Hay inventores e inventores. La historia no siempre trata con la misma justicia a todos ellos. Hay nombres que han llegado a nuestros días y que seguirán en el futuro, como Johannes Gutenberg, Thomas Edison, Alexander Graham Bell o Steve Jobs. Otros no fueron reconocidos en su momento pero se les empieza a reconocer su trabajo, como Nikola Tesla. Y los hay que solo se les recuerda en determinados ámbitos.

Es lo que ocurre con el francés Clément Ader (1841-1925), a quien conocemos por introducir en el francés las palabras avion y aviation, que en el español calaron fuerte como avión y aviación. Pero sería injusto dejarlo ahí, ya que a este inventor e ingeniero le debemos ser uno de los pioneros en la aeronáutica con varios prototipos propulsados por vapor. De ahí que la compañía europea Airbus le diera su nombre a uno de sus centros de ensamblado en Toulouse, Francia.

Pero Clément Ader también dedicó su ingenio a otras áreas, como la fabricación de velocípedos o un ferrocarril desmontable. Y otro ámbito que le dio relevancia fue la telefonía. Para empezar, en 1878 mejoró el teléfono de Alexander Graham Bell y fue quien puso en marcha la red telefónica de París en 1880. Y en relación al teléfono, Ader destacó también por un curioso invento del que sabemos poco pero del que disfrutamos prácticamente a diario. Eso sí, con otros nombres. El invento de Ader se llamó teatrófono, théâtrophone en francés, y mencionado así también en inglés.

La telefonía en estéreo de Clément Ader

En la Exposición Mundial de 1881 de París, el ingeniero francés Clément Ader presentó su invento. En concreto, montó 80 transmisores de telefonía repartidos por el escenario de la Ópera de París. Esos transmisores se conectaban por cable telefónico a algunas habitaciones de la Exhibición de Electricidad de París, a varios kilómetros de distancia. El resultado, un sistema de sonido de dos canales, es decir, estereofónico. Quienes se ponían al teléfono, podían escuchar el sonido que venía de la Ópera de París con una calidad nunca oída hasta entonces, ni en directo ni en diferido.

Esquema de la demostración de Ader y litografía del resultado. Fuente: Wikipedia

No fue hasta 1890 que este invento recibiría el nombre de théâtrophone, teatrófono en castellano. Ese año se convirtió en un servicio regular que ofrecía en París la Compagnie du Théâtrophone o Compañía de teatrófono. Curiosamente, Clément Ader no estuvo ligado con este proyecto, al menos no directamente.

Para entonces, el sistema telefónico ideado por Ader ya contaba con clientes de la importancia del Rey Luis I de Portugal, que en 1884 empezó a usarlo para no asistir personalmente a la ópera. Por países, el sistema se introdujo en Bélgica (1884), Portugal (1885) y Suecia (1887) de manera puntual. Incluso en Estados Unidos hubo algún intento de implementar su uso, como el concierto de 1890 en el Hotel Grand Union de Saratoga.

Le Compagnie du Théâtrophone

Decíamos que el nombre del teatrófono surge con la primera compañía dedicada a este invento. La Compañía de teatrófono, Compagnie du Théâtrophone en francés, fue creada en 1890 por los ingenieros Belisaire Marinovitch y Geza Szarvady, que mejoraron el invento original de Ader automatizando parte del proceso.

El éxito del teatrófono es inmediato. Pronto se instalará en lugares públicos como cafés y hoteles. Por una moneda de 50 céntimos podías escuchar 5 minutos y por un franco, 10 minutos. Al descolgar, una voz femenina avisaba de los eventos en curso y de los intermedios, en los que sonaba una melodía grabada. La estación central o centralita del sistema de teatrófono de París estaba en la calle Louis-le-Grand. Desde allí, una sola operadora conectaba los teatros con los abonados, igual que en las centralitas telefónicas de la época.

Aunque fue un invento básicamente francés, se expandió por varios países europeos. En España, por ejemplo, la Oficina Española de Patentes y Marcas cuenta con la patente 1860, que corresponde a “un procedimiento de instalación de una red teatral telefónica”. En Francia, la patente del teatrófono recibiría el número 144318. Pues bien. Aunque Ader no estuvo asociado directamente a la Compagnie du Théâtrophone o a las instalaciones en otros países, al patentar su invento en hasta siete países, se “haría célebre y fabulosamente rico”, según dice el Museo Virtual de la Oficina Española de Patentes y Marcas.

También le sirvió este invento para recibir la medalla de Caballero de la Legión de Honor y para codearse con figuras importantes de la sociedad y la política francesas, lo que le abrió el camino a su futura etapa como ingeniero aeronáutico.

¿Quién mató al teatrófono?

Si el teatrófono tuvo tan buena acogida y fue exitoso en varios países europeos, ¿por qué ya no está entre nosotros? Obviamente, hoy tenemos algo parecido. Servicios como Spotify, Apple Music o YouTube ofrecen música grabada por una suscripción. Y si lo que quieres es ópera, hay canales especializados y grabaciones en Vimeo y YouTube. A lo que hay que añadir el cine en las mil y una plataformas estilo Netflix.

Así pues, el teatrófono de Clément Ader puso en marcha inventos que empleamos hoy en día con naturalidad. En primer lugar, fomentó el uso del teléfono más allá de su utilidad como herramienta para comunicarse. Lo mismo que ocurre con los smartphones actuales, que sirven para todo, más allá de llamadas telefónicas.

En segundo lugar, permitió asistir a distancia a un evento en directo, al menos mediante sonido. Y, además, en calidad estereofónica, a diferencia del teléfono clásico que es monofónico, ya que emplea un único altavoz.

El concepto de pay-per-view también vio aquí su origen. En la actualidad es frecuente pagar por ver eventos deportivos, teatro u ópera, el conocido como pagar por ver o pay-per-view. Sistema que evolucionó a las suscripciones mensuales que son ya un referente en sectores como el musical y el audiovisual, en directo o en diferido.

Volvamos, pues, a la pregunta del millón. ¿Por qué desapareció el teatrófono? Hay un motivo que lo perjudicó temporalmente, como son los derechos de autor. En algunos países, la difusión del teatrófono se vio entorpecida por la reticencia de los teatros y las óperas de permitir que se difundiera su contenido por teléfono.

Pero lo que realmente mató al teatrófono fueron dos inventos similares pero más fáciles de implementar. Y más baratos. La radio y el fonógrafo. El teatrófono era un dispositivo colocado principalmente en lugares públicos o en clubes privados para las clases altas. Además, su uso dependía de un pago constante. La llegada de la radio supuso que por un precio módico podías tener en casa un dispositivo que te diera acceso a música, información y contenido de ficción durante horas. Y lo mismo ocurría con el fonógrafo. Era caro, pero pronto fue democratizándose su uso.

Así pues, en 1932, la Compagnie du Théâtrophone cesaba sus actividades tras más de 40 años de popularidad y éxito. El reinado europeo del teatrófono había terminado. Ahora era el momento de la radio y el fonógrafo.

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