroico. Todo bajo un contexto realista, profundamente humano y por momentos existencialista.
Batman Begins: Chicago, una protagonista más
Además, Nolan insistió en presentar el mundo de Batman de manera tangible: de la Gotham de Burton —gótica, llena de elementos de diseño retorcidos y casi barrocos— y la ciudad radiante y colorida imaginada por Schumacher, Nolan tomó la consciente decisión de brindar al contexto del superhéroe un brillo realista.
Escoger a Chicago planteó una identidad por completo renovada para Batman, y además elaboró una versión sobre su lugar en el mundo por completo original. Bruce Wayne era un ciudadano de un lugar con sus propios conflictos, pesos y espacios, algo que hasta entonces tanto Burton como Schumacher habían evitado.
Para el primero, la ciudad había sido un símbolo, un personaje autoconsciente y temible. Para el segundo, un escenario extravagante. Nolan dejó todo eso atrás y reconstruyó el paisaje urbano como una apropiación de una identidad urbana y pesimista para un Batman para el nuevo milenio.
“Nunca hicieron el tipo de Batman de 1978 donde se ve la historia de origen, donde el mundo es prácticamente el mundo en el que vivimos, pero hay una figura extraordinaria allí. Esa combinación fue lo que funcionó tan bien en la película Superman de Dick Donner”, declaró Nolan a THR con motivo de los quince años de la película. “De modo que pude entrar al estudio y decir: Bueno, eso es lo que haría con él”.
Un mundo en tinieblas
Pero aunque en las siguientes películas de la trilogía —en especial en la magnífica The Dark Knight— Chicago es una parte central de la trama, en Batman Begins Nolan tuvo que establecer el escenario visual y conceptual a mitad de camino entre un espacio tenebroso y una ciudad decadente, en plena lucha contra la violencia.
Los exteriores de Chicago y Londres se combinaron para establecer un tono visual, que formuló la incógnita sobre Batman como un ente nacido de la ciudad como dilema. ¿Era Batman un monstruo o un héroe? La Gotham de Nolan brindó las respuestas: la oscuridad y la siniestra sensación de amenaza que sostuvo la imagen/impronta de la ciudad proporcionó a Batman una renovada identidad como justiciero.
A nivel técnico, combinar dos ciudades fue todo un prodigio visual, sobre todo tan dispares como Londres y Chicago. Nolan solucionó el dilema usando como ejemplo Blade Runner de Ridley Scott.
“Desde un punto de vista pragmático, Blade Runner es en realidad una de las películas más exitosas de todos los tiempos, en términos de construir la realidad usando sets”, dijo Nolan a Forbes. “En Batman Begins inmediatamente gravité hacia el tratamiento visual que Ridley Scott había ideado, en términos de cómo disparas estos conjuntos masivos para que se sientan reales y no como conjuntos impresionantes. E inmediatamente comenzamos a mirar la lluvia, las cámaras de mano y las tomas más largas”.
Para Nolan, Scott es un “absoluto maestro” en crear sets realistas, por lo que trabajó con el diseñador de producción Nathan Crowley y el director de fotografía Wally Pfister bajo la connotación de verosimilitud — espacio y connotación — hasta lograr que su Gotham fuera un lugar real.
“Nuestro objetivo era crear una textura para un estilo de toma que maximizara el impacto del set y minimizara el artificio, la sensación de que este mundo tiene bordes que verías en el borde del cuadro”, explicó Nolan a Forbes.
Blade Runner es uno de los ejemplos de cómo puedes tomar una cámara y ensuciarte… y realmente envolver a tu audiencia en la atmósfera del mundo que estás tratando de crear. Definitivamente tratamos de emular ese estilo, y creo que al hacerlo creamos un homenaje, en particular (en las partes) en donde usamos mucho la lluvia”.
Lo real y lo misterioso
Por supuesto, uno de los puntos fuertes de la trilogía de Nolan fue lograr un tono y ritmo que sostuviera al personaje de Batman en un equilibrio precario entre lo inverosímil de su historia de origen y el hecho de que el entorno brindara credibilidad a la decisión de un millonario de usar sus recursos para combatir el crimen.
Para hacerlo, Nolan intentó algo que a la distancia parece simple pero que en realidad es profundamente intuitivo: brindar conflictos reales a Bruce Wayne, más allá del trauma irresoluto de sus padres o un amor frustrado.
El Batman de Nolan es un hombre con serios pensamientos filosóficos, que se debate entre su consciencia escindida y el miedo hacia lo que puede encontrar en sí mismo. Y aunque tanto Burton como Schumacher habían planteado incógnitas e interrogantes sobre la personalidad de Wayne, fue Nolan quién logró que el personaje tuviera mayor peso y envergadura, que su alter ego enmascarado.
La mayoría de los cinéfilos insisten que The Dark Knight cambió el género de superhéroes tal y como lo conocíamos hasta entonces. Pero en realidad fue Batman Begins la que alcanzó un nuevo nivel en el auge de la concepción del bien y del mal como parte constitutiva de la personalidad del cruzado de la capa de Gotham.
Como la primera gran película adulta del género de superhéroes, cambió cada parte de la estética y la forma de comprender al género. Abrió la puerta para todo tipo de posibilidades hacia el futuro.