En el planeta existen al menos 144 lenguas de signos pero podrían ser muchas más, incluso miles si las asemejamos con las lenguas habladas. Para los lingüistas no es fácil dar una cifra exacta, como tampoco lo es estudiar los orígenes de estos sistemas de comunicación.

¿Cómo saber la procedencia de algo que se apoya fundamentalmente en signos y gestos? Los investigadores utilizan registros históricos, representaciones gráficas en grabados o papeles de las señas utilizadas que se conservan en bibliotecas.

“Existen registros históricos sobre el establecimiento de escuelas para personas sordas, también hay evidencias de los contactos entre instituciones educativas de este colectivo y registros de maestros de estos estudiantes que viajaban a otros países para aprender métodos pedagógicos”, describe a SINC Justin M. Power, investigador del departamento de Lingüística de la Universidad de Texas (EE UU).

En un estudio publicado en la revista Royal Society Open Science en el que participan científicos del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (Alemania), Power y el resto de autores han comparado 76 alfabetos manuales de lenguas de signos –40 contemporáneos y 36 históricos– que abarcan desde el siglo XVI a la actualidad.

La conclusión a la que han llegado es que existen cinco linajes principales a partir de los cuales se dispersaron las diferentes lenguas de signos europeas a otras partes del mundo desde finales del siglo XVIII.

Los tres grupos más grandes serían los de origen austríaco, británico y francés, mientras que los dos más pequeños serían el sueco y el español. Dentro del linaje austriaco se englobarían el ruso y un subgrupo del danés. Según la investigación, del español procedería tanto el linaje francés como el austriaco de forma directa.

Los alfabetos manuales analizados –lo que se conoce como dactilología, es decir, la representación manual de cada una de las letras que componen el alfabeto– son el deletreo que utilizan las personas sordas o con sordoceguera. En el caso de los alfabetos históricos españoles, los investigadores descubrieron pocas variaciones respecto a los actuales.

“Las formas de manos que representan letras como e, p, z y otras en la lengua de signos española contemporánea se remontan a las fuentes iniciales (siglos XVI y XVII) y han cambiado muy poco, si es que lo han hecho, a lo largo de cientos de años”, cuenta Power.

Justin Power

La riqueza documental española

La investigación combina la parte erudita con la ciencia computacional más puntera. De hecho, según Johann-Mattis List, otro de los autores, para el estudio han creado la mayor base de datos comparativa interlingüística de lenguas de signos. Para comparar los alfabetos manuales utilizaron redes filogenéticas, que permiten mostrar diferentes grados de relación entre muchos idiomas a la vez.

El estudio confirma la influencia de la lengua de signos francesa (LSF) en la educación para personas sordas y en las comunidades de signos de muchas regiones de Europa occidental y América, algo que los lingüistas ya habían apuntado previamente. Además, la investigación destaca la dispersión de la lengua de signos austríaca (ÖGS) al centro y norte de Europa y a Rusia, un linaje sobre el que se sabía poco hasta ahora.

“Este estudio afirma que los linajes principales de la Europa continental –el francés, el austriaco y el español– provienen de una misma fuente que se originó en España”, apunta a SINC Brendan Costello, investigador del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL), que no ha participado en el estudio. “Por un lado, me alegra ver que se reconozca el papel de más lenguas de signos pero, por otro, tenemos que tener precaución y no caer en el imperialismo lingüístico”, matiza.

Costello se refiere a que, hasta ahora, se ha hablado mucho de la familia de la lengua de signos francesa, en gran parte, porque mucha investigación de esta área se realiza en Estados Unidos y su lengua de signos (ASL) tiene vínculos históricos con la francesa. “Siempre me ha parecido que este discurso tiene un deje de imperialismo lingüístico”, opina.

Si nos fijamos en la cronología propuesta por los científicos de este estudio, España estaría de forma directa o indirecta en el origen de las demás lenguas de signos a comienzos del siglo XVII, algo que pone en duda Costello y que achaca a la existencia de extensa documentación histórica de nuestro país, muy rico en aquella época.

“Aunque no hubiera los recursos necesarios para documentar la lengua de signos en París, Roma o San Petersburgo en el siglo XVII, no me queda duda de que las personas sordas de estas ciudades desarrollasen sus propias lenguas de signos”, sostiene. “El estudio revela los vínculos entre las lenguas de signos europeos, pero los resultados son un reflejo de la documentación histórica disponible”, puntualiza.

El lingüista también muestra sus dudas respecto al enfoque de la investigación, basada en los alfabetos manuales (el deletreo de cada letra con un signo de una mano o dactilología), que son solo una parte de este sistema de comunicación.

“No sé hasta qué punto la dactilología es representativa de la lengua de signos y es posible que tenga una evolución independiente del resto de la lengua”, alega. Los mismos autores del estudio reconocen esta limitación.

Patrimonio Cultural Inmaterial

Se calcula que una de cada mil personas utiliza la lengua de signos como primera lengua. En España existen dos: la española (LSE) y la catalana (LSC) Ambas engloban un rico sistema de gestos y expresiones visuales que incluye los mencionados alfabetos manuales, que se pueden adaptar a la palma de la mano para comunicarse con las personas con sordoceguera.

“Las lenguas de signos son lenguas naturales que han evolucionado dentro de sus comunidades lingüísticas con independencia de las lenguas orales en la misma región o país”, indican a SINC desde el Centro de Normalización Lingüística de la Lengua de Signos Española.

Estas mismas fuentes recuerdan que la UNESCO tiene la intención de incorporar las distintas lenguas de signos en su próximo atlas de las lenguas del mundo. Otra prueba de su valor cultural es que en España hace casi un año tanto la lengua de signos española como la catalana fueron declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial.

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