"Me partió el corazón", "le destrozó el corazón", "tengo el corazón partío"... En la cultura popular occidental está muy implantada la idea de que, ante un evento vital dramático (un desengaño amoroso, la muerte de un ser querido, un desastre natural...) el corazón sufre por ello. No se trata de una creencia moderna, ni mucho menos, pues esta lleva acompañando al ser humano desde hace miles de años. El propio filósofo Aristóteles defendía que el corazón era el órgano más importante del ser humano, donde residía el alma, las emociones y las sensaciones.
Tuvieron que pasar muchos siglos hasta que las investigaciones médicas centradas en el cerebro demostraran que las emociones surgen del cerebro y estas, a su vez, influyen y afectan a este órgano. Sin embargo, ahora también sabemos que las circunstancias traumáticas para nuestra psique no solo tienen efecto sobre el cerebro, sino que indirectamente influyen sobre otros muchos elementos del cuerpo humano, como el corazón. Problemas como el estrés, la ansiedad o la depresión afectan, en mayor o menor medida, a múltiples órganos y sistemas del cuerpo humano. Incluso, ante un suceso trágico, ciertas personas especialmente vulnerables pueden literalmente morir por un corazón roto. Se tratan de los pacientes más extremos entre aquellos que padecen el síndrome del corazón roto o síndrome de Takotsubo.
Este síndrome poco frecuente fue descrito por primera vez en los años 90 por médicos japoneses. De ahí el término "takotsubo", que en el idioma nipón hace referencia a una vasija utilizada para cazar pulpos. ¿Por qué la elección de este epónimo médico? Porque los pacientes afectados por este peculiar síndrome muestran en el ventrículo izquierdo del corazón durante su contracción una forma característica similar a esta vasija, que posee un cuerpo abombado y un cuello estrecho. En esta dolencia el corazón se dilata y presenta dificultades a la hora de bombear la sangre al resto del cuerpo humano. Es como si, de forma súbita, un torrente de hormonas de estrés dejara entumecidas as las células musculares cardíacas del corazón, incapaces de contraerse como deberían.
Las personas que padecen este problema de salud suelen experimentar síntomas y signos similares a un infarto cardíaco (dolor en el pecho, sensación de falta de aire, alteraciones en el electrocardiograma...), pero sin que exista, en realidad, ningún bloqueo de los vasos sanguíneos que afecte al riego del corazón. Debido a las semejanzas entre el síndrome de Takotsubo y el infarto al corazón, es muy frecuente que inicialmente los médicos crean que un paciente que padezca este síndrome está sufriendo, en realidad, un infarto hasta que se realizan diferentes pruebas para descartarlo. De hecho, se estima que un 1 % de los infartos que ocurren en el mundo podrían ser, en su lugar, un síndrome del corazón roto.
Entre el 85% y el 90 % de las personas afectadas por el síndrome del corazón roto son mujeres, de edad avanzada (postmenopáusicas), sin problemas cardíacos previos, que habían experimentado un repentino e inesperado estrés emocional o físico, lo que llevó a una liberación excesiva de adrenalina. En la mayoría de los casos, las pacientes se recuperan totalmente de este síndrome, ya que suele provocar daños transitorios que desaparecen en semanas. No obstante, en ocasiones puede ocasionar la muerte fulminante de la persona por un fallo cardíaco súbito.
El síndrome de Takotsubo sigue siendo una enfermedad bastante desconocida. Por ejemplo, no está claro el mecanismo por el cual un evento trágico puede llevar a afectar al corazón hasta el punto de debilitar su capa muscular y provocar la muerte en ciertos casos. Además, un tercio de las personas afectadas no habían pasado por situaciones dramáticas anteriormente. Recientes investigaciones sobre este extraño síndrome han observado que las pacientes que habían sufrido el síndrome del corazón roto tenían alteraciones en ciertas regiones cerebrales encargadas de la regulación emocional (amígdala, hipocampo y la circunvolución del cíngulo, entre otras).
Estas regiones, que precisamente controlan la respuesta al estrés, se comunicaban peor entre ellas que las personas sanas. Aún no se sabe si este hallazgo es causa o consecuencia de la enfermedad. Es decir, si estas regiones cerebrales están alteradas por el síndrome del corazón roto o es esta enfermedad la que provoca esos cambios. Aclarar esta cuestión será difícil, pues implica detectar e investigar la función cerebral de las personas antes de que padezcan esta dolencia tan poco frecuente.
Así pues, aunque es altamente improbable, es posible morir por un corazón roto, sin que sepamos aún de qué manera un drama personal puede llevar a tan drástico desenlace. No es un fenómeno aislado: las emociones pueden afectar a la salud mucho más de lo que pensamos. Lo vemos habitualmente cuando fallecen personas a los pocos días tras la muerte de sus parejas. La muerte de un ser querido puede perjudicar seriamente la salud, ya que se incrementa el riesgo de padecer un infarto cardíaco o un ictus, entre otros problemas de salud.