La Segunda Guerra Mundial fue uno de esos periodos de la historia en los que sale a relucir lo lejos que puede llegar la maldad del ser humano y cómo las enemistades entre pueblos son capaces de destruir a millones de personas.

Afortunadamente, la victoria aliada puso fin a la Alemania nazi y propició el fin de otras dictaduras del momento, como la italiana. Para ello fue necesario el esfuerzo de miles de soldados, pero también de muchos científicos. Y es que, aunque no sea su fin más emocionante, la ciencia también puede ayudar a ganar guerras. En este caso, muchos científicos, desde sus respectivas disciplinas, pusieron su granito de arena para la consecución de la añorada victoria. La mayoría de ellos eran hombres, dada la época de la que estamos hablando, pero también hubo muchas y grandes mujeres. Estas son tres de ellas.

Joan Clarke, descifrando Enigma

El papel de Alan Turing en el desciframiento del código usado por los nazis para encriptar sus mensajes es más que conocido. No lo es tanto el de Joan Clarke, una joven inglesa que, a pesar de no tener el título completo de matemáticas por ser algo que Cambridge permitía solo a los hombres de la época, demostró ser una de las mentes más brillantes del momento.

Con solo 23 años fue reclutada para trabajar en el Government Code and Cypher School (GC&CS), una institución del gobierno británico que en aquel momento se dedicaba a descifrar los códigos empleados por el ejército enemigo para ocultar el contenido de sus mensajes.

No tardó en formar parte del proyecto Banburismus, dirigido por Alan Turing, cuyo objetivo no era otro que desenmascarar a Enigma, una máquina de cifrado usada por los alemanes durante la contienda. Las personas implicadas en aquel trabajo eran conocidas como banburistas y ella era una de las mejores.

Gracias a ellos, el ejército británico pudo anticiparse a los movimientos de sus contrincantes, salvando muchas vidas y, posiblemente, ayudando a adelantar el fin de la contienda.

La máquina Enigma, el sistema de cifrado que puso en jaque a Europa

Aunque ella misma no hizo por acaparar nada de protagonismo y, a día de hoy, muchas personas no conocen su papel en aquella etapa de la guerra, su historia pudo ser recordada en 2014 gracias al papel interpretado por Keira Knightley en la película Descifrando Enigma.

Katharine Blodgett y el ‘vidrio invisible’

Katharine nació en 1898 en Schenectady, Nueva York. Estudió física en el Bryn Mawr College, de Penssylvania, y más tarde realizó estancias en la Universidad de Chicago y la Universidad de Cambridge, donde se convirtió en la primera mujer en obtener un doctorado en física. Ya en esa época, el estallido de la Primera Guerra Mundial la llevó a interesarse en las aplicaciones militares de la física, por lo que centró buena parte de su trabajo en el estudio de las capacidades de adsorción del carbón en las máscaras de gas.

Más tarde, en 1918, se convirtió en la segunda mujer investigadora de General Electric, donde trabajó mano a mano con Irving Langmuir, quien en ese entonces se encontraba desarrollando una técnica para crear películas delgadas de una sola molécula en la superficie del agua.

Tras un tiempo colaborando con él, Katharine amplió su trabajo con la invención de un método que permitía crear vidrios “invisibles”, cubiertos por una película que reflejaba la luz visible, cancelando los reflejos creados por el vidrio. En definitiva, el material no reflejaba la luz por sí mismo, por lo que era mucho más difícil de detectar. Y esto, obviamente, tenía grandes aplicaciones militares, pues permitía fabricar lentes para periscopios submarinos y cámaras espía de aviones mucho más difíciles de interceptar.

Esto tuvo una gran aplicación durante la Segunda Guerra Mundial, pero no fue el único invento de la estadounidense con este fin. También desarrolló sustancias adsorbentes de gases venenosos y un método para quitar el hielo de las alas de los aviones.

Hedy Lamarr, los radares y el Wi-Fi

Hedy Lamarr para un anuncio publicitario de "Heavenly Body" en 1944. MGM

Si hay una mujer científica cuyo trabajo durante la Segunda Guerra Mundial es cada vez más conocido sin duda esa es la austriaca Hedy Lamarr.

Su vida podría haber sido la trama de una de las películas que protagonizó durante su faceta de actriz, pero en realidad no hubo nada de ficción en ella.

Desde niña, Hedy demostró tener una gran habilidad para la tecnología. De hecho, se dice que con solo cinco años desmontó y montó ella sola una caja de música sin alterar su funcionamiento. A los 16 años comenzó sus estudios de ingeniería, pero su verdadera pasión era la actuación, por lo que finalmente los dejó para comenzar a trabajar como actriz en Checoslovaquia. Ya desde sus inicios su trabajo no dejó indiferente a nadie. Buen ejemplo de ello fue su papel protagonista en Éxtasis, la primera película en la que se vio a una mujer experimentando un orgasmo y, además, un desnudo femenino completo.

Pero todo se torció cuando, a los 18 años, se casó con uno de sus admiradores, el fabricante de municiones Friedrich Mandl. El hombre, un reconocido adepto del régimen nazi, era extremadamente celoso y no la dejaba salir de casa si no era con él. Esto, lógicamente, dejó en stand by su carrera de actriz, de modo que la joven decidió buscar otros entretenimientos. Solo podía estar en casa o en la fábrica de su esposo, por lo que aprovechó este último lugar para aprender de los ingenieros que allí trabajaban y retomar los conocimientos de aquella otra pasión que aparcó para ser actriz.

Pasado un tiempo, ya no soportaba su encierro, por lo que logró escapar de la cárcel en la que se había convertido su casa. Existen muchas teorías sobre cómo lo hizo; aunque, según aseguró ella misma en su autobiografía, lo consiguió haciéndose pasar por una de sus sirvientas.

Huyó a París y de allí a Estados Unidos, donde retomó su carrera de actriz, pero no abandonó su afición por la ingeniería, por lo que pasaba el tiempo diseñando inventos de todo tipo, desde un semáforo mejorado hasta una tableta efervescente que convertía cualquier bebida en carbonatada. Pero su mayor invención llegó cuando supo que los torpedos controlados por radio durante la Segunda Guerra Mundial podían ser fácilmente interferidos y desviados por el enemigo. Por eso, junto a su amigo el pianista y compositor George Antheil, desarrolló un dispositivo capaz de crear señales de salto de frecuencia que hacían los torpedos indetectables.

Si bien su idea era que pudiera ser utilizado por el ejército estadounidense durante la actual contienda, se decidió que era una tecnología difícil de implementar en las circunstancias del momento, por lo que se dejó pasar hasta que, en 1962, se instaló una versión actualizada en los buques de la Armada. Pero la cosa no quedó ahí, pues las sucesivas modificaciones de aquella tecnología dieron lugar al Wi-Fi actual. Gracias a ella muchos de vosotros estáis leyendo esto. No todo iba a ser ayudar a ganar la guerra.

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