Más allá de su apariencia de muñequito de goma, el ajolote (Ambystoma mexicanum) es un animal increíble, que lleva muchos años llamando la atención de los científicos por su asombrosa capacidad de regeneración. Muchos hemos vivido de pequeños la sensación de ir a atrapar una lagartija por su cola y quedarnos con esta en la mano, mientras el reptil huye lejos, preparado para regenerarla de nuevo.
Esto ocurre también con algunos anfibios, como las salamandras o los ajolotes. Pero estos últimos van mucho más allá, pues también son capaces de regenerar tejidos de los pulmones, los ojos, los ovarios, la médula espinal, el cerebro o el corazón. Prácticamente vuelve a crecer cualquier tejido cuya pérdida no les haya costado la vida. ¿Pero cómo lo hacen? Responder a esta pregunta es vital en ciencia, pues podría aportar la clave para desarrollar mecanismos que permitan tratar un gran número de enfermedades y lesiones humanas. La clave debería estar en su genoma; pues, como ocurre en el resto de seres vivos, este funciona como el libro de instrucciones con toda la información necesaria para su funcionamiento. Pero, igual que no podemos comparar el libro de instrucciones de un abrebotellas con el de un taladro multifunción, el material genético de este simpático anfibio consta de bastante más información que el de los seres humanos y, como tal, tiene mucha letra entre la que buscar. Por suerte, un equipo de científicos de la Universidad de Yale acaba de encontrar entre las “páginas” de su ADN los comandos concretos para el crecimiento de sus extremidades y su cola. Aún falta mucho por desentrañar, pero es un hallazgo clave en el ámbito de la medicina regenerativa.
Imitando al ajolote
En 2018 se logró secuenciar por primera vez el genoma completo del ajolote. Como cabía esperar, era especialmente grande. Tanto, que se considera el más amplio de todos los genomas animales secuenciados hasta ahora, con un tamaño diez veces mayor que el humano.
Una vez determinado este punto de partida, numerosos científicos se pusieron manos a la obra, en busca de más información hasta que, el año pasado, lograron mapear estructuras concretas en su interior.
Solo quedaba localizar qué instrucciones precisas estaban relacionadas con la regeneración de tejidos, por lo que los autores de este último trabajo, recién publicado en eLife, procedieron a rastrear 25 genes sospechosos de poseer esta información.
El genoma de un organismo contiene todos los genes necesarios para su funcionamiento, pero no todos se expresan en todas las células, pues cada una utiliza los que necesita. Por ejemplo, no tiene sentido que las células del corazón expresen los genes implicados en la síntesis de melanina, pero sí que se encuentren en las células de la piel. Por eso, para localizar los genes implicados en el crecimiento de extremidades perdidas, se centraron en el blastema, una masa de células involucradas en los procesos de regeneración.
El pez ciego mexicano que ha ayudado a estudiar la regeneración del corazón
Así, encontraron que los genes que codifican para dos proteínas, llamadas catalasa y la fetuina-b, son necesarios para que la cola y las extremidades perdidas vuelvan a desarrollarse.
Es solo un primer paso, pero aporta información muy importante con la que empezar a estudiar los “superpoderes” del ajolote.
Mientras tanto, este asombroso animal sigue catalogado como especie en peligro crítico en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Y es que, por desgracia, no hay regeneración que les salve de la captura ilegal o la contaminación de su hábitat. No hay superpoderes que les protejan del ser humano. Ya que tomamos prestado su don, sería una gran idea devolverle el favor promoviendo su conservación.