Científicos de la Universidad de Granada (UGR) han reconstruido las oscilaciones de las temperaturas en Sierra Nevada a lo largo de los últimos 1.500 años. Lo han logrado a partir del análisis de unas moléculas orgánicas que forman las membranas lipídicas de ciertas algas fotosintéticas que habitan en la Laguna alpina de Río Seco, situada a 3.020 metros de altitud.
Esta pionera investigación, publicada en la revista Climate of the Past, revela que durante el siglo XX las temperaturas aumentaron en Sierra Nevada al doble de velocidad en comparación con las tendencias registradas durante el siglo XVII y la primera mitad del siglo XIX, durante el llamado periodo preindustrial.
Además, en la década de 1950 las temperaturas en Sierra Nevada superaron las registradas durante ese periodo. El aumento de las temperaturas en esta zona durante el siglo XX ha sido también mayor que la experimentada en los Alpes. Debido a la escasa precipitación que recibe el sur de la península ibérica, respecto a áreas alpinas europeas, Sierra Nevada es un lugar mucho más vulnerable.
Cuando las algas encontradas en Sierra Nevada mueren, sus lípidos se preservan en el sedimento. Gracias a la abundancia y distribución que presentan se puede apreciar una estrecha relación con la temperatura del agua en la que vivieron.
“Conocer cómo han variado las temperaturas en estos últimos cientos de años, más allá del registro instrumental, es muy importante para saber cómo han respondido los ecosistemas alpinos de esta Reserva de la Biosfera altamente vulnerables ante condiciones climáticas y el actual calentamiento global. Así se pueden prever futuras respuestas ante perspectivas nada halagüeñas”, destaca el investigador principal, Antonio García-Alix Daroca, del departamento de Estratigrafía y Paleontología de la UGR.
¿Qué provoca el deshielo?
Para realizar este trabajo los científicos calibraron las abundancias de esos lípidos algales específicos (llamados dioles) con las temperaturas instrumentales históricas (desde 1900 hasta 2008). “Esta calibración nos ha permitido traducir en temperaturas los datos obtenidos de estos dioles para los últimos 1.500 años”, indica García-Alix.
Hasta ahora, se pensaba que el último glaciar de Sierra Nevada desapareció durante la primera mitad del siglo XX por causas climáticas, principalmente por un aumento en la temperatura y una disminución de la precipitación.
“Los nuevos datos obtenidos en este trabajo sugieren que, además, otros factores que reducen el albedo de la nieve y el hielo también pudieron desempeñar un papel muy importante en esta retracción glacial, acelerando su fusión”, indica el investigador de la UGR.
Por ejemplo, diversas partículas procedentes de la atmósfera, como pueden ser las que provocan la polución o los aerosoles africanos arrastrados por los vientos. Casos similares a este se han descrito en también en los Alpes.
La conjunción de la aridificación observada a lo largo de siglo XX en el sur de la Península, junto con el drástico aumento de las temperaturas, y de la desaparición de hielos perennes en Sierra Nevada, “condiciona la disponibilidad de agua en esta zona alpina
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